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    abril 18, 2024 | 7:54

    Recibe pueblo español a refugiados de Ucrania

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    En Guissona, pueblo del noreste de España, uno de cada siete habitantes es ucraniano. Desde el inicio de la invasión rusa, tanto la comunidad de ese país como el resto de los vecinos, se han organizado para apoyar a los refugiados que llegan huyendo del conflicto, en su mayoría mujeres y niños.

    Barcelona, España (VOA) –
    Tras una larga travesía en tren, avión y autobús para escapar de la guerra, Alina Slobodianiuk llegó a la bucólica Guissona junto a sus dos hijos en calidad de refugiados. Nunca pensaron que, a casi 4.000 kilómetros de Dnipró, su ciudad natal, encontrarían a tantos compatriotas.

    “Estuvimos muy sorprendidos por la gran cantidad que hay de ucranianos. Es un buen punto para nosotros, porque podemos hablar y mantener nuestra cultura aquí”, dijo Alina a la Voz de América.

    “Pequeña Ucrania”

    La comunidad extranjera más numerosa de Guissona está formada por ucranianos. El municipio cuenta con unos 7.800 residentes, de los cuales 1.284 provienen de Ucrania.

    Muchos llegaron en la década de 1990 para trabajar en Bon Área, la cooperativa agrícola y cárnica del pueblo, que en aquella época se expandió de manera considerable y contrató a empleados de varios países, sobre todo de Europa del este.

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    Poco a poco, esos trabajadores fueron trayendo a sus familiares, al punto que por la cifra algunos han a Guissona como “la pequeña Ucrania”.

    Y en este sitio Alina -dice- se sienta un poco más cerca del país que dejó atrás para emprender una nueva vida como refugiada. Justo por la cantidad de compatriotas cerca “no tiene oportunidad de practicar el español”, dice riendo.

    La acogida

    Alina reside con sus hijos en un inmueble situado en el casco antiguo del pueblo, formado por unas calles tranquilas y de origen medieval muy diferentes a las de Dnipró, que antes de la guerra se caracterizaban por sus altos edificios y su ajetreada vida comercial. En el piso conviven con otra familia de refugiados.

    “Cuando llegamos aquí no conocíamos a nadie. Los ciudadanos de Guissona se reunieron con nosotros y nos presentaron a Tatiana y su hijo. No nos conocíamos de antes. Nos dijeron que viviríamos aquí juntos. Una familia española nos invitó a vivir gratis en su casa. Son muy muy, buenas personas”, comenta.

    Alina trabaja a distancia para un banco ucraniano. Su hija, de 14 años, va al instituto del pueblo, y su hijo, de 17, está a la espera de examinarse para acceder a la universidad. Aunque explica que su situación es “complicada”, se muestra agradecida por la solidaridad de los vecinos, que ayudan con diferentes insumos, y por la tranquilidad de la que gozan en el pueblo.“Me gusta mucho la gente española. Son amables, habladores y alegres. Además, son muy calmados, nunca van con prisas, nerviosos ni estresados. En Ucrania teníamos otro tipo de vida, siempre vamos con prisas y rápido, aquí la gente es calmada y más feliz”.

    Como el resto de los refugiados, Alina, Tatiana y sus hijos llegaron a Guissona bajo el amparo de la Unión Europea, que aprobó un programa de protección temporal a través del cual los refugiados ucranianos pueden instalarse en cualquier país del bloque y acceso a la educación, el trabajo, la vivienda y la sanidad.

    Ejemplo de solidaridad

    Desde el inicio de la invasión rusa, la comunidad ucraniana del municipio, el resto de los vecinos, el ayuntamiento, la cooperativa, y organizaciones sin ánimo de lucro como Cáritas, se movilizaron para la posible acogida de refugiados.

    “Éramos conscientes que, al tener esa comunidad tan numerosa, en Guissona podríamos tener esa acogida de refugiados”, dice Jaume Arcs, alcalde del pueblo. Al inicio del conflicto, explica, el pueblo envió camiones llenos de material de ayuda humanitaria, y, más tarde, cuando empezó el éxodo masivo de refugiados, varias furgonetas llenas de ucranianos residentes en Guissona fueron a buscar a familiares a la frontera para traerlos a la localidad.

    El pueblo también ofrece clases de catalán gratuitas para los recién llegados, y, cada jueves, cuando se celebra el mercado semanal, los comerciantes donan algunas piezas de fruta y verdura a los refugiados. “Cada parada da lo que puede”, afirma uno de los vendedores.

    Hasta el momento, el municipio ha acogido a 284 refugiados. El alcalde explicó que otras iniciativas solidarias con los ucranianos. “Abrimos cuentas corrientes y la gente iba poniendo dinero (…) Vamos ayudando en lo que podemos a las familias. (…) Principalmente Cáritas, Bon Área, el Ayuntamiento y la comunidad de Ucrania ha permitido que, pasados tres meses, esas familias puedan estar aquí, yo diría con unas condiciones óptimas”.

    “Quiero que la gente encuentre trabajo”

    Igor habló con la Voz de América fuera de cámaras. Es originario de Kalusch y fue uno de los primeros ucranianos en mudarse a Guissona. Llegó solo en el año 2000 y con un precontrato bajo el brazo para trabajar en un área de la cooperativa.

    En esa época, dice, habían entre 20 y 30 ucranianos en Guissona. “Pensábamos que viviríamos un año o dos y volveríamos, pero mejorar la vida en Ucrania no era fácil, había mucha corrupción”.

    Está agradecido con los vecinos y el ayuntamiento por la ayuda brindada. Sin embargo, explica que la situación más preocupante entre los refugiados es la falta de empleo. Si bien un reducido número ha podido encontrar trabajo, muchos viven de las ayudas. Además de la crisis, el no poder comunicarse en español o en catalán también supone un obstáculo a la hora de encontrar un sustento.

    “Quiero que la gente encuentre trabajo, que se arregle la situación del trabajo”. concluye.

    Según datos del ayuntamiento, hasta el momento se han presentado unos 60 currículums de refugiados en diferentes empresas y un 31 % de estos han obtenido empleo, sobre todo en trabajos de limpieza y recogida de frutas.

    Integrarse

    Los refugiados ucranianos que llegan a Guissona conviven con más de 30 nacionalidades, entre ellos rumanos, búlgaros y de Marruecos. Un 53% del municipio es de origen extranjero.

    Un ejemplo de la armonía que existe entre las diferentes culturas y de la adaptación que ha tenido el pueblo a los recién llegados es la parroquia. “Celebramos en el culto 3 confesiones diferentes. Cada uno tiene la celebración cada domingo”, explica el rector Ramon Balagué Bajona, quien también muestra un iconostasio instalado para los ucranianos, muchos de los cuales son ortodoxos.

    “Lo ponemos delante del altar en el momento de la celebración de la misa de cada domingo”, afirma el religioso.

    “Vamos conociendo la realidad de cada comunidad, como los colombianos, los ucranianos, los magrebíes, los senegaleses, etc”.

    El 24 de febrero comenzó la invasión rusa en Ucrania. Cerca de 7 millones de Ucranianos han abandonado el país como refugiados, de acuerdo a Naciones Unidas.

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