Nuestro Estado ha vivido crisis de todo tipo, durante los últimos 38 años cuando llegó al poder la casta de neoliberales, allá por 1982 encabezada por Miguel De La Madrid Hurtado dio inicio una gran desvalorización de la vida pública, y con ello una larga pesadilla que contaminó a la mayoría de las instituciones del estado mexicano. Por otra parte, aquí en Chihuahua y particularmente en la frontera, la devaluación constante del peso y la impresionante inflación surgida habiendo iniciado apenas el régimen de Miguel De La Madrid, se generó una crisis aun mayor que en otras partes del país; principalmente porque la economía fronteriza y el abasto de mercancías dependía en mucho de la comercialización de productos importados, incluyendo algunos de la canasta básica; el aumento de precios y peor aún, la escasez de productos esenciales como el jabón, la pasta de dientes y algunos otros de los pocos que constituían en ese entonces la escasa fabricación nacional y que eran ofertados en el norte agudizaban la crisis, ya que además de la especulación, éstos no alcanzaban a llegar por la lejanía con el centro del país y por la pobre expansión operativa y logística de las empresas fabricantes y distribuidoras de productos mexicanos, lo cual obligaba a comerciantes y consumidores juarenses a seguirse abasteciendo de productos “del otro lado”, que por cierto, en su inmensa mayoría ingresaban ilegalmente al país.
De poco había servido para aquel entonces el ambicioso Programa Nacional Fronterizo creado en el sexenio de Adolfo López Mateos; entre sus objetivos planteaba la enorme necesidad de acercar los productos nacionales a la frontera y que con ello se ayudara a equilibrar la balanza comercial que era mermada por la fuga de compradores al norte de la frontera. Menciono a continuación lo narrado muy claramente en 1966 por Antonio J. Bermúdez en su libro El Rescate del Mercado Fronterizo: “Sabemos que nuestra frontera se encuentra a grandes distancias, que carece de medios adecuados de comunicación y de transporte y que nuestra industria es incipiente, todo lo cual hace menos que imposible pensar en el rescate de nuestro mercado, en tanto continúa el enriquecimiento de las poblaciones fronterizas ‘del otro lado’ y el empobrecimiento de las poblaciones fronterizas mexicanas”.
De 1961 a 1965 hubo una fuerte inversión por parte del Gobierno federal en lo que aún conocemos como la zona del Pronaf; respecto a la infraestructura física, fue un gran acierto, ya que se pavimentaron calles y se construyeron puentes, se edificó el Lienzo Charro Adolfo López Mateos, también fue construido el museo de Arte e Historia, el mercado de artesanías, el Hotel Camino Real (considerado entre los cinco mejores del país), y otras obras urbanísticas que detonaron las actividades turísticas, culturales y económicas en la zona; pero posteriormente, con el arribo del boom privatizador y el paso del tiempo, al igual que gran parte del patrimonio nacional, la obra física del Pronaf fue desmantelándose y rematándose al mejor postor, desde luego, bajo el contubernio de la mezquina alianza del poder político y el poder económico.
Respecto del pretendido fortalecimiento comercial de productos nacionales en la frontera, hubo muy poco avance, principalmente derivado de dos factores: la pobre inversión por parte de los empresarios locales y la corrupción aduanera, esta última por mucho tiempo significó la creación de una élite burocrática y económica en la frontera. Ser aduanal en aquellos tiempos equivalía a pertenecer a la clase social encumbrada de la frontera. El único logro importante en este intento, fue la creación del programa llamado “artículo gancho” que antecedió al decreto fronterizo, refrendado por el gobierno actual y que otorga ciertas prerrogativas en cuanto a aranceles se refiere a los importadores de abarrotes, con el fin de retener clientela en las fronteras.
Posterior a la crisis económica, a principios de la década de 1980 en nuestro estado, surgieron otras: la crisis de gobernabilidad en 1985 con la dimisión del gobernador Óscar Ornelas Kuchle, la democrática con el descarado fraude electoral de 1986 que ilegalmente llevó al poder a Fernando Baeza Meléndez. Luego, hubo una mayor crisis económica durante los años siguientes a 1990 como consecuencia de la trampa en la que hicieron caer a los mexicanos durante el régimen de Salinas de Gortari, y seguido por el de gobierno de Ernesto Zedillo, en estos períodos se nos vendió la idea de haber ingresado al primer mundo; desde luego que el engaño no resistiría y vendría el cruel desencanto.
Recordemos que en plena campaña electoral es asesinado el candidato priista a la presidencia, Luis Donaldo Colosio; unos meses después, también le fue arrancada la vida de manera trágica y violenta al presidente del PRI Francisco Ruiz Massieu, y para agudizar más la crisis, apenas iniciado el mandato de Zedillo, se levanta en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, esto surgido como respuesta por el abandono en el que se encontraba la mayoría de las comunidades indígenas, principalmente las del sureste del país. La secuela de daños continuó con los gobiernos de Fox y Calderón, en ellos se fortaleció considerablemente el crimen organizado, colocando a Juárez como la joya de la corona del narcotráfico.
Volviendo a nuestro estado y en particular a la frontera, el boom maquilador desde mediados de la década de 1990 trajo consigo una crisis urbanística de la cual no hemos podido recuperarnos; junto a ella, la crisis de seguridad producto de un inicuo cóctel compuesto por la pauperización de los salarios y la falta de inversión para el desarrollo humano y comunitario, fueron el caldo de cultivo ideal para generar grandes brotes de criminalidad. Mientras tanto, la mancha urbana se extendía bajo un único esquema: enriquecer a unos cuantos poseedores de la tierra, la voracidad con la que los terratenientes se condujeron alentados por las directrices de un desarrollo urbano carente de sensibilidad social, pero sobrante de obscuras componendas económicas entre gobierno y latifundistas urbanos condenó a las familias de los obreros (que por cierto, son los generadores de la riqueza) a vivir en condiciones donde el digno desarrollo humano es cosa menos que imposible; con viviendas carentes de espacios decorosos, dentro de barrios pobres con escuelas pobres, calles y demás espacios públicos paupérrimos; contrastantes con las características urbanas de la capital. Éstas son las condiciones que han bordeado la mayoría de los hechos violentos en nuestra ciudad; pero no nos confundamos, el boom maquilador no fue por sí mismo el causante de nuestros males, pero sí lo fue la indiferencia con la que se condujo la política salarial, y el incumplimiento de gobiernos anteriores al no poner en práctica un ordenamiento urbano capaz de asegurar el “Derecho a la Ciudad” (en toda la extensión de la palabra) para todas las personas con un sistema de vivienda digno para las familias fronterizas, contrariamente a ello dejaron un saldo negativo en el inventario de espacios públicos, deportivos y de atención integral a los niños y jóvenes que les permitiera rechazar las ofertas del crimen organizado.
Lo anterior nos llevó por un tobogán a una crisis de seguridad, la cual ha sido la más larga de todas, dejando como consecuencia miles de hogares enlutados; por otra parte, el mercado de las drogas encontró una gran rentabilidad en las calles de la ciudad, de tal suerte que el narcomenudeo se ha convertido en el principal generador de violencia. Con esta serie de circunstancias adversas, la estrategia para la reivindicación de la frontera en su sentido más amplio debe ser de mucho mayor contundencia que el problema y debemos evocar los errores y aciertos de antaño, aprender de ellos, y desde luego, innovar de acuerdo a los tiempos modernos.
El plan fronterizo de López Mateos trajo en aquel tiempo dinamismo a la frontera, pero quedó corto al faltarle el complemento local sobre todo por parte de los inversionistas juarenses que se concentraron prioritariamente en el mercado inmobiliario.
Las palabras de Antonio J. Bermúdez quedaron vigentes por más de 50 años; sin embargo, a diferencia del pasado, la política económica y fiscal para la frontera puesta en marcha por el presidente López Obrador ha encontrado un gran respaldo por parte del empresariado juarense y de las corporaciones extranjeras, principalmente de la industria manufacturera; el incremento salarial para la clase trabajadora ha sido apoyado por los empresarios, aunado a la constante mejora en las prestaciones laborales para los obreros fronterizos nos dan pauta para la recuperación de la frontera norte. Las obras de infraestructura deportiva, recreativa, de vivienda y de salud que la Sedatu recién entregó a los juarenses permiten a los niños y jóvenes una sana activación física y social que integrada con la gran política de becas nos acerca cada vez más la luz al final del túnel; además, desde Juárez la Estrategia Nacional para la Prevención de las Adicciones, en la que participan los diferentes órdenes de gobierno, el Tribunal Superior de Justicia y agrupaciones civiles como Ficosec, y recientemente Alcohólicos Anónimos, han sido tomadas como ejemplo a nivel nacional.
Si bien la economía de la frontera es sustentada ampliamente por la industria maquiladora, el plan de la frontera norte del gobierno actual y la inversión directa en programas de Bienestar los cuales rebasan los dos mil cien millones de pesos anuales (equivalente a dos quintas partes del presupuesto de todo el municipio) ha ayudado a diversificar las actividades comerciales al haber más circulante, sin embargo, aún falta mucho por hacer.
En medio de la pandemia, con la frontera de Estados Unidos cerrada para visitantes y compradores mexicanos estimula que la inversión directa en pago de salarios a los trabajadores se quede necesariamente del lado mexicano y aumente el consumo local, no obstante, se sigue careciendo de inventarios, diversidad y precios razonables en muchos de los productos de este lado; sobre todo en el calzado, abarrotes, ropa, electrónicos, electrodomésticos, muebles, etc. Aún con la adversidad sanitaria, el comercio local tiene la oportunidad de fortalecerse, ya que han bajado los impuestos, el precio de los combustibles es competitivo, se acabó la corrupción en las dependencias federales, y los consumidores que anteriormente se iban a El Paso, hoy permanecen en Juárez a la espera de encontrar sus satisfactores materiales a un buen precio, esto además debe encontrar una complementariedad por parte de la autoridad aduanera para que refuerce la vigilancia en la entrada de productos extranjeros, a menor y mayor escala, que evite la competencia desleal y asegure al comercio juarense mucho mejores condiciones.
En materia de inversiones para el comercio local, también debe considerarse como una gran área de oportunidad la recuperación y el fortalecimiento de la economía en los barrios, las tienditas, los talleres, las pequeñas fábricas y los diversos oficios, donde también existe un gran potencial para aumentar el número de negocios para que los empresarios económicamente más favorecidos puedan encontrar grandes socios, trabajadores y honestos.
Sin lugar a dudas un paso programa estatal fronterizo que promueva lo anterior pudiera ser el complemento perfecto al programa federal para la frontera norte vigente en la actualidad, ya que ha tenido muy buenos resultados.
Reitero lo dicho con anterioridad: lo mejor está por venir.
Juan Carlos Loera de la Rosa
Empresario y político defensor de la cuarta transformación.
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