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    abril 26, 2024 | 7:36

    En guerra; sin fusil y sin soldados

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    La tragedia que supone el Covid 19 va mucho más allá de las cifras, las alertas o la incomodidad que implica para muchos las medidas de prevención y reducción de movilidad implementadas por Gobierno del Estado. Para quienes, por fortuna, no han tenido que verse a la cara con la enfermedad, no pueden entender la desgracia que en ella emerge. La pandemia golpea, destruye a todos aquellos que por diversas condiciones han tenido que enfrentarse a ella ya sea como enfermos, personal médico o trabajadores cercanos a las áreas que involucra.

    Nadie puede imaginar siquiera la angustia que padecen familias completas y equipo médico, al encontrarse completamente indefensos y vulnerables ante un mal para el que no existe una solución única e infalible, que aparece en escena mundial desafiando a los sistemas de salud de todo el mundo y que se ensaña con aquellos que, por pobreza o corrupción, como es el caso de México, se encuentran desnudos e impotentes ante la gravedad de la situación.

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    La pandemia no solo ha mostrado la realidad del desmantelamiento del sistema público de salud, lo ha rebasado y colapsado en todas y cada una de sus áreas. Si alguno de ustedes tuviera la oportunidad de dar una vuelta por los hospitales de nuestra ciudad encontraría escenas sacadas de una película de terror.

    Personas de todas las edades arremolinadas en el área de urgencias con una amplia diversidad de padecimientos y quienes deben de esperar solos por las medidas de prevención, varias horas para ser atendidos. Pacientes que una vez superada la emergencia deben regresar a sus casas aún sin haber pasado el tiempo necesario para su adecuada recuperación. Personas con problemas respiratorios desplomándose apenas ponen un pie en la puerta.

    Grupos de familiares que en total incertidumbre al no tener ningún tipo de información sobre su familiar ingresado ya sea hace días u horas.

    Pero dentro de los nosocomios, las cosas son aún peor. Todo el personal desde primer hasta último nivel acusa cansancio, estrés, pero, sobre todo; temor. Cada uno manifiesta su sentir de diversa manera, decaimiento, mal humor, nerviosismo. Las pláticas giran sobre el mismo tema. Los hay quienes aún no se han contagiado, pero les angustia hacerlo por ellos y sus familias.

    Los hay quienes ya enfermaron. La mayoría de ellos describen que aún no están del todo recuperados, ante la falta de personal en este caso, en las clínicas del IMSS debieron de reincorporarse al trabajo en menor tiempo del recomendado para su completa recuperación.

    Los casos extremos corresponden a personal que empieza a presentar síntomas de contagio y ante la falta de pruebas se mantienen laborando. Acompañando a un familiar por varios días, 24 horas en la clínica 35 del IMSS declarada Hospital Covid tienes oportunidad de vivir situaciones que no pueden más que causarte dolor, tristeza al comprobar el atraso que se vive en nuestro país en todos los ámbitos, pero que adquiere tintes de criminalidad cuando involucra la salud y la vida humana.

    Duele la falta de equipo. Trajes, máscaras y batas de baja calidad, completamente distantes al equipo de protección de sus colegas en otros países. Hubo un par de noches que, al realizar el cambio de guardia, no se dotó a los enfermeros de batas y guantes porque no había. Pero debido a las medidas de prevención contra el Covid, tampoco se les permitió utilizar los propios.

    Es fácil entender la rápida propagación y contagio de Covid en los hospitales públicos, donde no se aplican las pruebas a pacientes y personal, donde en las zonas de No Covid, conviven pacientes que presentan síntomas y sospecha de Covid con pacientes con otros padecimientos. Cuando los protocolos de higiene y sanitización presentan grandes agujeros por donde se cuela el contagio. Cuando la indisciplina es parte del genoma mexicano.

    Es fácil entender la alta tasa de mortandad que presentan las instituciones públicas como es el caso del IMSS de donde de cada 10 pacientes que ingresan a “piso Covid” fallecen 5 y que estos pacientes se encuentren entre la clase más vulnerables cuando a casos “probables” o “sospechosos” lo único que se receta es: paracetamol y dexametasona.

    Y luego todavía tienes que a ese mismo personal que tiene que hacer largos turnos, con poco personal sin equipamiento adecuado, exhausto, agotado física y mentalmente no cuenta con el apoyo y reconocimiento de sus instituciones y superiores, cuando los recursos prometidos no llegan, cuando a pesar de dejarse el mayor esfuerzo no se les reconoce y se les sigue exigiendo cumplir con horarios y labores titánicas a costa de su integridad y la de los suyos. Cuando no existen incentivos económicos que al menos mitiguen o compensen su situación.

    Del IMSS al ISSSTE al Hospital Central y General, del gobierno federal y del estado es la misma situación. Los llaman “Héroes”, de cara a las cámaras y micrófonos, pero una vez fuera del reflector lo único que hay es exigencia, cansancio y una vuelta de espaldas a la exigencia de diálogo.

    Fuera del sector de salud las cosas no son muy distintas, infinidad de áreas al borde del colapso, Registro Civil en Juárez es una de ellas, el poco personal que queda no es suficiente para atender el alto número de trámites en actas de defunción por Covid, no de aquellos que aparecen en los conteos oficiales que son los que mueren en clínicas y hospitales, sino de todos aquellos que a falta de atención médica y/o de una cama, los envían a morir en sus hogares.

    Una burocracia inequitativa, con un grueso de personal en casa desde hace 6 meses por riesgo o vulnerabilidad, y otro tanto con jornadas extenuantes, con beneficios y salarios reducidos. Molesta por la disparidad de condiciones que existen entre los mandos superiores y el personal operativo.

    Esta es una escena que se repite en prácticamente todas las dependencias de los tres niveles de gobierno. Aquellos que no entienden o no desean entender las duras medidas que se han tomado para parar la gran ola de contagios presentados en las dos últimas semanas, son los mismos para quienes la economía está por encima del valor de la vida humana.

    Solo aquellos que no conocen la terrible enfermedad y la forma atroz en que ataca a sus víctimas pueden ser insensibles a lo que vive personal médico, familias y enfermos. Medidas dolorosas, sí, pero necesarias, los bienes materiales pueden recuperarse, la pérdida de un ser querido, no.

    Sin duda, la tríada más trágica a la que nos enfrentamos y que nadie podía haber imaginado se ciernen sobre nuestro estado: pandemia, desmantelamiento de la infraestructura de salud y apatía.

    Falta inversión en todas las áreas de salud para dar atención digna a los enfermos, pero también falta ciudadanía solidaria. ¿Sin gobierno y ciudadanía, cuántas víctimas más habrá que esperar?

    Claudia Vazquez Fuentes

    Analista Geopolítica.

    Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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