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    abril 25, 2024 | 20:41

    Maradona: Un ídolo bastante terrenal

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    Odiado por unos, idolatrado por otros, Diego Armando Maradona fue alguien que no conoció puntos medios, siempre vivió al límite. Pero no se puede negar que hizo historia en el mundo del deporte a nivel mundial, y que en muchos otros aspectos de su vida fue lo que hoy los millenials llamarían un influencer, sobre todo por irreverente, siempre tenía a mano una pregunta incómoda para quien lo interpelara.

    Sus éxitos en materia deportiva no están a discusión, a tal grado que disputó por muchos años con el gran astro brasileño Edson Arantes Do Nascimento, Pelé, el título del mejor jugador de fútbol de la historia.

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    Originario de Buenos Aires, nació en el partido de Lanús, pero se crio en Villa Fiorito, donde desde muy pequeño su vida estuvo unida a un balón y fue ahí donde le empezaron a llamar El Pelusa, por su prominente y rizada cabellera, sobrenombre que se le quedó para siempre. Con apenas nueve años de edad, entró a un equipo que dirigía su padre y, aunque esa situación generó recelos entre sus compañeros por ser menor que ellos, Maradona demostró que merecía el puesto y durante los siguientes años se convirtió en el máximo goleador del equipo.

    Con apenas 15 años, en 1976, debutó en primera división con el Argentinos Juniors y el futbol se convirtió para él en una forma de vida, además de continuar con su racha de máximo goleador. En 1979 ganó el Campeonato del Mundo Juvenil y dos años más tarde, en 1981, firmó para Boca Juniors y ese mismo año llevó al equipo al campeonato de liga.

    Al siguiente año dio el salto a Europa. Fue el F.C. Barcelona el que lo fichó, aunque fueron muchos los equipos que lo tenían en la mira. Su fichaje costó mil 200 millones de pesetas, una gran cantidad de dinero por un jugador sudamericano para esa época, pero, una vez más, Maradona demostró que la inversión de los catalanes valió la pena y, no obstante que solo estuvo dos años con los blaugranas, ganó la Liga, la Supercopa de España y la Copa del Rey.

    En 1984 fue fichado por el Nápoles y siguió ganando trofeos, incluyendo dos campeonatos ligueros, la copa de la UEFA y la Supercopa de Italia. Volvió a España para jugar una temporada con el Sevilla y ahí culminó su aventura europea. Ya de regreso en Argentina jugó con el Newell’s Old Boys y con el Boca Juniors, equipo con el que se retiró en 1997.

    La historia de Maradona con la selección de Argentina también estuvo llena de éxitos. Jugó cuatro mundiales de los 21 a los 33 años -los cuales personalmente disfruté al máximo, sobre todo el de México 1986-, llevando a su país al subcampeonato en Italia 1990 y al campeonato en México, país con el que siempre estuvieron relacionados su carrera y éxitos. Aquí fue donde se consagró en la historia del fútbol al marcar en el estadio Azteca el considerado por especialistas como el mejor gol del Siglo XX, anotó un tanto con la mano (La Mano de Dios) y se coronó campeón de la Copa del Mundo. El 29 de junio, tras vencer 3-2 a Alemania Federal, levantó el trofeo, aplaudido por más de 100 mil personas en el Coloso de Santa Úrsula. Ese torneo fue el gran escenario para El Pelusa, donde también destacó en el estadio Olímpico Universitario y en el Cuauhtémoc.

    Dieciséis años después, en 2002, Maradona vino a México para jugar en la despedida de Carlos Hermosillo. Pasaron otros 16 años y, en septiembre de 2018, los Dorados de Sinaloa, que jugaban en la Liga de Ascenso, lo contrataron como director técnico. Su llegada a Culiacán ocasionó revuelo a nivel nacional, pero realmente se veía venir el final de sus días en el deporte. Al frente de Dorados dirigió 36 partidos, de los cuales solo ganó la mitad y su salida del equipo fue complicada, de tal forma que de la afición se despidió a través de sus redes sociales.

    Gracias a su paso por el equipo sinaloense, Diego Armando Maradona visitó Ciudad Juárez en una ocasión para dirigir el juego donde Dorados enfrentó a los Bravos en la semifinal del Apertura 2018. En estas páginas se reseñó que fue un 23 de noviembre de 2018 cuando El Pelusa llegó a Juárez con su equipo para concentrarse previo al duelo de la semifinal. Y fue aquí donde dio una muestra de su sencillez a su llegada al aeropuerto, ya que, escoltado en todo momento y para sorpresa de muchos, aceptó que un niño subiera al camión para tomarse una foto con él, gráfica que hoy seguramente adquiere gran valor para ese menor.

    El duelo entre Bravos y Dorados se jugó a las 18:00 horas del sábado 24 de noviembre en el estadio olímpico Benito Juárez y, no obstante que los juarenses se llevaron el triunfo 1-0, no les alcanzó porque los sinaloenses llegaron con ventaja de dos goles que anotaron en el juego de ida. Ese pasaje es parte ya de la historia del deporte, pero Maradona fue más que un ídolo deportivo.

    Su vida estuvo ligada a la política, quizás de una manera tangencial, pero que en lo particular considero importante por su relación con personajes ligados a los movimientos progresistas y a la izquierda de Latinoamérica. Fue admirador confeso de la Revolución Cubana y de su líder Fidel Castro, apoyó el proyecto socialista de Hugo Chávez en Venezuela y fue simpatizante de los Kirchner en Argentina y de Evo Morales en Bolivia, entre otros. Pero el lazo más fuerte lo estableció con Castro, a quien conoció un 28 de julio de 1987, al año siguiente de su consagración en México 1986, al ser premiado como mejor deportista del año por la agencia cubana Prensa Latina. Para ese entonces, Maradona no era un hombre de izquierda y hubo necesidad de que dos periodistas argentinos, Carlos Bonelli y Pablo Gionto, lo convencieran de que acudiera a recibir el premio a la isla caribeña. Lo hizo y nació así una relación que se extendería hasta la muerte del líder cubano.

    Maradona vivió 4 años en Cuba y en esa temporada Fidel, según declaró El Pelusa a la muerte de éste, le llamaba incluso en la madrugada para platicar de política y deporte. Diego se tatuó al Che Guevara en el brazo, en el aniversario de los 30 años de la muerte del guerrillero argentino-cubano y en su pierna izquierda grabó con tinta indeleble una imagen de Castro. Al morir Fidel, en 2016, Maradona asistió a sus funerales y declaró que había muerto “el más grande”, al que en determinado momento calificó como su “segundo padre”. Cosas de la vida, Diego Armando falleció el mismo día que el líder cubano, pero 4 años después.

    También fue amigo del líder venezolano Hugo Chávez. Durante la IV Cumbre de las Américas, que sesionó en la ciudad argentina de Mar del Plata en noviembre de 2005 y en la que los presidentes latinoamericanos impidieron la conformación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsada por el mandatario estadounidense George W. Bush, miles de militantes, entre ellos Maradona, llenaron un estadio de Mar del Plata, provenientes en su mayoría de Buenos Aires en el “Tren del ALBA”. El “10” estuvo al lado de Chávez durante todo el acto. En ese evento estuvo también Evo Morales, quien poco después sería electo presidente de Bolivia. Luego de ese encuentro con Chávez, Maradona fue invitado varias veces a Caracas y solo tuvo palabras de elogio para “el comandante”. “Estoy con Chávez a muerte”, decía. En 2018, a cinco años del fallecimiento del presidente venezolano, el exfutbolista le dedicó un mensaje por Instagram. “El recuerdo más lindo del mundo es cuando (Chávez) me agarró la mano en Mar del Plata, y me dijo: ‘Tú te quedas a mi lado…'”. El respaldo del futbolista se extendió al presidente Nicolás Maduro.

    Al expresidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva le demostró apoyo cuando el 7 de Abril de 2018 fue injustamente encarcelado. Maradona publicó la siguiente frase: “Lula querido, el Diego está contigo!”. Tras 19 meses preso, Lula fue liberado y Maradona fue enfático al señalar públicamente: “Hoy se hizo justicia”.

    En Marzo de 2008, Maradona aceptó una invitación del presidente de Bolivia, Evo Morales, para disputar en La Paz un partido amistoso con la finalidad de respaldar el derecho de Bolivia a jugar en los 3 mil 600 metros de altitud de La Paz, situación que la FIFA quería impedir. El duelo entre un combinado de exjugadores argentinos y el equipo del presidente Evo Morales tuvo lugar en el estadio Hernando Siles el día 16 de ese mes. Posteriormente y fiel a su amistad con el líder boliviano, el “10” lamentó el golpe de Estado orquestado en Bolivia en 2019 al considerar a Evo una buena persona que trabajó siempre por los más humildes. “#EvoElMundoEstaContigo”, expresó en 2019 en Instagram al caer el gobierno de Morales. A la muerte de Diego, Evo declaró a la televisión argentina su agradecimiento por el apoyo que Maradona siempre dio a los pueblos del mundo como un verdadero antiimperialista. “Bolivia no lo olvidará, Maradona es para siempre”, dijo.

    Maradona no fue un santo, eso está claro, y creo que nadie lo describió mejor que Eduardo Galeano, periodista y editor que tenía el poder de escribir sobre problemas sociales y presentarlos al lector como problemas íntimos, los volvía una cuestión personal. De Maradona dijo en su libro “Cerrado por Futbol”, publicado de manera póstuma en 2017: “Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas, o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable. Pero los dioses no se jubilan, por muy humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de dónde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero, lo condenó a creerse Maradona y obligado a ser la estrella de cada fiesta, el bebé de cada bautismo, el muerto de cada velorio. Más devastadora que la cocaína es la ‘exitoína’. Los análisis, de orina o de sangre, no delatan esta droga”.

    Podremos odiarlo o idolatrarlo, qué más da. El hecho es que Maradona es un personaje que definitivamente dejó huella.

    Juan Carlos Loera SQR

    Empresario y político defensor de la cuarta transformación.


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