Existe un dicho que dice: “el poder que juzga nunca podrá estar por encima del pueblo al que pretende juzgar”. Y esto es lo que sucederá en los próximos meses, es histórico que el nuevo Poder Judicial haya sido elegido por las personas y no simplemente puesto o por los otros poderes o por poderes fácticos. Es necesario admitir que el proceso es perfectible y que se han cometido errores, pero eso no demerita el fin último de esta reforma, que es hacer que la justicia deje de ser un privilegio vertical para que sea un mandato horizontal.
Lo que sucedió el pasado primero de junio no es otra cosa más que la democratización de los tres poderes de un Estado, con lo que nos convertimos en un referente internacional, le pese a quien le pese, incluyendo a la cada vez más desdibujada “oposición”, que pretende demeritar con alusiones escatológicas, recurso por cierto cada vez más usado ante la falta de argumentos e ideas.
Lo que es cierto es que este primero de junio rompimos con el modelo neoliberal de occidente, ese de una justicia hegemónica, donde la justicia está capturada por el poder de unos cuantos. El pasado domingo se logró hacer un impacto profundo en la arquitectura política y un mensaje progresista en América Latina en donde nuevamente México será punta de lanza del progresismo de nuestro continente.
De paso esta reforma rompe con un Poder Judicial que beneficia a los que representan poderes fácticos, a los que permiten que la justicia tenga un precio, porque al final eso fue lo que lograron, que la justicia fuera para quienes tuvieran con qué pagarla. El domingo terminamos con eso.
Las críticas vienen de todos lados, como siempre que se hace algo representa un cambio profundo en la vida pública de este país, pero ni así pueden negar el paso valiente que dimos en la estructuración del Poder Judicial, uno que estaba demasiado politizado, y que pronto tendrá al primer indígena como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Y así de criticada, aún con eso, obviamente se inscribieron candidatos claramente ligados a los partidos de oposición, ahí está el caso de Roberto Gil Zuarth quien pretendió ser ministro de la SCJN, las oportunidades estuvieron para todos, pero solo llegaron por los que la gente decidió,es decir, la voluntad popular, no hay más.
Vale la pena destacar que a pesar de los llamados a no votar por parte del PRI y del PAN, tampoco surtieron efecto, demostrando no solo la poca efectividad, sino la poca o nula relevancia que cada vez más personas le tienen a estos partidos. Tan es así, que hubo más votos en esta elección judicial que los votos que juntos, PAN y PRI, sacaron en la elección del 2024.
Por esto es que deberían de estar preocupados y ocupados los pocos panistas y priístas que quedan, en presentar un proyecto de nación, una alternativa diferente, pero lo único que han hecho estos últimos 7 años es criticar a diestra y siniestra sin proponer nada.
Incluso en las elecciones en Durango y Veracruz, lo que hicieron fue pelearse por la segunda posición, y ni a eso llegaron, y en el caso del PRI, cada vez se acerca más el fin de la era de un partido que gobernó más de 70 años y que hoy está frente al ocaso, gracias también al empujón de su dirigente nacional.
Pero más allá de esta oposición de papel, es histórico que México cuente con sus tres poderes electos, sin imposiciones, sin dedazos, sin intereses de por medio, solo, en este caso, en la búsqueda de una justicia para todas y todos.

Lilia Aguilar Gil
Política y académica.
Maestra en Administración Pública por la Universidad de Harvard y en Gestión Pública por el Tecnológico de Monterrey. Ha contribuido en foros internacionales y enseñado en la Universidad de Harvard. Fundadora de la asociación civil LIBRE, se enfoca en el empoderamiento juvenil. Imparte clases en la UNAM y actualmente es Secretaria Técnica en la SSPC, habiendo sido titular en la Secretaría de Gobernación. Su carrera en el Congreso refleja su compromiso con la seguridad y las políticas sociales.
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