Dicen que los sabores dulces se sienten más intensos después de haber probado algo salado. Que el chocolate sabe más a cielo cuando antes rozamos el infierno de una arroz mal hecho o una lágrima en la boca. Y así, como el paladar aprende a distinguir placeres después de las penas, el alma también afina sus sentidos.
Porque, mujer, tú lo sabes bien: la vida no es una línea recta ni un menú predecible. Es más bien una cocina caótica donde a veces se quema la comida, se olvida la sal, y otras tantas, el pastel se derrumba justo cuando ya olía a gloria. Pero incluso entonces, entre mechas encendidas y platos rotos, se cuece tu fuerza.
Has llorado tanto que podrías salinizar el mar. Has reído como si cada carcajada fuera un conjuro para no rendirte. Y cada herida que parecía el final de todo fue apenas el inicio de una nueva receta de ti misma.
No hay reconstrucción sin ruina. No hay nueva tú sin esa versión tuya que tembló, que dudó, que se cansó. Pero mira: sigues aquí. Y no solo eso, ¡sabes más rico que nunca! Con esa mezcla de dulzura curtida y picardía sutil, como un postre con un toque de chile, como quien ya no pide permiso para saborear la vida.
Pero déjame decirte algo más, algo que no siempre se dice con claridad: nada de esto pasa por accidente. Nada es casualidad. La reconstrucción no se da solo porque el tiempo pasa o las heridas se cierran. Hay un momento crucial, uno que cambia todo: cuando decides hacerlo con intención.
Porque sí, puedes reconstruirte solo para volver a ser “algo”, pero cuando lo haces con conciencia, cuando eliges qué versión de ti vas a proyectar, qué fortaleza vas a resaltar, qué enfoque vas a convertir en tu obsesión, en tu propósito… entonces ya no solo te estás reconstruyendo: te estás transformando.
Ahí ocurre la magia. Cuando dejas de ser la que sobrevive para convertirte en la que elige, en la que crea, en la que dirige su historia como autora y protagonista. Esa mujer en reconstrucción empieza a ser mujer en evolución.
Y no, no has perdido nada. Porque nunca se pierde: se aprende. A veces se gana y otras, se aprende. Y créeme, del dolor y de la tristeza se aprende más que de cualquier otra cosa. Tocar fondo no es el fin, es el inicio del ascenso.
Hoy te invito, desde lo más profundo y más ligero de mí, a recentrarte en esa mejor versión tuya. Esa que tanto has soñado ser, que tanto has imaginado imposible, pero que en realidad ya eres. Sí, ya eres esa mujer. Solo que aún no te has dado cuenta. O tal vez sí, y solo necesitas recordarlo con una risita cómplice frente al espejo.
Hazlo. No por demostrar nada a nadie. Hazlo por ti. Porque mereces saber cómo se siente vivir siendo tú misma en tu máximo esplendor, sin filtros, sin disculpas, con la intención bien puesta y la cabeza bien alta, aunque lleves la pijama puesta.
Con amor,
Erika Garay

Erika Garay
Estratega de ventas y liderazgo femenino, Erika Garay inspira a romper techos y reescribir historias. Desde el diseño y las neuroventas hasta el coaching y la motivación, impulsa a mujeres a liderar con propósito. Voz de "En Positivo" y pluma de ADN A Diario Network, es guía en el camino hacia una vida plena, poderosa y sin límites.