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    abril 16, 2024 | 12:29

    Repitiendo historias

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    Gobernar con el poder no es lo mismo que dirigir el destino de una ciudad o estado sin tener el apoyo de un gobierno que empuje y avale los programas, que impulse una administración.

    La historia de José Reyes Ferriz y Javier González Mocken, son un paralelismo que tenemos que analizar utilizando los elementos que nos proporciona la historia.

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    Ambos llegaron en ‘sustitución’, el primero como presidente del Concejo Municipal de gobierno luego de la tramposa actuación del panismo en la elección del 2001; el otro, González Mocken, asumió la función pública de presidente tras la nominación del duartista Enrique Serrano que logró tejer una red de apoyos políticos para quedarse, finalmente, con la candidatura al gobierno del Estado.

    El paralelismo se aplica. Roberto Barraza y Enrique Serrano eran- cada uno a su modo- pésimos candidatos priistas, pero el poder se aferró y los encausó a campañas que se convirtieron en la antesala de los funerales tricolores.

    A distancia, han surgido las versiones que se tejieron desde la cúpula del poder. El mismo secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong se opuso a la nominación de Enrique Serrano y a la conducta observada desde el poder que había detectado una voracidad enfermiza que aquejaba a César Duarte.

    Los informes de negocios y saqueos duartistas estaban en el escritorio del secretario de Gobernación sin que nada se pudiera hacer para frenarlo. El cinismo no tenía límites y la protección presidencial era más que evidente.

    Y como ‘el poder es para poder’, el entonces gobernador de Chihuahua logró amarrar con otras esferas del priismo la candidatura de su allegado y muchos acusan que también fue ‘socio’ en algunos negocios, sobre todo en acciones de compra-venta.

    Todavía unos días después de la nominación de Serrano, el voraz gobernador mantenía encendida la mecha de la esperanza de la ‘indefinición’, haciendo creer a Teto Murguía que aún estaba en la recta final. Duarte y su equipo de reían del empresario que seguía operando como si fuera el electo. Teto sabía que Osorio Chong lo veía con buenos ojos y quería su nominación.

    Cínico como es descrito, Duarte celebró la nominación serranista en la Ciudad de México. Hubo buen licor y comida exótica. Ese día, eufórico, levantó la copa y dijo “se la peló Osorio Chong” (así fue, literal).

    Al paso de los meses, dicen que Osorio Chong tuvo otra cena, con copas y comida exótica, y repitió la frase de su adversario: “Se la peló César Duarte…” La información del saqueo al Estado estaba en manos del ahora diputado federal electo y fue la base de la persecución contra el ballezano.

     

     

    El Concejo de gobierno de Reyes Ferriz en el 2001 contó con la complicidad del ambicioso ex gobernador Patricio Martínez. Muchos millones de pesos fueron inyectados al municipio en diversos proyectos de inversión y sociales. Uno de ellos fue el transporte semimasivo que obtuvo su primera inversión y fracaso por lo que vino después.

    En esa época se adquirieron los camiones que fueron regresados por el gobierno estatal a la presente administración de Armando Cabada, los cuales se sospecha fueron malbaratados a través de una operación que hasta la fecha es todo un misterio.

    Durante el Consejo, Reyes Ferriz confrontó al poder político empresarial que hacía lo que le venía en gana con los gobiernos panistas. Mientras tanto, desde la estructura del Concejo Municipal de gobierno un maquiavélico y corrupto personaje, César Jáuregui Moreno vendió- como líder de los concejales albiazules- su alma al PRI de Reyes Ferriz, como lo hizo con Duarte. Por un lado mostraba su férrea mano opositora y por otra negociaba con el gobierno provisional.

    El presidente Concejal lo describía a la perfección: “pinche César, es más trácala que la chingada…nos jode en público y en privado negocia hasta a su madre”.

    Reyes Ferriz frenó la intentona de un grupo de empresarios que pretendían la creación del Instituto Municipal de Seguridad Pública. Las rabietas de los interesados eran continuas. El presidente no cedió a ninguno de los berrinches de esos juniors obcecados y enfermizos.

    El presidente hizo llegar una información que alertó y preocupó a muchos. Detrás de la necia posición de los empresarios estaba la mano de un poderoso varón de la droga que intentaba trasparentar, a través de ese Instituto, la seguridad pública de Juárez. Los empresarios eran sus emisarios.

    Una noche, en la oficina de Reyes Ferriz, el tema fue planteado desde otra óptica. Los ilusos creían que los empresarios juarenses que tenían tratos con los criminales andaban con metralletas y rodeados de sicarios. Nada más lejos de la realidad.

    El crimen organizado, observado desde el primer piso de la presidencia municipal, había penetrado las estructuras económicas de una forma más fina. Se hablaba de contadores, empresarios, abogados, agentes inmobiliarios y notarios públicos sirviendo a los intereses de los delincuentes.

    Grandes negocios crecieron con fondos de los varones de la droga que se mezclaban con los empresarios, fomentaban negocios, creaban centros comerciales, compraban y vendían viviendas; inyectaban recursos a medianas y grandes empresas y, finalmente, apoyaban candidaturas.

    Era notoria la forma en que los candidatos eran fortalecidos con los recursos de los criminales. Les prestaban o regalaban camionetas suburban recién sacadas de las agencias; personal de seguridad que tenía la doble misión (policiaca y delictiva) se ponía al servicio de los políticos.

    Todo eso se sabía desde el gobierno porque a diario llegan informes de los cuerpos de inteligencia mexicanos y, lo que era mejor, de las agencias de Estados Unidos que eran más confiables y precisas.

    La comunicación con Patricio Martínez y su principal emisario, Víctor Emilio Anchondo, el secretario general de Gobierno, era continua; estaban informados por Reyes Ferriz, apodado por Teto Murguía como el ‘cuchi cuchi’ por su parecido a Pablo Mármol, de la serie los Picapiedras.

    Una parte de ese trabajo de gobierno lo decidió Reyes Ferriz bajo el aval estatal. Se percibía, pues, un gobierno confiable.

    Luego vino la debacle priista con el mal candidato Roberto Barraza Jordán y un acendrado capricho de la cúpula del poder encabezada por un gobernador enloquecido y voraz, como lo fue el actual senador Patricio Martínez García.

    Su actitud violenta, proclive a golpear mujeres y explotar cuando alguien lo contradecía, era la misma que aplicaba para gobernar y para empujar candidatos de poca monta. Era evidente como los cercanos colaboradores eran instruidos a no contradecir al loco, porque se ponía furioso…y así operaba la administración.

     

     

    El paralelismo se dio igualmente con Javier González Moken. Otro tiempo, otra circunstancia, pero la misma condición política. Un gobierno que se queda acéfalo y se invita a gobernar al alcalde suplente, luego de una serie de rumores que desacreditaron su llegada.

    Los días pasaban y el binomio Duarte-Serrano no definía quién quedaría al frente del gobierno municipal de Juárez. Las columnas periodísticas daban nombres y referían el distanciamiento entre Serrano-Mocken.

    Los meses al frente de la administración fueron decisivos y, providencialmente marcados por una historia insospechada. Una carta oficial, enviada por Enrique Serrano al Vaticano, con la invitación cordial al sumo pontífice católico a visitar Ciudad Juárez, tuvo respuesta positiva.

    Serrano se iba a la campaña y Mocken se encargaba de la recepción del Papa Francisco a Ciudad Juárez. Los reflectores políticos cambiaban de rumbo y colocaban al ahora alcalde electo en una buena posición política.

    Luego vino el proyecto de alumbrado público que fue ‘apagado’ por Armando Cabada en su ambición por realizar una inversión millonaria que, de acuerdo al empresario que se encargó del proyecto de iluminación en el periodo de Mocken, el neolones, Vicente Aldape. El interés del actual alcalde era ganarse, como ‘moche’, 500 millones de pesos.  

    La inesperada muerte de Juan Gabriel lo volvió a colocar en los ojos del mundo. Allí estaba de nuevo, el alcalde Mocken recibiendo a miles de personas, encabezando los actos fúnebres y conviviendo con la familia ‘hechiza’ que dejó el ‘divo de Juárez’.

    La frase como nunca, “la frivolidad también hace política”. El ‘cielo’ y el ‘infierno’ trabajando a favor del político al que el pueblo le recuerda a su madre al llamarlo llanamente ‘Mocken’. El político se desprendía de Serrano, quien mostraba un evidente odio a quien había dejado como alcalde, mientras que él mismo era testigo de cómo se hundía su propio barco frente a la campaña rabiosa del panista, Javier Corral que, una y otra vez, lo llamaba el ‘candiduarte’.

    La fortaleza del priismo, el mismísimo gobernador Duarte, se derrumbaba mediáticamente, mientras su monaguillo, Enrique Serrano, intentaba llegar a las masas controlando a los medios de comunicación. Grandes cantidades de dinero que no fue reportado al Instituto Estatal Electoral se entregó a dueños y directores de periódicos, televisiones locales, páginas de Internet, estaciones de radio, utilizando la estructura de su campaña. Según el sapo era la pedrada.

    La lista y las cantidades fue, como se dice para ponerle caché a la indiscreción, ‘filtrada’ y corroborada en su momento.  

     

     

    El gran riesgo de Mocken es que le ocurra lo mismo que a Reyes Ferriz. Buen gobernante a corto plazo, mal gobernante a largo plazo. La segunda etapa como alcalde del ‘corredor público’ radicado actualmente en Nueva York, fue caótica. Los politólogos la han llegado a catalogar como ‘la peor administración de toda la historia de Juárez’ aunque en la actualidad se cree que puede ser superada por la de Armando Cabada.

    Reinó en la administración de Reyes Ferriz un mal equipo de trabajo, infinidad de actos de latrocinio y saqueos, incapacidad para gobernar, su acendrado temor que lo hizo dar uno de los gritos de independencia ‘debajo de la cama’ (según las sátiras del momento), decisiones de gobierno torpes, actos caprichosos y gente de su gabinete inmiscuidos en actos de corrupción, son solo algunas de las acusaciones que recibió el político que, al concluir su segunda administración.

    La ola de violencia en la ciudad, obligó al político a refugiar en otro país y como alcalde vivía en El Paso, Texas.

    Si algún riesgo se observa en González Mocken es el ‘síndrome Reyes Ferriz’. No caben en la estructura del nuevo gobierno, que se jacta de luchar contra la corrupción, esa caterva de ex priistas chuecos e inmorales, pero que fueron pieza clave para el triunfo del morenista.

    Las fuerzas del PES, del PT y del mismo partido Morena, ni siquiera pintaron en el trabajo de campo que los llevó al triunfo. El PES carece de gente, el Partido del Trabajo es un organismo dedicado a los ‘busines’ y los morenistas son unos huevones, políticos de café, siempre enamorados y cambiando de novias.

    El gabinete mockenista seguramente será cuestionado. Tendrá que definir el rumbo a seguir en el modelo de gobierno municipal.

    Mocken es proclive a mentir, a no cumplir lo que promete y al ego. Esos son sus demonios que tendrá que domar antes de sentarse a gobernar (si es que lo dejan). No hacerlo se constituye en un serio problema político que pondrá en duda a Morena.

    Por las vísperas se sacan los días. La preocupación no es en vano, basta observar la terna de candidatos a Seguridad Pública, es una oda al fracaso en caso de no elegir bien.  

     

    El 11 de octubre del 2001, el Congreso del Estado eligió un gobierno interino en Ciudad Juárez. Un tribunal colegiado había decidido cancelar la elección local luego de las ‘trampas’ cometidas por el Partido Acción Nacional y su alcalde, Gustavo Elizondo al hacer campaña y promover su gobierno desde el Canal 26 de El Paso, Texas, cuando la ley electoral del Estado establecía que era tiempo de ‘veda electoral’ (claro, en México).

    En aquella histórica nominación arribó al poder José Reyes Ferriz, un joven político juarense, hijo del también ex presidente municipal de Ciudad Juárez, José Reyes Estrada.

    Todo el gobierno estatal de Patricio Martínez se volcó al rescate de la alcaldía, aun cuando el Partido Acción Nacional con Jesús Alfredo Delgado al frente, había ganado la elección municipal.

    La estrategia era llevar al triunfo a un mal candidato priista que se había convertido en una obsesión para el secretario general de gobierno, Víctor Emilio Anchondo Paredes y que fue ratificado por el gobernador en turno.

    El priismo invocaba la falta de carisma de Roberto Barraza; un mal orador, carecía de antecedentes políticos, pero el poder creía que el dinero y la marca PRI eran suficientes para remontar, en una segunda elección, el triunfo de su abanderado.

    La llegada del Concejo Municipal Municipal de gobierno convirtió a Ciudad Juárez en la metrópoli ideal para la inversión pública y la nueva cara. Era un método de seducción orientado a ganar el voto popular, algo que no se logró en su momento.

    Concluidos los casi 9 meses en el gobierno, el triunfo electoral de Jesús Alfredo Delgado- que fue nuevamente impugnado por el PRI- lo ratificaba ante el pueblo; como se insinuó y se estableció desde un principio, Barraza no ‘prendió’. El gobierno se negó a colocar en su lugar a otro candidato y se la jugó con resultados desastrosos.

     

     

    De 40 años de edad en ese entonces, Reyes Ferriz se convirtió en un ícono político para el PRI. El tricolor no convenció en el proceso electoral que llevó a Delgado Muñoz al por su candidato. La marca PRI no era suficiente: a los juarenses les gustó el gobierno provisional de Reyes Ferriz, pero no les gustó el candidato que el priismo había colocado para competir.

    Fue entonces que, unos años después, en el 2007, asumía el cargo de alcalde en sustitución del también priista Héctor Murguía Lardizábal. El pueblo no había olvidado al presidente del Concejo Municipal de gobierno.

    Rafael Navarro

    Periodista y Analista Político.

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