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    abril 25, 2024 | 20:16

    DESDE EL PARALELO MAGNIFICO: Del amor de dos genetistas (08)

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    <<07-2 La Conquista del Olimpo por Gutiérrez Pedregal

    A largo plazo, resultará muy costoso e impráctico enviar alimentos desde la Tierra para garantizar la supervivencia de los humanos en Marte. Las colonias marcianas tendrán que volverse autosuficientes y producir sus propios alimentos. La agricultura será la clave de nuestra subsistencia en el planeta rojo, una vez que podamos cosechar verduras, gramíneas, legumbres y tubérculos en la superficie marciana.

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    La misión Curiosity probó en 2013 que el suelo en Marte contiene, entre otros, los elementos que hacen posible la vida en general y la vida vegetal en particular aquí en la Tierra: carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo, azufre. Agencias espaciales como la NASA, la Mars Society y universidades y centros de investigación alrededor del mundo han logrado cultivar lechuga, chícharo, tomate, camote, trigo, espinaca y otros vegetales comestibles simulando la composición del terreno y las condiciones atmosféricas en Marte.

    Marte tiene agua en forma de permafrost (hielo en el suelo), de corrientes superficiales esporádicas en verano y posiblemente, de depósitos subterráneos. Hay suficiente luz y energía solar disponibles también. Todos los ingredientes para la vida vegetal como la conocemos en la Tierra parecen estar presentes en nuestro vecino planetario.

    Robercht van der Blad y María Daitana Turín Videla se conocieron e interactuaron profesionalmente por varios años en congresos y conferencias internacionales de genética molecular y vegetal en la Tierra. Uno y otra estaban familiarizados con sus respectivos trabajos, y ambos citaban y llegaban a aplicar o verificar los métodos y modelos publicados por una y por otro. Pero como los dos máximos talentos de la genética vegetal en el universo conocido, nunca colaboraron como equipo de investigadores en un problema científico concreto, nunca publicaron como coautores…hasta que fueron elegidos como expertos para venir a Marte en la expedición pionera del 2028, cuando por primera vez pusimos pie en este mundo.

    Van der Blad se formó como biólogo y se especializó como genetista en la Universidad de Leiden, en su natal Holanda, doctorándose después en genética molecular en Inglaterra, en Cambridge. Con especiales talentos para la genética teórica, Robercht realizó a lo largo de sus primeros años de carrera científica una serie de predicciones teóricas relacionadas con mutágenos químicos y físicos, confirmadas experimentalmente después, que lo llevaron a ser considerado el genio de la genética en el Viejo Mundo. Trabajando para la Agencia Espacial Europea, esta lo postuló sin reservas al Consejo de Exploración Marciana como su mejor representante en el área de genética teórica y biotecnología.

    Daitana es una argentina de gran belleza física y aún mayor inteligencia, quien a pesar de los esfuerzos de su padre por convertirla en intérprete profesional del bandoneón, abrazó la botánica con gran pasión desde muy niña cuidando y estudiando las plantas y algunas gramíneas que su madre cultivaba en casa a las afueras de Buenos Aires. Estudió biología y botánica en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Después de varios años de ausentarse de la academia por un problema familiar muy serio, decidió viajar a Europa y hacer su doctorado en biotecnología en el Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG) de Barcelona, España.

    Una vez, Daitana le dijo a su madre que algún día le gustaría cultivar, siguiendo la tradición de los Videla, una papa tan energética y sabrosa —a la que llamó “plapa”— que se volviera la favorita de su padre, gran aficionado a este tubérculo. Sus investigaciones siempre estuvieron oríentadas a crear variedades de gramíneas y tubérculos modificados genéticamente para ser particularmente resistentes a condiciones ambientales adversas. Daitana trabajó por varios años como experta genetista para la NASA y después, requerida personalmente por Elon Musk para incorporarse a su proyecto, fundó y dirigió en SpaceX la nueva División de Biotecnología Espacial.

    Así, poco tiempo después Robercht (por la Agencia Espacial Europea) y Daitana (por la NASA y SpaceX) estuvieron en la lista de los primeros científicos internacionales seleccionados por el Consejo de Exploración Marciana, toda vez que sus investigaciones y aportaciones, particularmente a la genética vegetal y la biotecnología, sintetizaban los más sólidos principios teóricos y experimentales para el cultivo y desarrollo de gramíneas y vegetales en medios adversos, como es el de la superficie marciana. Tales gramíneas y vegetales constituirían, nada menos, la base de la alimentación de todos los seres humanos en el planeta rojo. Ciertamente, como ya era claro para todos los visionarios de la conquista de Marte, los vegetales serían la principal —si no es que la única— fuente de alimento para varias generaciones de colonos en este planeta. Van der Blad y Turín fueron comisionados para trabajar juntos en Marte.

    Ya activos en este planeta, el holandés y la argentina pronto adquirieron fama como un equipo extraordinario de tenacidad y trabajo coordinado. Después de las extensas pruebas iniciales de caracterización y compatibilidad química de suelo y atmósfera locales en la pequeña y recién creada Estación Antoniadi, los dos genetistas fijaron su objetivo en el desarrollo de una especie particular de tubérculo con un alto contenido de carbohidratos y proteínas que estuviera en la base de la dieta diaria de los colonos aquí. Su avance, dados sus exitosos experimentos previos en la NASA y en la Agencia Espacial Europea, fue relativamente rápido. Simultáneamente, los dos se esforzaban en hacer germinar tres especies comestibles más de plantas tradicionales —chícharo, tomate y trigo— cuyas semillas habían sido traídas desde la Tierra, tanto en terreno marciano natural como en muestras ligeramente tratadas químicamente. La tres especies requirieron varios meses para madurar en el terreno marciano.

    Mientras esto ocurría y dada su intensa relación laboral diaria, Robercht y Daitana empezaron a estrechar una relación personal, la que trascendió naturalmente al punto de enamorarse y convertirse en pareja sentimental. Aproximadamente a una semana de ello (cuatro meses desde nuestro arribo), los dos nos convocaron a una pequeña reunión para hacernos uno de los anuncios más esperados, tanto para la ciencia en Marte como para todos nosotros como habitantes de este planeta hostil. Van der Blad y Turín habían logrado desarrollar una pequeña especie de papa rojiza de corteza gruesa, rica en carbohidratos y proteínas, de sabor fuerte y agradable.

    La primera “plapa” de van der Blad y Turín había sido un éxito resultado de los mutágenos físicos y químicos sugeridos por el holandés en Marte y de la aplicación de las refinadas técnicas biotecnológicas de la argentina. Todos aplaudimos y recibimos con entusiasmo tan extraordinarias noticias, un paso más hacia la garantía de nuestra supervivencia en este mundo. Las primeras plapas cultivadas en Marte empezaron a ser consumidas en la Antoniadi una vez que los dos genetistas garantizaron un nivel de producción estable. Poco tiempo después, algo retrasados de acuerdo a las expectativas científicas, el chícharo y el tomate terrestres finalmente se lograron también en Marte.

    Sol 124.6 Los genetistas Dres. Robercht van der Blad y Daitana Turín Videla anuncian el haber logrado desarrollar y madurar el primer espécimen de un tubérculo comestible, modificación genética del Solanum tuberosum (la papa común terrestre), sobre la superficie marciana a partir de los componentes químicos locales presentes en suelo y atmósfera, así como en el agua líquida carente de percloratos extraída del permafrost marciano en las proximidades de la Estación Antoniadi, bajo condiciones iniciales de radiación solar y por rayos cósmicos. El tubérculo cosechado es pequeño, rojizo y de corteza gruesa, particularmente rico en carbohidratos y proteínas, y representa un primer paso hacia la autosuficiencia alimentaria en este planeta.

    Pero la noticia más sorprendente e impactante llegaría diez meses después. Una noticia que, respetando la petición expresa de los dos genetistas, todos los colonos de primera generación decidimos mantener en secreto por lo menos en un inicio para evitar que trascendiera a la Tierra. De manera discreta, pero abierta y honesta, Daitana y Robercht nos comunicaron que estaban esperando un bebé.

    El tema de la procreación humana en Marte era un motivo latente de debate. Grupos antagónicos pugnaban por imponer, por un lado, el principio de “no procreación” hasta que no hubiera condiciones óptimas para el nacimiento y desarrollo de los primeros seres humanos en un planeta que no fuera la Tierra. Por otro lado, existía la postura que postulaba la libertad de una pareja de humanos para procrear y tomar responsabilidad del nuevo ser y su desarrollo bajo condiciones de supervivencia mínimas, como las de una base o estación presurizada con aire respirable, agua y alimentos disponibles. Daitana y Robercht, expertos en crear condiciones para la vida vegetal en Marte, habían tomado la decisión y la responsabilidad de procrear un hijo en las condiciones, entonces aún muy limitadas, de la incipiente Estación Antoniadi, nuestro primer hogar en este mundo.

    El embarazo de Daitana se desarrolló sin contratiempos, permanente y cuidadosamente supervisada por el Dr. Barnard, nuestro insustituible, paciente y muy dedicado médico de la misión. Fue entonces cuando recordé un encargo personal que se me hizo durante mi última estancia en el Paralelo Magnífico allá en la Tierra, concretamente cuando visité al grupo de astrónomos del Parallelus Magnificus en el Departamento de Física de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP), en frontera con México, con motivo de una conferencia sobre nuestra futura misión al planeta rojo y el monitoreo dinámico de la luna Fobos, la tarea científica que se me había asignado personalmente.

    Al finalizar mi plática en UTEP, los colegas del Parallelus se me acercaron y me dijeron: “Argos, queremos pedirte que nos hagas el favor de llevarte contigo a Marte este pequeño obsequio, el primero de varios que pretendemos ofrecer a los primeros niños y niñas nacidos en aquel planeta, como un recuerdo afectuoso de sus hermanos de la Tierra”. Al decirme esto, me entregaron este pequeño modelo a escala, hecho y pintado a mano, de un ramjet interestelar. El ramjet fue propuesto en 1960 por el físico Robert Bussard, una navenullespacial que podría alcanzar velocidades suficientemente altas como para poder transportarnos a las estrellas, recolectando hidrógeno interestelar por medio de un intenso campo electromagnético frontal para luego, a través de fusión nuclear, usarlo como propelente y alcanzar velocidades relativistas, es decir, próximas a la velocidad de la luz.

    Este modelo a escala de un ramjet interestelar sería el primer regalo enviado desde la Tierra para la familia de Robercht, Daitana y su pequeña hija, el primer ser humano nacido en Marte. Los astrónomos del Parallelus de UTEP llamaron a este modelo el ParMagnif I.

    09 El Héroe de los Papalotes>>

    Hector Noriega

    Ponente. Investigador.

    Maestría en Astronomía (UNAM | NMSU) y Doctor en Astronomía por la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

    Fundador de la Sociedad Astronómica Juarense, Cofundador del Proyecto Abel, Miembro de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, Miembro de la American Astronomical Society y Profesor de tiempo completo de Astronomía en UTEP.

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