En el Teatro de la República—escenario donde hace 108 años se promulgó la Constitución que hoy nos rige—se conmemoró un aniversario más de nuestro pacto social. Sin embargo, entre discursos que exaltaban la unidad y el respeto, se hizo palpable la ausencia de Norma Piña, ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). La decisión de la presidenta Claudia Sheinbaum de no invitarla trasciende un mero error protocolario: es un indicio preocupante de desprecio hacia los pilares de la democracia, la división de poderes, el federalismo y, sobre todo, la Constitución que prometió defender.
La Constitución de 1917 es la columna vertebral de nuestro Estado de derecho. Su aniversario debió celebrarse como un acto de reafirmación colectiva en el que los tres poderes—Ejecutivo, Legislativo y Judicial—se encontraran en igualdad simbólica. Al omitir a Piña, Sheinbaum no solo menospreció a una ministra, sino al Poder Judicial en su totalidad. Ni siquiera en la era más polarizante de López Obrador se había presenciado un desplante tan evidente a la autonomía judicial, al federalismo y a la división de poderes como un pilar democrático.
El mensaje es inequívoco: para el gobierno actual, algunas instituciones solo cuentan si se alinean. ¿Qué ocurrió con el artículo 49 constitucional, que declara inviolable la división de poderes? La lógica es clara: se proclama unidad mientras se practica la exclusión.
En contraste, el gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri recordó con urgencia que “no somos fuertes por pensar igual, sino por pensar diferente”. Sus palabras fueron un llamado a rescatar el espíritu constitucional. La unidad, advirtió, no se forja en la unanimidad, sino en el respeto a las diferencias. Citando a Juárez—“El respeto al derecho ajeno es la paz”—Kuri enfatizó que sin independencia judicial y sin diálogo genuino entre poderes, la soberanía nacional se reduce a una fachada.
La “Cuarta Transformación”, se esgrime como proyecto histórico, pero sus actos evidencian una centralización del poder que debilita el federalismo y sus contrapesos. La Corte, última barrera ante los excesos del Ejecutivo, es vista como obstáculo y no como un Poder.
La democracia no es un coro monótono, sino una polifonía de voces. Excluir a Piña no es un acto de unidad, sino de uniformidad impuesta, que envía a la ciudadanía el mensaje de que en este proyecto de nación no hay lugar para quienes piensan diferente. Como advirtió Kuri, “no podemos estar unidos hacia afuera, pero divididos hacia dentro”.
La Constitución es un límite al poder. Ignorar a quienes la interpretan y defienden abre la puerta a un autoritarismo velado. Si el Ejecutivo puede marginar al Judicial en actos simbólicos, ¿qué impedirá que lo haga en decisiones sustantivas?
A Sheinbaum le queda un camino claro: reconocer el error y ofrecer una disculpa pública a Norma Piña. No se trata solo de cortesía, sino de reafirmar que ningún poder es superior a otro. La celebración de la Constitución debe basarse en el diálogo, no en la exclusión.
En un México dividido, la verdadera transformación radica en el equilibrio. Montesquieu lo advirtió: “Para que no se pueda abusar del poder, es necesario que el poder detenga al poder”. Hoy, esa advertencia resuena como un llamado ineludible a defender lo que nunca debe ser negociable: nuestra democracia constitucional.

Georgina Bujanda
Licenciada en Derecho por la UACH y Maestra en Políticas Públicas, especialista en seguridad pública con experiencia en cargos legislativos y administrativos clave a nivel estatal y federal. Catedrática universitaria y experta en profesionalización policial.
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