Hace unos días me encontraba en los supermercados buscando una tarjeta de regalo, la cual no encontré. Por ello fui a diversas plazas comerciales y tiendas de regalos, pero para mi sorpresa, no había ni una sola, incluso algunas recepcionistas me llegaron a decir: “No sé qué es eso, disculpe”.
Aun así, no desistí y resolviendo un día unos asuntos en Plaza Misiones recordé que hace unos años compré en una de las cadenas de tiendas de cafetería y departamentales unas tarjetas para obsequiar en navidad.
Al ingresar a la tienda rápido busqué el estante y desafortunadamente, era una triste vitrina que no era ni la cuarta parte de aquellos rebosantes estantes de diversos colores, temáticas y diseños que recordaba.
Entre lo poco que había, busque la tarjeta que mejor se me hizo para obsequiar. Lo pensé mucho, revise una y otra vez, hasta que me decidí por una. Pagué, la guardé y cuando me disponía a salir, escuche una voz que dijo mi nombre. Rápidamente volteé y era un excelente amigo que más que eso, es como un hermano para mí.
Me acerque nos dimos un fuerte apretón de manos y un cálido abrazo.
–Rodolfo, carnal, ¡que gusto me da verte! ¿Aquí trabajas?- le dije, a lo que él me respondió
–A mí también, carnal te vi de reojo, pero no sabía si eras tú, hasta que ya te ibas, sí aquí trabajo ¿Qué andas haciendo por aquí?
– Pues andaba buscando una tarjeta de regalo, ya sabes, ¡Nada es mucho para una mujer bonita!, pero no encontré nada en ningún lado. Más lo poquito que hay aquí.
– Uh, no carnal. Esas cosas ya están descontinuadas. Desde hace rato que ya se dejaron de vender
– No me digas eso ¿Por qué?
– Pues que no ves, lo que puedes decir en esa tarjeta lo puedes hacer por Messenger o whatsapp y gratis-.
Aquella plática breve me hizo bastante ruido, porque significa que ya acabó la era de las tarjetas y las cartas. La escritura mudó hacia otro lado, sin embargo; soy de las personas que estará en la nostalgia por ello. Porque el obsequiar una tarjeta implicaba ahorrarte unos pesos y en lo que llegabas a la librería o tienda de regalos, ibas construyendo las ideas de lo que ibas a escribir.
Luego al estar frente a las vitrinas darte el tiempo de escoger la tarjeta perfecta, que fuera ad hoc el diseño con el sentimiento que querías transmitir. Luego al llegar a ponerte frente al escritorio con un café o té, comenzar a escribir las ideas y sentimientos, primero en un borrador y luego de haber revisado ortografía y redacción, tomarte más tiempo de construir cuidadosamente letra por letra. Cuyo mismo procedimiento se aplica para escribir una carta.
Pues todo eso ya fue, se nos acabó una era que fue muy bella, eran otras concepciones del sentimiento, el amor, el cariño y la gratitud.
No olvidemos que el lenguaje epistolar, es decir, la carta y la tarjeta, son el lenguaje del amor. Porque lo que allí se escribe queda en el secreto y la complicidad de quien lo escribe y quien lo lee. Lo que significa que si usted que está leyendo esto, tiene la oportunidad de adquirir una tarjeta, hágalo, escriba algo bello y obséquiesela a una persona especial ya que puede ser la última tarjeta que va a regalar.
En lo personal es algo que a mí me gusta mucho hacer y una inmensa pena me embarga, pues lo que implica obsequiar una tarjeta jamás será reemplazado por un mensaje virtual, sin embargo; los tiempos han cambiado y tenemos que adaptarnos.
Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.
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