“La discriminación clasista es posible y existe debido a que las élites del poder económico, y su servidumbre, asumen que la sociedad está separada en clases sociales. Quienes ocupan posiciones en la clase baja y la clase media son víctimas de discriminación clasista por parte de las élites dominantes. El clasismo es un fenómeno conductual heredero del racismo”.
Existen corrientes políticas fundamentadas en el clasismo. De acuerdo con Max Weber, sociólogo, economista, jurista, historiador y politólogo alemán, una vez que un grupo o clase ha obtenido un estatus elevado a través de ciertos logros, sus miembros tienden a limitar las oportunidades de que otros individuos los sustituyan (PRIAN). Esto genera conflictos que incluso pueden desembocar en deserciones de las bases militantes. Como resultado, los clasistas se cierran al ascenso y reconocimiento de clase para aquellos que no son parte de su clan o tribu. Los desprecian tanto que les niegan oportunidades de acceso, incluso a su propia servidumbre, donde estos últimos son aceptados únicamente debido a la tolerancia, canonjías y complicidades, y para cubrir sus necesidades. Sin embargo, las élites los ubican en un escalón inferior a su estatus clasista, dejándoles muy claro lo que son: servidumbre.
Por lo tanto, el clasismo es una forma de discriminación que consiste en ver a otros miembros de la misma sociedad como parte de una categoría inferior únicamente porque no poseen o no exhiben los elementos que se consideran propios de “la clase privilegiada”, como el color de piel, el patrimonio, la herencia, la nacionalidad, el habla, el comportamiento y las interacciones sociales, la sumisión y la sinergia obligada de pensamiento, la vestimenta y el estrato educativo.
El clasista siempre asumirá su pertenencia a su exclusivo estatus social y actuará en consecuencia para beneficiar los intereses de quienes son de su misma clase y en perjuicio descarado y abusivo de quienes no pertenecen a ella, porque creen que se merecen todo y son engreídos.
El clasista considera como conquista las riquezas del país en el que viven y, en consecuencia, se consideran con el legítimo derecho de tomarlas para su provecho. Consideran conquista el no pagar impuestos y, además, lo consideran como un tributo que les deben brindar las clases inferiores a ellos a través de los gobiernos. El clasista se apropia de los beneficios y reparte las pérdidas a los demás que no son de su clase.
Esos clasistas han desarrollado un término despreciativo para señalar a todos aquellos que están en contra de las élites y militan en la izquierda. Los califican como chairos.
El término “chairo” es una palabra de uso peyorativo que se utiliza en la política mexicana para discriminar, descalificar o relegar a los militantes o simpatizantes de las causas de izquierda. De acuerdo con la Academia Mexicana de la Lengua, su origen está en el sustantivo femenino “chaira”.
Y si la palabra “chairo” proviene de la palabra “chaira”, esta última tiene en algunas partes del país un significado que la identifica con el órgano masculino, “la chaira”.
Por lo tanto, “chairo” es un término clasista utilizado para referirse a personas de las clases populares, pertenecientes a los pueblos originarios o con un español regionalizado. Su uso se puede catalogar como una práctica discriminatoria y racista.
Al calificar a las élites, y su servidumbre, al mayoritario pueblo de México como chairos, se muestra contundentemente el desprecio que sienten por las clases populares, las clases bajas y medias. El mayor agravio y ofensa que las élites le han hecho al pueblo de México, al que llaman chairos, ha sido el FOBAPROA, donde cargaron a todos los “chairos” con una deuda interminable hasta el año 2070, lo que les quita una parte muy importante del presupuesto. Una deuda que pertenece únicamente a las élites mexicanas.
Los chairos contribuyen en una parte muy importante a la base de los ingresos nacionales que conformarán el presupuesto nacional. En cambio, las élites buscan evadir las realidades fiscales a su cargo y no contribuir. Las remesas son generadas por quienes llaman chairos y viven en Estados Unidos. El PAN ha venido despreciando al pueblo al que identifica como chairo, aquellos que producen riqueza en este país.
El término chairo cobró fuerza a raíz del triunfo de las izquierdas en México en 2018, cuando se los mexicanos que se denominan chairos y dijeron “basta”, arrebataron el poder político a las élites.
Descargaron su ira y su odio calificando de CHAIROS a 31 millones de mexicanos que votaron por el cambio y expulsión del poder político a las élites.
En los últimos cinco años, los mexicanos chairos han dado muestra al mundo de sus capacidades técnicas y profesionales al realizar obras de infraestructura de alta calidad, como no se habían hecho en los últimos 40 años. Los mexicanos chairos están reviviendo a Petróleos Mexicanos y a la CFE. Están impulsando la riqueza en el sureste del país para lograr la interconexión de todo el país en los próximos sexenios de izquierda.
Esos mexicanos chairos son quienes han sacado adelante a las empresas de las élites y los grandes capitales. Como pago, han recibido el despectivo calificativo de chairos.
Los más crueles han sido los que pertenecen a la servidumbre de las élites y los aspiracionistas fracasados que desean pertenecer a los círculos sociales de las élites, donde son ubicados como lo que son: servidumbre.
Hoy debemos sentirnos muy halagados porque las élites han dado la tarea a sus partidos políticos (PRI-PAN-PRD) de declarar públicamente que son de izquierda, que son chairos.
“Soy de la izquierda del PAN”, dijo Santiago Creel. “Estoy identificada con los programas sociales del presidente y soy marxista”, dijo Xóchitl Gálvez, ambos aspirantes del PAN a la presidencia de la República.
De un día para otro, el cielo se iluminó para los panistas y salieron del clóset proclamando su izquierdismo a los cuatro vientos, ocultando durante gran parte de sus vidas su verdadera posición política. Eran closeteros.
Hoy, los panistas son chairos. La izquierda, a la que calificaban peyorativamente como chairos, ahora es garantía y necesidad. Entonces, todos juntos nos dirigimos hacia la conformación de la República Chaira de México.
A mí nunca me ofendió el término chairo, me reía cuando me lo lanzaban, ya que lo utilizaban con odio y rabia como única respuesta a mis argumentos.
Y nunca estuvimos equivocados. El hecho de que ahora la derecha quiera disfrazarse de izquierda es resultado de que reconocen que el camino para México está en avanzar hacia la izquierda, con un enfoque nacionalista y soberano.
Por eso, los chairos siempre dijimos “es un honor estar con Obrador”, al igual que los panistas tendrán que hacer si continúan con su amor por la izquierda.
Cuando les quitamos el poder político en 2018, 2021 y 2023, los “izquierdistas” nuevos de hoy (PAN) han intentado desacreditar al presidente y a los 31 millones de mexicanos que, con su voto, los sacaron del poder político. Los chairos nunca nos rendimos.
Hoy, sus dos aspirantes más importantes en la contienda interna del panismo, al declararse de izquierda, llevarán al panismo a unirse a la Chairez Nacional.
El PAN quiere ser chairo.
Egresado de la Facultad de Comercio y Administración por la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Su desarrollo profesional ha sido en empresas privadas en posiciones directivas donde a logrado acumular 42 años de servicio.
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