Ciudad Juárez, Chih. – Hace una semana leí en redes sociales una publicación de una persona que solicitaba los datos de contacto del “señor que cura todas las enfermedades”. Decidí seguir la conversación y, para mi sorpresa, los comentarios incluían desde personas también solicitando la información de contacto, hasta personas compartiendo las enfermedades que querían que les trataran.
Al ser testigo de cómo la conversación se iba dando, no podía dejar de pensar en que lo más sorprendente no era la existencia de este “señor que cura todo”, sino la tranquilidad que sienten las personas al confiar su salud y su vida en manos de alguien a quien no conocen. Ningún comentario preguntaba sobre sus estudios; ninguna persona cuestionaba su experiencia; nadie preguntaba sobre los tipos de tratamiento que maneja. ¡Parecía que este señor maneja una perfecta estrategia de publicidad y mercadotecnia! El sueño de todo negocio: ¡el público no cuestiona, está listo para pagar!
¡Esto me dolió muchísimo! Estamos tan necesitados de una atención médica confiable, amable y alcanzable, que caemos ante cualquier slogan rimbombante. Tanto queremos encontrar a la persona correcta que cure nuestras dolencias, que ni siquiera pedimos referencias o investigamos sobre su preparación.
¿Qué será lo que nos mueve a preferir a alguien con un slogan, que a alguien con preparación, experiencia y trayectoria? ¿Será su trato? Tal vez; aunque realmente la profesión no indica el tipo de trato que vamos a recibir.
¿Será su costo? Tal vez; aunque muchas de las personas -o productos- que se anuncian como “milagrosos”, suelen tener el mismo costo, o inclusive ser más caros, que un servicio ofrecido por alguien con preparación, ya sea médica o terapéutica, confiable.
O, más bien, ¿será que queremos el camino más fácil? ¿Preferimos buscar a la persona que promete curar todas las enfermedades que tengo, y todas las que pueda llegar a tener en mi vida? Tal vez; aunque por lo general cualquier tratamiento, médico u holístico, requiere que pongamos de nuestra parte. Mínimo, es necesario tener disciplina y constancia, además de que es inevitable realizar cambios en nuestra alimentación y estilos de vida.
Cualquiera que sea la razón -o excusa- que pongamos para justificar el asistir con personas como “señor que cura todo”, tenemos que estar conscientes del impacto de nuestra elección. Por más “milagrosas” que prometan ser, y por más enfermedades que digan que pueden curar, el dejar nuestra salud en manos de alguien con una profesión dudosa, es un grave riesgo.
Nada justifica poner en riesgo nuestra salud, en espera de “curarnos de todo”. ¡Seamos exigentes con las personas en las que confiamos nuestra vida y nuestra salud!
Titulada en Diseño gráfico y pasante de la Maestría en Acción Pública y Desarrollo Social. En su experiencia destaca el ser co-fundadora de una asociación civil y ser miembro fundador de una red de agrupaciones juveniles. Ganadora del Premio Nacional UVM por el Desarrollo Social, cuenta además con el Premio Estatal de la Juventud, el Reconocimiento a Mujer del Año de Ciudad Juárez y la mención de Mujer Líder de México.
