Los mexicanos somos alegres, sarcásticos, nos burlamos de todo, incluido aquello a lo que contradictoriamente decimos respetar, como las figuras religiosas y la muerte. Intuía desde niña este comportamiento y me adiestré en el tema de la risa para, quizás, como decía Octavio Paz en El laberinto de la soledad, camuflajear mis miedos y sumarme a la colectividad, menos amenazante que la oscuridad de mi propia individualidad.
En tiempos de Paz (el autor) no había tantísimo material que ejemplificara esa dualidad de nuestra raza: a carcajearse sobre todo del mal ajeno y el alto sentimiento de tomárselo todo personal, hiriéndose hasta por el más mínimo detalle en el que se sienta aludido.
¿Qué será lo que digan los eruditos del futuro cuando nos estudien? Una frase de la película La sonrisa de la Mona Lisa que me impactó relata el salto de las mujeres del papel doméstico al ejercicio de la ciencia y, sin ser erudita, veo en ellas el valor de dejar el peso del pasado para poner sus talentos al servicio de la patria y no solo del hogar.
Verán de nosotros los memes y videos viralizados, los personajes de mayor influencia: artistas, influencers, políticos polémicos. Verán por medio de nuestros “likes” lo que nos gusta, nos divierte o nos encanta.
Estamos dejando evidencia de quiénes somos como sociedad, las tendencias que tienden hacia donde nadie está de acuerdo, pero lo seguimos porque es lo que hay, tomando el lado divertido de las cosas. Y verán también nuestro lado más sombrío.
Observarán un cúmulo de humanos asustados por un hombre al que encumbraron como rock star, amándolo u odiándolo, pero dándole atención y poder. Se darán cuenta de nuestra facilidad para juzgar y hacer trizas la dignidad de una persona que fue captada por una cámara, quizás en algún momento difícil, y sin la menor empatía nos burlaremos de él sin conocerle, sin importarnos el daño a su propia piel.
¡Ah! No vaya a ser que alguien nos mire feo en la sala de espera o en el bus, porque entonces todo nos duele.
El ghosting nos derrota, perder el trabajo nos lleva a la depresión, entramos en crisis al dejar amigos, amantes y lugares que, a pesar de ser incómodos e insuficientes, nos mantenían atados, pues estar ahí es mejor que perder y mostrar la herida, enfrentar la exposición al mundo de mi piel sensible.
Se darán cuenta de que éramos conscientes del origen de nuestras patologías, de lo malo que es comer azúcar en exceso o desvelarse, y de cómo todos los estudios no nos fueron suficientes para cambiar los hábitos que nos estaban aniquilando.
En el futuro, los humanos o los androides quizás no comprendan por qué, después de llorar con una película del Holocausto, nos burlamos de los whitexican, los indígenas, los negros, los pobres, los feos, y seguimos promocionando la creencia de la superioridad de las razas con nuestras “elecciones”, donde le apostamos a quienes nos separan en lugar de unirnos.
Sí, dirán que nuestra piel es sensible, pero nuestras acciones, de hierro.

Rocío Saenz
Lic. En Comercio Exterior. Lic. En Educación con especialidad en Historia. Docente Educación Básica Media y Media Superior, Fundadora de Renace y Vive Mujer A.C. Directora de Renace Mujer Lencería, Consultora socio política de Mujeres.