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    marzo 25, 2024 | 3:14

    El ‘Negro’ Durazo, el compadre del presidente que fue nombrado general de división

    Publicado el

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    Símbolo de la corrupción policiaca y política, Arturo Durazo Moreno marcó con sus excesos no solo su gestión al frente de la Policía de la Ciudad de México sino del gobierno de la República, que en aquel entonces encabezaba López Portillo.

    Nacido en Cumpas, Sonora, en 1924, de cuna humilde, emigró a la Ciudad de México donde conoció y se hizo amigo y compadre de José López Portillo, que una vez presidente de México, y sin haber ido a la escuela militar, le otorgó el grado de general de división en el Ejército.

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    Su apodo por haber nacido en esa ciudad era “el Moro de Cumpas”, igual que el corrido que le gustaba escuchar, pero fue más conocido como “el Negro”, de nombre Arturo Durazo Moreno, a quien su compadre nombró jefe de la Policía de la Ciudad de México.

    Precisamente fue durante el sexenio lópezportillista que se encumbró como símbolo de la corrupción policiaca y política, dejando escuela y un virus que a la fecha permanece en toda fuerza policiaca sin que exista una cura. Se dijo en su debacle que amasó una fortuna mal habida de mil millones de dólares.

    “Soy un hombre de bien, me gustan las fiestas como todo humano, el dinero lo he sabido aplicar. Tengo una mujer que me ha sabido conducir muy bien en el aspecto administrativo y hemos hecho una cosa bastante agradable en comprar nuestras propiedades”, se defendía en una entrevista para televisión hecha por el periodista Guillermo Pérez Verduzco, a quien en ese momento era jefe de la Policía capitalina.

    “La propiedad de México, hace 15 años vivo en ella, la mayoría, mucha gente de la (Procuraduría) General de la República fueron a mis fiestas ahí, yo creo que nadie se debe asustar y muchos periodistas son amigos míos. La casa de Zihuatanejo es una casa que hace 6 años la estamos haciendo. Desde que estaba en la Procuraduría ese terreno se lo compre yo a un amigo mío que era subdirector de Teléfonos de México, que vive debajo de esa casa. Entonces comenzamos a hacer la casa de Zihuatanejo, pero a la gente le gusta que viva uno en cuevas”, atajaba.

    Como mando policiaco, Durazo, fue tratado mediáticamente como la estrella del momento por sus operativos exitosos que incluyeron frustrar el secuestro de la hermana del presidente perpetrado por integrantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre el 11 de agosto de 1976, lo cual generó que el gobierno endureciera aún más su guerra sucia contra la guerrilla urbana de aquellos tiempos.

    Fue tal su popularidad que recibió el Micrófono de Oro otorgado por la Asociación Nacional de Locutores y fue nombrado miembro de la Legión de Honor y Doctor Honoris Causa por el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal sin ser abogado.

    A sus fiestas, en las que en alguna de ellas se presentó el cantante Luis Miguel, a quien le gestionó abrir las puertas en cadena nacional de televisión, asistían la clase política y social de la ciudad de México.

    El Negro, llamado así por las características de su rostro, en 1948 dejó de ser empleado del Banco de México para iniciar su carrera policiaca. Primero se convirtió en inspector de tránsito, hasta que dos años después entró a la Dirección Federal de Seguridad donde incluso se dice entre las leyendas urbanas, que antes de que triunfara la Revolución Cubana, llegó a darle unas “calentadas” al Che Guevara y a Fidel Castro, cuando fueron detenidos en uno de los primeros intentos de los revolucionarios cubanos por organizar en México la invasión a la isla de Cuba.

    En 1976, cuando su compadre José López Portillo, llegó a la Presidencia fue nombrado titular de la desaparecida Dirección General de Policía y Tránsito del Distrito Federal, hoy Secretaría de Seguridad Pública.

    El nombramiento como general de División, le generó rechazó en el Ejército Mexicano e incluso el secretario de la Defensa Nacional, Félix Galván, amenazó al presidente con renunciar si Durazo continuara ostentando ese grado militar.

    Sin embargo, Durazo continuó con el grado apócrifo y desde la Policía armó un entramado para enriquecerse. Instituyó las cuotas quincenales de mordidas conocidas en el argot policiaco de entonces como “entre” como obligatorias y los excesos comenzaron a marcar no sólo su gestión, sino al gobierno de la República.

    Del presupuesto de la Policía que sustrajo se hizo construir dos fastuosas mansiones, en las afueras de Ciudad de México y en el estado de Guerrero. Una de ellas, con sus caballerizas y su hipódromo privado, su polígono de tiro, su discoteca calcada punto por punto del Studio 54 de Nueva York, que costó un cuarto de millón de dólares.

    La otra propiedad, llamada “El Partenón de Zihuatanejo” y después el “Partenón del Negro” llamado así porque fue edificada en un estilo inspirado en el de la Grecia clásica.

    El Negro no pagó, literalmente, ni un solo centavo: los albañiles de la obra fueron los propios agentes de la Policía del Distrito Federal.

    Los periódicos de la época consignan que en 1976 creó la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, que permaneció vigente hasta 1982, desde donde se planearon secuestros, robos a comercio, detenciones ilegales y hasta robos de bancos.

    Desde ahí ejerció el llamado “entre” que cobró fama entre la tropa que era extorsionada por todo y por nada. Todo tenía precio, desde la entrega de uniformes, armas, mantenimiento de vehículos, arrestos, cambios de adscripción, jefaturas, etc. Para cumplir, los policías cometían toda clase de abusos, atropellos y fechorías en contra de la población para cumplir su cuota.

    Era común ver a los altos mandos cambiar en los bancos montañas de dinero por centenarios “porque son los que le gustan al señor”, decían los agentes, relata José Sánchez López, reportero que durante décadas laboró en áreas de Comunicación Social de la policía capitalina y del gobierno federal.

    Los reporteros de prensa le solicitaban toda clase de favores y recibían desde el clásico “chayo”, hasta plazas en la corporación y casas que eran para los policías, todo lo que pidieran.

    En una ocasión, tras presentar a una banda de asaltantes, un reportero radiofónico lo encaró por una serie de denuncias en contra de la corporación.

    ¡A ver, cabroncito! cuál pinche corrupción, aquí no hay ni madres de corrupción, venga p’a acá. Le dijo para después jalarlo hasta un cuarto donde tenía costales grandes de plástico color negro, con cientos de sobres llenos de dinero, producto de botines recuperados por la Policía que no eran reportados.

    ¡Métale la mano, cabrón! y lo que agarre es suyo, le dijo.

    Y el reportero metió ambos brazos y cargó con lo que pudo entre sus ropas y maleta de trabajo.

    ¡Ya vio, mi cabrón, que aquí no hay ni madres de corrupción! afirmó el Negro sonriente, relata Sánchez López en uno de sus escritos donde recuerda esa época de México.

    Durazo investigó el homicidio tanto del priísta Gilberto Flores Muñoz, como de su esposa, Asunción Izquierdo, quienes supuestamente fueron asesinados a machetazos por su nieto Gilberto Flores, un caso ampliamente mediático cuyo resultado careció de credibilidad pública por el evidente uso de la tortura.

    El caso más famoso por el que se le conoce es la matanza del río Tula que se registró en 1981, con un saldo de 12 integrantes de una banda de asaltabancos ejecutados que fue atribuido a la Policía por órdenes de Durazo.

    La confianza en el compadrazgo era tal, que aspiró en un momento a ser candidato a la Presidencia de México y su misma esposa, Silvia Garza de Durazo, comentaba en las fiestas y reuniones que su esposo sería presidente. Se dice que en una de esas reuniones salió a relucir el nombre de Miguel de la Madrid Hurtado, entonces secretario de Programación y Presupuesto, a lo que la esposa de Durazo supuestamente respondió a gritos sin medir las consecuencias:

    “Ese pinche chaparro no tiene tamaños para llegarle a mi marido”.

    Meses después, al terminar el sexenio de López Portillo, y al asumir en 1982 Miguel de la Madrid Hurtado como presidente de México, “El Negro” fue uno de los elegidos por el nuevo régimen para ser detenido como escarmiento a la corrupción. El nuevo presidente buscó así poner distancia con él y de pasada aplicar el lema de su campaña ‘Renovación Moral’.

    “El Negro” huyó del país hasta que dos años después fue detenido en Puerto Rico y extraditado al país para enfrentar cargos por contrabando, acopio de armas y abuso de autoridad.

    Pasó ocho años en la cárcel, para después ser liberado por buena conducta y por su delicado estado de salud. La Secretaría de la Defensa Nacional le desconoció el grado de general de División tras concluir el sexenio de López Portillo.

    En fechas recientes, la Suprema Corte de Justicia de la Nación desechó una demanda de amparo promovida por el hijo de Durazo quien pretendía recuperar la residencia que edificó su padre en Zihuatanejo, Guerrero, conocida como El Partenón.

    El Moro de Cumpas, conocido más en el imaginario popular como “el Negro Durazo”, murió en el año 2000, convirtiéndose en una leyenda negra de las corporaciones policiacas mexicanas y en símbolo de la corrupción política setentera. Su compadre José López Portillo, el que le dio el grado de general por decreto presidencial, fue a despedirlo a su funeral.

    GALERÍA

    Juan de Dios Olivas

    Periodista en Ciudad Juárez, Chihuahua, ha realizado su trabajo periodístico por espacio de dos décadas para la Organización Editorial Mexicana (OEM), MEGA Radio, El Diario de Juárez y Periódico Norte de Cd. Juárez. Cuenta con estudios de historia por la UACJ, actualmente es colaborador de La Verdad Juárez y A Diario Network.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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