La pregunta no es si el coronavirus va a llegar a Juárez, sino cuándo va a llegar a Juárez.
Todos vamos a hacer lo posible para nos ser afectados por la nueva enfermedad y proteger a nuestras familias de ella, pero su arribo a cada país del mundo es una realidad ineludible.
En esta etapa el verdadero problema de salud pública que implica el Coronavirus está en la velocidad en que se desarrollará el contagio inicial, y esta preocupación es la que tiene en alerta a las autoridades del sector salud y debe preocuparnos a todos.
Una infección súbita y masiva, es radicalmente distinta de una que afecta a un mismo número de personas pero que está espaciada en el tiempo. Nuestros hospitales y personal médico tienen una capacidad limitada, y colapsarla resultaría en menor calidad de atención, pacientes con complicaciones, e incluso un mayor números de decesos.
Mucho se ha dicho del bajo nivel de morbilidad del coronavirus, alrededor del 3.4 porciento a nivel global, pero este dato puede ser engañoso, en Suiza es de apenas .5 porciento, mientras que en Estados Unidos es de casi 6 porciento según la universidad John Hopkins.
Para ponerlo en perspectiva, en México el año pasado la influenza común alcanzó una mortalidad superior al 10 porciento, con apenas 7 mil 210 contagios. Un contexto preocupante sin lugar a dudas y que debe hacernos pensar, si países con sistemas de salud efectivos como España e Italia están superados frente a la crisis ¿Está México listo para hacerle frente a la pandemia?
La respuesta es evidente, pero es muy tarde para lamentarse por la ineptitud de las autoridades presentes y pasadas para estructurar un sistema de salud funcional.
Antes de caer en el alarmismo hay que darse cuenta de que aun estamos a tiempo de reaccionar, y una de las medidas centrales que debemos tomar es la solidaridad.
Las compras de pánico pueden ser tan nocivas como la negligencia para seguir acciones preventivas, porque se elimina la posibilidad de una protección de rebaño, donde se limita la extensión infecciosa dentro de una comunidad.
Una epidemia no se controla individualmente, una persona que decide acaparar todo el jabón antibacterial o el gel sanitizante del supermercado se vulnera a sí misma y su familia porque deja a otros expuestos a captar, transmitir y extender el virus.
Si nos vamos a proteger, lo haremos juntos, o juntos seremos afectados por la pandemia.
Cuando seguimos las recomendaciones de las autoridades sanitarias internacionales y locales como lavarnos las manos constantemente, evitar tocarnos la cara, evitar aglomeraciones, y aislarse, lo que hacemos es romper la cadena necesaria para la proliferación de la enfermedad. Nos protegemos y protegemos a los demás.
Los juarenses hemos sido siempre ejemplo de solidaridad y generosidad, y hoy más que nunca esos atributos son necesarios para el bienestar de nuestra ciudad, más que nunca van a ser puestos a prueba.
Para cuidarnos, debemos cuidar a los demás, y aplicarnos una vacuna de solidaridad.

Héctor Meléndez
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