Las reformas a la Ley Federal del Trabajo, expedida en 1970, han sido el resultado de luchas obreras, huelgas, represión, e incluso, han costado la vida de quienes se sublevaron por mejores condiciones laborales; detrás de los derechos obreros está una de las causas fundamentales del aumento a la esperanza de vida de las clases trabajadoras. De ahí su relevancia, como reformas de gran calado que afectan directamente a la población.
Por ejemplo, la pasada legislatura, durante el sexenio de EPN, la reforma laboral, en el enmarcado de las reformas estructurales representó una de las peores épocas para la clase trabajadora, ya que el discurso neoliberal fue traducido y positivizado en discurso jurídico. Las normas fueron confeccionadas por legisladores a los que, los cabilderos de la patronal, fungieron como “el espíritu del legislador” al mover la mano santa de quien escribe la ley que generó un marco jurídico que daba a las empresas la flexibilidad de obtener mayores ganancias en menoscabo de los derechos laborales del trabajador.
La visión del “Pacto por México” fue la de quien concibe al trabajo precarizado como una “solución” (para los empresarios, claro), convirtiendo las relaciones laborales en relaciones de subordinación donde las garantías sociales y los derechos humanos de los trabajadores no tenían ningún valor frente al posicionamiento del neoliberalismo más voraz.
En contraste, el politólogo Juan Carlos Monedero fue quien acuñó la expresión de la “legislatura del pobretariado”, desde ella hace una clara referencia a Marx, pero instalado en el enmarcado de una socialdemocracia en la que refiere “un momento audaz y determinado de superación del viejo modelo en busca de la inclusión de los tradicionalmente excluidos, pero que opta por legislar en vez de dictar”.
En ese sentido, la LXIV legislatura con una enorme mayoría de Morena por medio de la coalición “Juntos Haremos Historia”, representa el nuevo paradigma dominante, uno en el que un pueblo cansado de trabajos precarizados, ha encontrado en la bancada de Morena ese momento político para darle preponderancia a la clase trabajadora, históricamente desplazada del entramado jurídico.
Ahora, con 479 artículos modificados que reconfiguran el conjunto de leyes que comprenden la legislación laboral, esta nueva reforma tiene esos tintes socialdemócratas, que, en efecto, evoca a la legislatura del pobretariado porque la premisa de la cual parte la Reforma Laboral empata con la premisa discursiva que el presidente López Obrador a enunciado desde la campaña para construir el edificio ideológico de su gobierno: “primero los pobres”.
Un buen parámetro para medir lo anterior, como un elemento de desmarque ante el anterior paradigma neoliberal, es la reacción que tuvo la COPARMEX, a través de su presidente Gustavo de Hoyos, que no paró de hacer berrinches ante los medios por cómo quedó la reforma y que, a pesar de sus presiones, por fin se instauran los procedimientos para garantizar la democracia sindical con el propósito de hacer más justa la relación obrero-patronal. El señor de Hoyos necesita asumir con urgencia que sus consentidos ya no gobiernan este país.
Y es que, no es para menos, la misma COPARMEX que paseaba de la mano a Gloria Álvarez por toda la República para operar en contra de AMLO y a favor de Anaya, pregonando que “el libre mercado” era una maravilla mientras repudiaba la libertad sindical, es la misma asociación que quiso dictar una agenda sin ningún tipo de legitimidad moral.
Por fortuna, la nueva reforma legal en materia laboral, entre algunos de sus aspectos más importantes destacan la libertad sindical como un elemento que prevé la libertad de los trabajadores para afiliarse a un sindicato, así como las características que deberán salvaguardarse en los procesos de elección de las directivas sindicales.
En materia de democracia paritaria las disposiciones que se introducen tienen el propósito de dar pasos firmes para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres en el universo productivo y de servicios. Se propone una adición al artículo 3o para hacer exigible el respeto, igualdad y dignidad de las y los trabajadores, así como reconocer las diferencias entre hombres y mujeres para obtener su igualdad ante la ley. Asimismo, se considera de interés social garantizar un ambiente laboral libre de discriminación y de violencia.
También se establece como medida precautoria, en caso de despido, que el patrón se abstenga de dar de baja a la trabajadora de la institución de seguridad social a la que la tenga afiliada.
En los llamados trabajos especiales, las cuales son actividades económicas específicas que, dada su naturaleza, requieren una regulación especial debido a sus particularidades, importancia, o por la vulnerabilidad de las partes que conforman la relación laboral, ahora fueron incluidas las personas trabajadoras del campo y las personas trabajadoras del hogar.
También, el proyecto obliga a los patrones a inscribir a las personas trabajadoras del hogar al Instituto Mexicano del Seguro Social y pagar las cuotas correspondientes.
Se incluyen modificaciones que, por primera vez, garantizan que el depósito de los contratos colectivos de trabajo sean ante una entidad autónoma (el Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral), y que el voto personal, libre y secreto de los trabajadores constituye un requisito para el depósito de los contratos colectivos, a través de la presentación de la Constancia de Representatividad.
Por todo lo anterior, la Reforma Laboral de Morena ha dado un paso enorme en la defensa del trabajador, generando mayores condiciones de igualdad frente al poderío de las empresas.
Desde los 17 años ha escrito en diferentes medios en México y Estados Unidos, como El Diario o San Diego Red.
Actualmente es asesor parlamentario en el Senado de la República y ha participado como analista político en W Radio con Loret de Mola, NTN24 en televisión colombiana, Nación 321 y El Francotirador con Nacho Lozano.
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