¿Negros en México? Claro que sí, siempre hemos estado aquí
La tradición no se explica, se siente. Pero también se reconoce, se nombra y se defiende.
Hubo una época en la que mencionar la palabra “afromexicano” en México era casi tan escandaloso como decir ¡NEGRO! —¿Mi hijo es negro?—, citando el ya famoso capítulo de La Rosa de Guadalupe. Absolutamente improbable. “¿Negros en México? No, aquí todos somos mestizos”. Eso nos decían. Y así crecimos muchos: ignorando nuestra propia comunidad, invisibilizados, folklorizados, y a veces convertidos en estampita para las campañas de inclusión.
Pero aquí estamos. Bailando, comiendo, resistiendo… y sí, también corrigiendo a quienes creen que todo lo afromexicano se reduce al color de piel y al cabello rizado. Spoiler: hay mucho más. Porque ser afromexicano no es solo tocar el tambor —aunque, qué delicia cuando lo hacemos—, sino saber que ese tambor fue, durante siglos, un acto político.
En la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero, donde la piel morena se confunde con la arena, las fiestas de carnaval no son simplemente “bonitas”; son rituales donde los pueblos hablan, se burlan del poder, invocan a los ancestros y, de paso, sacan los mejores pasos… sin necesidad de tutoriales en TikTok. Pero claro, la mayoría solo quiere saber si en nuestras fiestas hay “cosas exóticas”. Como si la cultura se midiera por la cantidad de fotos que puedes tomar antes de que comience la ceremonia.
Tomemos por ejemplo la Danza de los Diablos. ¿Sabías que representa el dolor de los esclavizados durante la Colonia? ¿No? No te preocupes, mucha gente solo se fija en las máscaras y se toma selfies. No hay tiempo para historias incómodas cuando estás buscando el mejor ángulo para Instagram, ¿verdad?
Y ni hablar de la gastronomía. Que sí, tenemos caldo de piedra, bocoles, machucados de plátano y pescado al papel, pero nadie pregunta por el origen africano de ciertas técnicas culinarias. Como si nuestras abuelas hubieran aprendido a cocinar por obra del Espíritu Santo y no gracias a siglos de tradición y recetas ancestrales.
Eso sí, cuando una receta se pone de moda, ya no es afromexicana: ahora es “ancestral” o “gastronomía de raíz”. Como si nuestras raíces fueran más aceptables cuando se sirven en un restaurante caro y se nombran sin nosotros. Y no se diga de nuestras fiestas religiosas, que combinan el catolicismo con espiritualidades africanas.
Lo más curioso es que, cuando por fin nos reconocieron como pueblo en la Constitución —sí, apenas en 2024, gracias por preguntar—, muchos reaccionaron como si nos hubiéramos inventado de la noche a la mañana. “Ay, qué padre que ahora hay afromexicanos”, dijeron algunos. Pues no: no es que “ahora haya”, es que siempre estuvimos, solo que aún no aparecemos en los libros de texto.
Pero no basta con admirar desde lejos ni aplaudir desde la ignorancia. Si de verdad quieres conocer la cultura afromexicana, quítate el lente del folclor y ponte el oído del respeto. Acércate a nuestras comunidades, escucha nuestras historias, aprende nuestras luchas. No porque sea “diverso”, “inclusivo” o “trendy”, sino porque entendernos es también entender a México en su totalidad.
Porque mientras no conozcas a fondo lo afromexicano, te estás perdiendo de una parte esencial de lo mexicano.

Ángeles Gómez
Fundadora en 2014 de Ángeles Voluntarios Jrz A.C. dedicada al desarrollo de habilidades para la vida en la niñez y juventud del sur oriente de la ciudad. Impulsora del Movimiento Afromexicano, promoviendo la visibilización y sensibilización sobre la historia y los derechos de las personas afrodescendientes en Juárez.