Nací a principios de los años 80 en una familia de clase media, informada y comprometida, en una época convulsa marcada por crisis económicas y sociales, en la que se forjaban los cimientos de la incipiente democracia mexicana.
Guardo en mi memoria fragmentos de marchas, libros sobre la situación del país y ejemplares de periódicos —nacionales y extranjeros— que encontraba en la troca de mi papá. Las conversaciones en la familia Bujanda Ruiz, se debatía el futuro del país y se asaba la carne al mismo tiempo, el debate se daba y en medio de todo esto, la decisión de participar activamente para llevar a México a la democracia. Varias de estas personas llegaron a la representación ciudadana ante órganos electorales. Todos estos recuerdos fueron determinantes en mi formación.
En medio de esas charlas, se discutía un hito: los derechos humanos y su defensa ante instancias internacionales. Se comentaba cómo, a pesar del descontento y la burocracia, la política mexicana experimentaba un auge, mientras la postura soberanista —que defendía la no injerencia para justificar graves violaciones— había dejado de ser viable.
Así fue como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se instauró el 6 de junio de 1990, marcando treinta y cinco años de historia en los que ha buscado promover y garantizar los derechos fundamentales en el país. La Comisión, como parte de la Administración Pública pública autonóma ha evolucionado —e incluso involucionado en ciertos momentos…— pero el espíritu de quienes impulsaron la transición democrática y las organizaciones de la sociedad civil sigue vivo, más vivo que nunca.
En un Estado verdaderamente democrático, la defensa de los derechos humanos no puede limitarse a una formalidad; debe ser un compromiso activo y constante que asegure la dignidad de cada persona. Estamos inundados de discursos y normas, a menudo recitados con retórica poética, pero cuya efectividad aún es un ideal por alcanzar.
Ayer, 28 de febrero de 2025, me inscribí en el proceso para presidir la Comisión Estatal de los Derechos Humanos de Chihuahua, impulsado por la imperiosa necesidad de adaptar esta institución a la era digital y a las redes sociales. Es fundamental que la promoción y la prevención lleguen a todos los rincones y estratos —especialmente a los más vulnerables— en un lenguaje claro, simple y empático. Me emociona la idea de colaborar para transformar este organismo en una entidad más ágil y cercana que cada vez se menos formal y solemne, sin sacrificar el principio de legalidad, actúe con verdadera efectividad en un país y un mundo donde los derechos fundamentales se están complejizando.
La historia nos enseña que los derechos humanos no se conceden, sino que se conquistan y se defienden. La creación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos fue la respuesta de una sociedad que exigía justicia, reparación y visibilidad. Hoy, ese mismo espíritu debe guiarnos para revitalizar la Comisión Estatal y convertirla en un referente tanto estatal como nacional. Desde mi experiencia en el ámbito legislativo y la docencia, he sido testigo de los retos que implica transformar la teoría en realidades tangibles, impulsando iniciativas para proteger a los más vulnerables y actualizando marcos normativos. Mi candidatura nace de la convicción de que los derechos humanos deben ser una realidad cotidiana y la justicia, la norma y no la excepción. Con humildad, presento mi carta de intención.

Georgina Bujanda
Licenciada en Derecho por la UACH y Maestra en Políticas Públicas, especialista en seguridad pública con experiencia en cargos legislativos y administrativos clave a nivel estatal y federal. Catedrática universitaria y experta en profesionalización policial.
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