Una noche, en viaje por tierra, -Cancún/Palenque-, hubimos de pernoctar en un pueblito casi enmedio de la selva.
– Disculpen ustedes, por su seguridad no podemos permitir que sigan adelante, pues un grupo de bandoleros ronda la carretera y pueden perder sus pertenencias, o hasta la vida. Nos dijo un militar.
Era un viaje familiar, en una combi.
Se acostumbraba vacacionar, “puebleando”, para conocer lugares, comidas, bebidas, costumbres.
Era mediados de los 80 todo lo veíamos cordial.
Era también el principio del conflicto en Chiapas. Aún no se destapaba la caja de Pandora en México.
A los que saltamos el milenio, nos queda claro que la vida se ha venido complicando paulatinamente.
La existencia se ha hecho muy pesada.
Decenas de calamidades hemos tenido que sortear hasta llegar al punto de la asfixia en la que ahora nos encontramos.
La pandemia nos ofrece una escala de azotes e infortunios de muchas tonalidades, donde el final, es la muerte.
Bastante era ya sortear los cambios climáticos, la violencia galopante, el desempleo, hasta el hambre.
Al principio, mientras articulaba la idea para la construcción de esta pieza, pensaba hacer un listado de calamidades por las que ha pasado la humanidad y tener un referente histórico para comprender mejor nuestra circunstancia.
Pero es demasiado material.
Hambre, desnutrición, epidemias.
Antes, las grandes crisis de subsistencia se veían precedidas de perturbaciones meteorológicas, hoy les dicen, “climáticas”. Y se daban cada 10 años en promedio durante el siglo XVIII y hasta el principio del XIX.
Luego de los desastres, los supervivientes sufrían otros efectos: hambres, carestía, epidemias, disminución de matrimonios y nacimientos, emigraciones masivas, desempleo, conflictos políticos.
¡Igual que hoy!
Hay que decir, que a lo largo de la evolución humana, las enfermedades se fueron dando por conducto de plantas y especies de animales.
La viruela, sarampión, paperas, la influenza, la tuberculosis, que por cierto, vuelve por sus fueros.
La malaria, el cólera, la peste, fueron enfermedades infecciosas de enorme poder destructor que se desarrollaron primero de enfermedades en los animales y que ahora son en gran parte sólo enfermedades de los humanos.
Todo este contexto para reflexionar…
Cayó la helada del frente frío número 28, por fortuna la población estaba preparada y apechugamos temperaturas de 5 y 6 bajo cero.
Bueno, no todos la libramos.
– Tengo miedo, le dijo a su pareja.
– ¿A qué? Sí aquí estoy yo para protegerte. Le contestó mientras la abrazaba.
– A que se revienten las tuberías como el otro día. No tenemos dinero para reparaciones. La casa necesita tanto, y tú sin empleo desde hace un año.
– Hemos sobrevivido, le dijo para reanimarla un poco. Vamos a salir también de esta.
– Hay algo más a lo que tengo miedo. Le dijo.
– Dime. Le contestó.
A que pase el tiempo y seamos viejos. No tenemos futuro.
Cuando te vuelves un estorbo, para la familia, para la sociedad, se deshacen de los viejos, ya nadie tiene tiempo para las personas que entregaron su tiempo, su dinero, su atención y cariño, y los condenan a los albergues, donde son tratados como basura, como escoria. Los condenan al hambre, falta de atención médica, olvido… Fantasmas vivientes sufriendo dolores físicos y del alma, esperando la muerte como salvación.
Ya no la escuchó, se quedó dormido.
Afuera caía la nieve. Y el calentador de leña se apagó.
Abogado. Analista Político. Amante de las letras.
CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.
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