El brote de sarampión en Chihuahua no es solo un problema de salud pública: es una señal de advertencia sobre lo que ocurre cuando se rompe el delicado equilibrio entre el Estado y la sociedad en el cuidado de la salud infantil.
Durante años, México se mantuvo libre de esta enfermedad gracias a una política nacional de vacunación ejemplar. Sin embargo, hoy enfrentamos más de 400 casos confirmados solo en esta entidad. ¿Qué pasó?
¿Acaso hubo fallas estructurales graves? ¿Desabasto de vacunas? ¿Reducción de campañas preventivas? ¿Rezagos heredados de la pandemia? ¿Acaso hay una responsabilidad social de los padres, madres y tutores? ¿Es por descuido, desinformación o desconfianza? ¿Por qué no completaron el esquema de vacunación de sus hijos?
La vacunación no es una decisión personal, es una obligación ética con la comunidad. Cuando una familia no vacuna a sus hijos, pone en riesgo a quienes no pueden vacunarse por razones médicas.
Además, el auge de la desinformación ha jugado un papel alarmante. Tal vez los mitos en redes sociales han sembrado dudas que solo pueden combatirse con una respuesta firme: campañas informativas masivas, constantes y claras, impulsadas desde las instituciones de salud, medios de comunicación y líderes comunitarios.
Es momento de corregir el rumbo. El sarampión es prevenible, todos sabemos que las vacunas salvan vidas. Pero solo si cada quien asume su parte. El Estado debe garantizar el acceso y la disponibilidad de las vacunas; pero las familias deben acudir, preguntar, exigir y proteger.
Ante esta crisis, no basta con indignarse. Hay que actuar, porque ningún niño debería enfermar por una negligencia.

Nora Sevilla
Comunicadora y periodista experimentada, actualmente Jefa de Comunicación en Cd. Juárez del Instituto Estatal Electoral y Tesorera en la Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez. Experta en marketing político y estrategias de relaciones públicas, con sólida carrera en medios de comunicación.