Edith de los Santos Xolio de diecisiete años cursaba el sexto semestre de la especialidad en mecatrónica en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Chihuahua número once Ciudad del Conocimiento, se graduaría a mediados de año, se sabe que planeaba estudiar Pedagogía y que participaba de manera activa en su iglesia; sus compañeros la recuerdan como aplicada, respetuosa y buena amiga.
Como parte de una familia de clase trabajadora, Edith y sus padres le apostaron a la educación como herramienta de movilidad social, el CECYTECH 11 está ubicado fuera de la mancha urbana de Ciudad Juárez, en tierra sin ley, sin transporte público eficiente, insuficiente vigilancia de los cuerpos de seguridad, deteriorado alumbrado público; todo esto implica un esfuerzo y riesgo mayor para los estudiantes y el personal que labora en las escuelas de ese sector. Este plantel fue ideado como parte del proyecto Ciudad del Conocimiento, literalmente en medio del desierto, que al igual que otros proyectos, quedan a la deriva cuando cambia la administración gubernamental que los impulsa.
Sin embargo, siempre será benéfico tener un lugar donde estudiar, así que, a pesar del periplo, Edith acudía como sus demás compañeros a su centro educativo, con los sueños e inquietudes propias de su edad, con una vida en construcción, había optado por el camino de la preparación, de buscar el progreso a partir del esfuerzo y sin entrar en conflicto con la ley. Pero por desgracia ella ya no volverá a su escuela, no podrá graduarse como sus compañeros, no se concretarán sus planes y sueños que seguramente entre ellos estaba el apoyar a su familia; solo vivirá en el recuerdo de sus amigos, profesores y familiares.
Edith fue víctima de la acción irresponsable y libremente ejercida de un idiota (idiota: tonto o corto de entendimiento según la Real Academia Española) que el pasado veinte de febrero, encontrándose en segundo grado de ebriedad y en sentido contrario, “patinaba” su carro en las inmediaciones de la Ciudad del Conocimiento, zona que la estudiante transitaba habitualmente; como era de esperarse ante tal combinación de decisiones por parte del conductor, este individuo perdió el control del vehículo y atropelló de frente a un grupo de alumnos. El saldo fue de al menos cuatro estudiantes lesionados y la muerte de Edith.
El sujeto responsable de la tragedia fue detenido, consignado y acusado de homicidio imprudencial agravado; pero la jueza consideró que bastaba con que el acusado firme cada mes y pague treinta mil pesos hasta en dos meses como “garantía de reparación del daño”, de esta manera el acusado puede irse a su casa prácticamente como si nada. Su audiencia de vinculación a proceso está programada para el 27 de febrero, esperemos y la jueza reconsidere otra medida cautelar que proteja a la ciudadanía de este tipo de guiadores. Aclarando: no se pide venganza ni vituperio, sino que quede un precedente sólido para la Justicia.
Lo anterior es solo un ejemplo de muchos en los que suceden tragedias derivadas de la decisión de combinar el alcohol y el volante y que repito, es libremente ejercida. Lo peor es que, como en este caso, truncan vidas que nada tenían que ver con sus decisiones personales, ojalá y solo fuese un riesgo que corrieran estos conductores, no es así; por lo que representan un riesgo para los estudiantes que van trayecto a su escuela, para los trabajadores que desde muy temprano salen a buscar el sustento diario, para otros conductores que les toca estar en el lugar y momento equivocados, son pues un riesgo para toda la comunidad.
Por otra parte, las deficiencias en el sistema de justicia, que como en otros casos de este tipo, se caracteriza por su laxitud y que muchas veces da la impresión de mas bien ser sistema de injusticia; obliga a reflexionar sobre las lagunas o recovecos de la ley en la materia. Tarea que debiera corresponder a nuestros legisladores sobre todo los locales, pero también a los diputados federales, es tiempo de ir cerrando la puerta giratoria de un sistema penal que pareciera ofrecer caminos para la impunidad. Legisladores: Hagan puntos con la sociedad que pretenden seguir “representando”, adecuando las leyes, en lugar de andar en la “grilla” adelantada, el pueblo se los reconocerá o se los reprochará. Urge una Ley Edith De los Santos.
Finalmente, es momento de repensar estrategias de prevención de muertes relacionadas a conductores ebrios, cuyo primer punto es la contención de estas actitudes irresponsables y que necesariamente corresponde al control físico; es decir, al mayor despliegue de autoridad para la detección, detención y consignación de ciudadanos que manejan vehículos en estado de ebriedad. Como ciudadano, es mejor perder cinco minutos en “retenes antiebrios” bien planeados, delimitados a su fin y ajustados a una reglamentación adecuada para que se retiren de circulación a varios de estos individuos, y así salvaguardar vidas humanas.
Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta. (Salmo 23:4).
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.
