Hoy más que nunca es urgente levantar la voz. No para gritar más que otros, sino para recordar lo que parece que muchos quieren que olvidemos: los valores no se negocian, no se transforman según la moda, y mucho menos se imponen por consenso ideológico.
En México estamos viviendo una peligrosa distorsión del concepto de progreso. Nos dicen que todo cambio es bueno, que cuestionar lo “nuevo” es sinónimo de odio, y que adaptarse, aunque eso signifique traicionar principios básicos es el precio para seguir siendo parte del juego público. Nos quieren hacer creer que si no celebras todo lo que la mayoría aplaude, estás del lado equivocado de la historia. Pero no es así. No todo lo que la mayoría hace es moral. No todo lo que se normaliza es justo. Y no todo lo nuevo es verdadero.
En Chile, el intento por imponer una nueva Constitución construida desde una visión ideológica unilateral fracasó. ¿Por qué? Porque la gente no vota por lo políticamente correcto cuando eso implica borrar su historia, su cultura, su identidad. La sociedad chilena demostró que el pueblo tiene límites, y que los valores no pueden ser sustituidos por panfletos con lenguaje inclusivo y símbolos vacíos.
En España, la polarización ha alcanzado niveles alarmantes. Ciertos sectores no solo intentan reescribir la historia, sino criminalizar la diferencia. Si no comulgas con el discurso oficialista, te señalan, te acusan, te expulsan. ¿Es eso democracia? ¿Es eso libertad? Claro que no. Eso es totalitarismo con disfraz de empatía. Y ese es el modelo que algunos quieren replicar aquí, con la bandera del “progreso” ondeando como coartada.
Yo me niego. Me niego a aceptar que el silencio sea sinónimo de respeto. Me niego a asumir que ser madre, defender la familia, hablar de dignidad, o cuestionar ciertas “nuevas normalidades” me convierta en enemiga del futuro. Al contrario, defender valores es la única forma de garantizar que haya un futuro con sentido.
México no necesita más discursos diseñados para las redes sociales. Necesita conciencia, coherencia y coraje. Necesita ciudadanos que no se dejen intimidar por el juicio colectivo de una mayoría emocional, manipulada por una élite cultural que ha confundido libertad con relativismo, y progreso con permisividad sin límites.
Sí al respeto, sí a los derechos, sí a la inclusión. Pero no a la imposición de ideologías disfrazadas de compasión. No a la cancelación del pensamiento crítico. No a entregar nuestra alma a cambio de aplausos.
Hoy más que nunca, necesitamos recordar que hay cosas que no pasan de moda porque no nacieron de una. Que hay principios que valen más que mil hashtags. Que la conciencia no se rige por tendencias.
Porque cuando el polvo de las ideologías se asiente, sólo permanecerán de pie quienes fueron leales a su verdad. Y esa verdad no necesita permiso para existir. Solo necesita que la defendamos.

Mayra Machuca
Abogada, Activista, Columnista, Podcaster.
Especializada en análisis y asesoría jurídica, cuenta con experiencia administrativa y jurídica con habilidades destacadas en la resolución de problemas y coordinación de tareas. Experta toma de decisiones estratégicas. Activa en Toastmasters y Renace y Vive Mujer.