Sin duda Francis Fukuyama nos expuso en su libro “El fin de la historia y el último hombre” (The End of History and the Last Man), en el año de 1992; que la historia como una lucha de clases había llegado a su fin al igual que el derrumbe del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y la disolución de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pues ya sin un adversario ideológico al capitalismo, se acababan los grandes hombres y los grandes relatos, pues gracias a la democracia liberal y por el concepto que va implícito de libertad.
Desde el idealismo alemán con Hegel, se concebía que la dinamo del progreso es la perpetua lucha del reconocimiento de unos y otros, porque la naturaleza del hombre siempre será diferente. Porque en la sociedad hay dos tipos de hombres, en primer lugar ambos quieren reconocimiento, pero uno está dispuesto a morir con tal de que sea reconocido y el otro por miedo prefiere someterse y allí surge la relación amo-esclavo. La historia del siglo XIX y casi todo el XX, era el gran relato de los amos, como Bismarck, Napoleón III, Porfirio Díaz, pero no de los trabajadores, del campesino o de los profesores. Hablamos de los relatos de las conquistas, de las guerras y de los descubrimientos, es decir, del imperialismo.
Así mismo el economista Karl Marx en su obra “El Capital” de la segunda mitad del siglo XIX, señaló que las contradicciones entre la clase proletaria y burguesa, es el motor de la historia; la de una sociedad industrial, de la modernidad y en donde haya industrialización, habrá una lucha de clases. Pero vamos más allá, no solo era la concepción de la historia, sino el fundamento del sistema positivista de la ciencia natural moderna, que era la prueba de que la historia era lineal, por lo tanto el progreso también lo era.
Hegel y Marx coinciden es que existía una didáctica de las contradicciones, una idea de progreso que estaba por consolidarse y con ello el fin de la historia. Para Marx el fin de la historia es el comunismo y para Hegel es la democracia liberal, que en el fondo ambas son lo mismo.
Siguiendo con esta tangente, la democracia liberal en el siglo XXI es la felicidad de todos y por lo tanto, la historia ya no era necesaria porque ya no habría nada que relatar. Es así como la historia llega a su fin. Claro que en 1992 se anunciaba que aquellas naciones con fanatismos, religiones o nacionalismos extremos, serían los últimos bastiones del siglo XX, pero no representaban gran peligro. Esto nos abrió otro camino, si la historia como la conocíamos ya ha culminado, entonces terminaba la era de la modernidad; desde entonces ingresamos en la década de los 90 y lo que va del siglo XXI a la Posmodernidad.
Se acabó también la era de los descubrimientos del cosmos, entonces ¿La ciencia también llegó a su fin?, Estados Unidos con la misión Apolo dijo ¡No!, pero entonces si ya no hay guerras, enfermedades que combatir, no volvimos a la luna, porque ya llegamos a la felicidad plena ¿Qué función tiene la biología? ¿Para qué usaremos la química? ¿Qué sentido tiene enseñar el binomio de Newton? El fin de la Guerra Fría también significó el derrumbe de la idea decimonónica que teníamos de progreso que repercutió a las ciencias duras, sociales y humanidades.
Pero resultó muy interesante como las democracias liberales, basadas en el Neoliberalismo, última fase del capitalismo, comenzó una campaña de felicidad a través de un estado de bienestar, que abrió el acceso a la vida burguesa a todos. Por ello, los mercados internos se volvieron dependientes del mercado mundial y con ello un instinto del deseo de ser amos y esclavos. El estado de bienestar trajo la libertad de todos, pero de acuerdo a Hegel, no todos pueden ser libres pues la naturaleza del hombre es dominar o ser dominado. Entonces volvimos a caer en una lucha de reconocimiento de unos y otras, hoy en día se les han dado a las minorías tanto reconocimiento que ahora una minoría intenta sobreponerse a la mayoría. Por lo tanto, los nacionalismo e ideologías han resurgido pero a los extremos. Volvimos a caer en las mismas contradicciones.
En cuanto a nuestro país, el estado de bienestar posrevolucionario venía presentado fallas desde 1950 debido a una mala administración pública y a la deficiente industrialización. Por ello en la década de 1980 hay una tendencia tecno-derecha y neoconservadora en México que solo puedo germinar en el Partido de Acción Nacional (PAN), ya que por la naturaleza de centro izquierda del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sostenerse de postulados de antes de 1911 representaba la segunda gran contradicción, luego de ser revolucionario e institucional a la vez.
Lo que ocurre con el PAN, es que volteó al positivismo del porfiriato donde se privilegiaba a la ciencia, por lo tanto agarraron académicos clave formados en el extranjero y luego fueron integrados en el mundo académico nacional. Este proyecto fue germinando hasta que dichos académicos fueron colocados en el gobierno federal y se echó a andar desde el 2007 hasta el 2012. Que fue todo el gobierno del presidente Felipe Calderón donde se privilegió la historia nacional, las figuras de los grandes hombres y la supremacía de las fuerzas armadas como máxima institución de México.
Pero además, la posmodernidad y el neoliberalismo también abrieron un nuevo mercado, el de las armas, y México no se quiso quedar atrás, por ello desde el 2007 hasta la actualidad, unas de las importaciones de nuestro país son las armas, ya que la guerra contra el crimen organizado no fue solo por mera cuestión moral, sino como una oportunidad de salir del colonialismo y ser parte del nuevo imperialismo.
Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.
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