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    marzo 25, 2024 | 4:55

    LLeva dos y va por tres

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    Si por las vísperas se sacan los días, yo le digo a usted que Donald Trump será de nuevo candidato a la presidencia de los Estados Unidos de América, y si nos ponemos un poco chulos, (jerga meramente española) con muchas posibilidades de ganar con una amplia mayoría, esta vez incuestionable.

    Que al 2024 aún le falta es solo un decir, la próxima elección presidencial del vecino país, empezó a correr en el momento mismo que Joe Biden se hacía con el triunfo a finales del 2020. La personalidad del entonces presidente de Estados Unidos, así como las serias dudas sobre el proceso y el rumor de complot flotando en el aire, hacían más que predecible que Donald Trump intentaría regresar a la Casa Blanca.

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    Los números ya le eran bastante favorables, el voto duro republicano, aunado al voto Trump le daban las suficientes expectativas para intentar una nueva elección. ¿La estrategia? Mucha mesura y discreción, no admitir, pero tampoco negar que de vuelta se ha echado a andar la maquinaria política y económica republicana a favor suyo, esto no por humildad, mucho menos por prudencia hay que decirlo, sino por necesidad ante el acoso demócrata que acusación tras acusación y juicio tras juicio intentan inhabilitar políticamente a Trump.

    Desde lejos y a simple vista se podía decir que el eje central del discurso de Trump para regresar a la presidencia sería la recesión económica en la que ha caído Estados Unidos, la otra pandemia que libran los estadounidenses contra el fentanilo y la poco eficiente lucha contra los grupos delictivos que comercializan con esta droga, así como la pérdida de empleos, pero de manera muy sentida, la pérdida de los valores e identidad que habían forjado a Estados Unidos como el gran hegemón.

    Hacerse con el control del Partido Republicano fue relativamente fácil para el ex presidente, a pesar de que al final del mandato parecía que el Partido se dividiría en trumpistas y antitrumpistas, Trump ha sabido abrirse paso, acallar las voces disidentes y quitarse a varios líderes republicanos que no lo apoyaban. Hoy él es quien controla el partido.

    Convertirse en una piedra en el zapato desde el primer día de su mandato para Biden, también se le ha dado muy bien, la recesión económica que vive Estados Unidos y la caída en los índices de aprobación del actual presidente Biden, ya le permitían a Donald Trump insertar su discurso crítico ante la actual administración.

    Ni siquiera ha tenido que cambiar un ápice el discurso radical, no le hace falta; su personalidad controvertida y populista convierten cada aparición suya en un espectáculo que ha sabido capitalizar muy bien las grandes debilidades de Biden y su gobierno, como lo hizo en aquel discurso en Arizona a principios de año, en el que retrataba un país casi apocalíptico; “Se está yendo al infierno. Es un desastre. Tenemos que ser fuertes y recuperar nuestro país y nuestro futuro, pocos imaginaron que sería tal desastre. La inflación es la peor en 40 años. Las tiendas están vacías, no hay mercancía. Las calles de las ciudades demócratas están llenas de sangre y homicidios, hay cuatro veces más casos de Covid que antes”.

    Estos solos elementos cocinándose ya daban cuenta de un ex presidente que nunca se retiró de la política y que sigue en pie de lucha por la presidencia, pero como en la vida la suerte sí existe, los giros que ha dado la situación internacional, le ha abierto una ventana de oportunidad cuasi perfecta para él.

    Tiempos hacen tiempos, lo mismo que no son iguales los liderazgos en tiempos de paz que en tiempos de guerra. Esto quiere decir que al paso de un par de años el estado de las relaciones bilaterales con China de alguna forma le ha dado la razón a Trump; el verdadero enemigo siempre ha sido China.

    Y aunque esa misma actitud de confrontación fue una de las cosas más señaladas y reprobadas a Trump por parte de sus detractores y de un amplio sector ciudadano cansado de varias décadas de guerras pérdidas, de billones y billones de dólares gastados en conflictos fuera de su país, así como la pérdida de vidas de jóvenes estadounidenses.

    El sonar de tambores de guerra tras la invasión de Rusia a Ucrania cambia completamente la psique del electorado. Si bien es cierto que la población estadounidense en nada apoya una participación militar directa en dicho conflicto, sí ven un cambio en el equilibrio de poderes a nivel mundial lo que supone una real amenaza a la supremacía estadounidense, a su economía, pero, sobre todo; a su seguridad.

    Y ya sabemos cómo son sensibles nuestros vecinos cuando se trata de la seguridad nacional, no se le olvide: vulnerabilidad y susceptibilidad. Sobre todo cuando la amenaza puede venir en muchas formas; crisis energéticas, pandemias, drogas, filtración de cárteles del crimen organizado, terrorismo, ciber terrorismo, armas nucleares, una larga lista de amenazas reales que se ciernen sobre cielo estadounidense.

    Aunque no quieran ir a la guerra, ni quieran participar en ningún conflicto ajeno, hoy la percepción es que la guerra puede llamar a casa.

    Y la figura de Biden no es la mejor para comandar un país en guerra, ni para plantar cara a Xi Jinping y a Vladimir Putin. Es precisamente esa personalidad bravucona, sensiblera y de un profundo y añejo patriotismo, un revival que creíamos ya casi extinguido y que tan bien han sabido encarnar los presidentes de China y Rusia lo que los asemejan, lo que los pone en la misma tesitura, ¡vamos! Que para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo.

    De hecho el expresidente se ha expresado muy bien de Putin, a quien ha calificado como un genio y con quien se supone hay una fuerte alianza, lo que también puede verse como un factor de contención a Rusia sobre la OTAN.

    De que lo va a intentar, lo va a hacer, de que puede ganar, hay posibilidades, no hay que olvidar que en la elección de 2020 obtuvo 12 millones de votos más que en las presidenciales en 2016. Pero también el Partido Demócrata logró 16 millones de votos más que en 2016.

    La clave estará en que logre equilibrar el discurso patriótico y de defensa nacional sin chocar de frente con las minorías como la vez pasada.

    Lo que es una realidad es que su discurso ha vuelto a encender la opinión a su favor, mientras que el gobierno actual se desvanece con un índice de aprobación de un 38% el mes pasado. Y aunque a él le gusta mucho jugar con los medios a deshojar la margarita, ¿blanco y en botella? ¡leche! Donald Trump está de nuevo en campaña. Pero no hay que hacer confianza, si algo hemos aprendido es que nunca podemos hacer confianza ante un hombre completamente impredecible.

    Claudia Vazquez Fuentes

    Analista Geopolítica.

    Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.


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