En el corazón del actual proceso electoral en el estado de Chihuahua, particularmente en Ciudad Juárez y el distrito judicial Bravos, se juega mucho más que el simple ejercicio del voto. Se trata de una elección inédita que rompe con los paradigmas tradicionales de la democracia representativa. Por primera vez, los ciudadanos deberán elegir, de manera directa, a 83 personas juzgadoras en un proceso que exige un nivel de información y comprensión técnica sin precedentes.
El escenario es complejo. Lo explicamos con amplitud en ADN El Podcast, espacio que tengo el honor de conducir, en un episodio reciente en el que la doctora Olga Hernández, presidenta de la Asamblea Distrital Bravos, detalló la abrumadora naturaleza de esta elección. Si normalmente el elector común enfrenta dificultades para seleccionar entre cinco o seis candidatos en elecciones federales o locales, en este caso la tarea se multiplica hasta el agotamiento.
Cada ciudadano recibirá 11 boletas. Cinco corresponden al ámbito local, incluyendo jueces civiles, penales y laborales; las otras seis son federales. En total, el votante deberá seleccionar hasta 83 opciones. Esto supone un ejercicio mental exigente que bien podría desincentivar la participación. La elección rompe, como bien dijimos en el podcast, el histórico paradigma de “un ciudadano, un voto”. Ahora se multiplica: cada sufragio se convierte en un cúmulo de microdecisiones que definirán el futuro del poder judicial en la región.
A pesar de la evidente importancia de este proceso, la difusión institucional ha sido limitada. Olga Hernández reconoció que la estrategia de comunicación enfrenta serias restricciones. Ni los partidos políticos ni los candidatos tienen, en este caso, un rol protagónico. No hay promoción en radio ni en televisión, y las redes sociales personales se han convertido en el refugio precario de los aspirantes. ¿Cómo se espera, entonces, que la ciudadanía llegue informada al momento de sufragar? En este aspecto, el Instituto Estatal Electoral parece haber subestimado el tamaño del desafío.
Sumemos a ello las particularidades técnicas. La mecánica para marcar las boletas es delicada y está sujeta a interpretaciones. Un voto puede ser anulado si la intención no queda perfectamente clara. A esto se agrega la posibilidad, legalmente gris, de que los votantes lleven un “acordeón” con los números de sus candidatos predilectos. Si bien esto parece práctico, también abre la puerta a impugnaciones. De consolidarse, podría sentar un precedente polémico para las elecciones regulares.
En cuanto al conteo de los votos, el reto es igualmente monumental. Las urnas, que podrían ser hasta 11 por casilla, deberán ser procesadas sin la participación de representantes de partidos ni de candidatos. Solo los funcionarios de casilla y los observadores podrán atestiguar este proceso, lo que en sí mismo representa un giro profundo en la manera en que entendemos la vigilancia ciudadana en las elecciones.
No es menor el hecho de que todo este sistema haya sido planeado en tiempo récord y bajo severas restricciones presupuestales. En un mundo ideal, como señalamos durante la grabación, esta elección debió haber sido digital. La tecnología está lista —existen mecanismos biométricos seguros en casi todas las aplicaciones comerciales— pero no así la voluntad ni la capacidad operativa del Estado para implementarla en tan poco tiempo.
El reto más grande, sin embargo, no es técnico ni presupuestal. Es cultural. La idea de que un voto puede multiplicarse en decenas es ajena a nuestra práctica democrática habitual. La doctora Hernández lo expresó sin rodeos: el mayor obstáculo es romper con el paradigma de siempre. En otras palabras, entender que ahora el voto también es una responsabilidad profundamente informada y participativa.
Con todo este panorama, es legítimo preguntarse si el proceso será exitoso. La propia autoridad electoral es cauta. Aspiran, en el mejor de los escenarios, a alcanzar el 20% de participación. Eso, en números reales, representa más de un millón de votos y más de 83 millones de microdecisiones que deberán ser procesadas con precisión quirúrgica.
En suma, esta elección judicial es histórica y plantea un desafío democrático de dimensiones inéditas. Su éxito dependerá, en última instancia, no solo de la capacidad logística del órgano electoral, sino de la disposición ciudadana para informarse, participar y confiar en que, detrás de cada uno de esos 83 nombres, se juega no solo la administración de justicia, sino la esencia misma de nuestro sistema de libertades.
Por ello, invito a toda la ciudadanía a conocer mejor a las personas que aspiran a ser parte del poder judicial. En ADN A Diario Network hemos preparado una serie de entrevistas que puede consultar en conocelos.adiario.mx, un esfuerzo que busca acercar a los candidatos y candidatas a los votantes para facilitar una decisión informada y consciente.

David Gamboa
Mercadólogo por la UVM. Profesional del Marketing Digital y apasionado de las letras. Galardonado con la prestigiosa Columna de Plata de la APCJ por Columna en 2023. Es Editor General de ADN A Diario Network.