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    abril 19, 2024 | 6:57

    PRD: del Partido de la Esperanza, a Triste Palero

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    Inicios de 1989, el país estaba inmerso en una terrible crisis política derivado del fraude electoral del año anterior. Se escuchaban rumores de golpe de estado; de soldados acuartelados esperando ordenes; de desobediencia civil rampante y hasta de grupos que abiertamente llamaban a reanudar la guerrilla.

    Recuerdo particularmente una enorme manta que un grupo llevó a una de las muchas marchas y protestas masivas que se efectuaron en el zócalo de la Ciudad de México convocadas por el ingeniero Cárdenas; mostraba dicha manta, dos fusiles, uno a cada lado, y entre ellos, palabras más, palabras menos, “Cárdenas, esperamos tus órdenes”.

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    Hay que entender que todavía a principios de los ochentas se vivieron los últimos estertores de la guerra sucia, y que apenas hacia un par de años, en 1986, se había efectuado una reforma política con la finalidad de darle una bocanada de aire fresco a un anquilosado sistema político mexicano. Es pues comprensible que hubiera quienes, ya hartos de buscar un cambio en el sistema, trataran de forzar una ruptura, al costo de lo que fuera.

    El ingeniero Cárdenas, con el apoyo decidido de quienes habían conformado la Corriente Democrática del PRI, y de quienes encabezaban el entonces Partido Mexicano Socialista decidieron ignorar esas voces y darle un cause organizado e institucional, a aquella gran fuerza de inconformidad que había tomado las calles y las plazas, y que a momentos parecía, iba a terminar hundida en un gran baño de sangre.

    Para evitar eso, o por lo menos, para tratar de evitar eso, nació el PRD, un 5 de mayo de 1989. Desgraciadamente, no se pudo evitar la sangre. Se tiene estimado que, durante el sexenio de Salinas, alrededor de 500 perredistas perdieron la vida en diferentes actos de represión con los que el sistema busco acabar con la disidencia política encabezada por el ingeniero, a pesar de que el partido en todo momento, condujo la lucha dentro de los cauces institucionales.

    Con todo y la represión, el partido se fue consolidando, logrando por primera vez en la historia de nuestro país, que un partido de izquierda, tuviera posibilidades reales de acceder a posiciones de poder. La primera gran prueba para el nobel partido, vendría con las elecciones para gobernador de 1991. Aquellas elecciones fueron decisivas, porque vinieron a marcar el rumbo que tendría la política nacional las siguientes tres décadas.

    En aquellas elecciones, el PAN logró el triunfo en Baja California Norte, y el Estado Mexicano decidió, por primera vez, aceptar el triunfo de un candidato opositor. Por el contrario, el PRD se alzó con el triunfo en Michoacán, pero ahí sí, el Estado hecho mano de todos sus recursos para escamotear ese triunfo, en otras palabras, con el PAN si, al PRD, nada.

    “Ni los veo ni los oigo” dijo Salinas en referencia a la gran movilización que mantuvo el PRD por mucho tiempo para manifestar la enorme inconformidad social que llegaba a todos los rincones del país. A final de cuentas, ahí se forjó la raíz de esa connivencia incestuosa que hoy conocemos como PRIAN.

    Pero ni con todo el peso del Estado, del Pronasol o del Ejercito, pudieron acabar con la esperanza de la gente, y en 1997, en la histórica primera elección de jefe de gobierno de la Ciudad de México, el ingeniero Cárdenas se alzó con un triunfo indiscutible. Tan contundente que, gracias a esa votación, el PRD se constituyó en la segunda fuerza electoral en la Cámara de Diputados.

    Ese sería el punto más alto al que llegaría el PRD, a partir de ahí, empezaría poco a poco, el retroceso. En las elecciones del año 2000, como todos sabemos, el propio sistema, la oligarquía gobernante, comprendió que el PRI ya había dado de sí. Había que buscar el cambio, pero claro, como en gatopardo, había que cambiar todo… para seguir igual. Y esa fue la tarea de Fox. Cierto, sacó al PRI de los Pinos, pero mantuvo y gobernó con la misma estructura de poder, enriqueciéndose de paso, de la misma manera que lo hicieron siempre esos priistas a los que decía detestar.

    En las mencionadas elecciones del 2000, el PRD se fue hasta una lejana tercera fuerza, aunque, eso sí, manteniendo algunos reductos como Zacatecas, Michoacán, Guerrero y, desde luego, la Ciudad de México, donde el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, vendría a ser una de las principales causas de la futura debacle perredista.

    En las elecciones del 2006, Fox hizo todo lo posible para impedir la candidatura, ya para entonces muy popular, del señor López, como el lo llamaba, llegando incluso a un intento de desafuero, para juzgarlo, por una causa civil, con lo que quedaría automáticamente impedido para competir por la presidencia. Esa estrategia fue tal desastre, que hubieron de retirar todos los cargos, y López Obrador simplemente quedo mucho mejor parado que como estaba antes de la campaña de desafuero.

    El resultado de la elección puede considerarse un empate técnico por la diferencia tan pequeña entre el primero y segundo lugar, inclusive hay quienes aún hoy señalan que solo gracias a un fraude es que Calderón pudo derrotar a AMLO. Lo cierto es que, para medio México, Calderón quedó como presidente espurio, y hasta la fecha, hay personas que se lo gritan en donde se lo topan.

    Del 2006 al 2012 tendría lugar al interior del partido un agrio debate interno, entre quienes apoyaban el activismo de López Obrador y quienes preferían darle la vuelta a la pagina y modificar la estrategia política. Es importante recordar que fue en este tiempo cuando AMLO se declaró presidente legítimo, como estrategia de confrontación al calderonismo, siendo, quizás, la toma de Reforma, el punto de mayor algidez en aquella lucha.

    Para las siguientes elecciones las del 2012, era evidente la distancia entre AMLO y la nueva dirigencia del PRD ahora bajo el liderazgo de los “Chuchos”, es decir, Jesús Zambrano y Jesús Ortega. La nueva derrota de López Obrador, ahora ante Peña Nieto, fue el punto de quiebre, pues los Chuchos decidieron que había que había que aceptar la derrota y sumarse al llamado del Peñanietismo para “salvar” al país firmando, junto con el PAN y el PRI el llamado “Pacto por México”.

    Ahí se acabó el partido de la esperanza, para convertirse en un triste cabús mal enganchado al desvencijado tren del prianismo. El apoyo cupular del PRD a las reformas neoliberales del Pacto por México, significaron la ruptura definitiva con López Obrador, quien, para entonces, ya había conformado Morena A.C. para después convertirla en el partido político que es ahora.

    La militancia, los hombres y mujeres de base no tuvieron ningún problema para comprender que, del PRD, ya solo quedaba el cascaron. Y en el 2018 eso quedo muy claro con el triunfo electoral del señor López.

    El último acto, francamente indigno de lo que queda del PRD, es el comunicado que emitieron el PRI y el PAN sobre la forma de elegir a su candidato a la presidencia, Vaya, ni si quiera se tomaron la molestia de incluir el logotipo del PRD en su boletín, dejándolo a la altura de aquellos partidos propios de la picardía mexicana, PARM, PPS o PST, partidos que solo estaban al servicio del mejor postor. Triste palero.

    Es cuánto.

    Jose Antonio Blanco SQR

    Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.

    En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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