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    octubre 11, 2024 | 22:03

    La “Humillación” Brasileña

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    Hace un mes publiqué un artículo donde criticaba al fútbol como el placebo voluntario que nuestras sociedades se administran a sí mismas. Mi idea era muy sencilla. Creo que el fútbol puede ser un buen entretenimiento y posee un innegable valor emocional para mucha gente. Sin embargo, muchos de esos seguidores que tanta energía, pasión e interés derrochan por el deporte, descuidan sus obligaciones como ciudadanos el resto del tiempo. Y eso es algo peligroso para una sociedad pretendidamente democrática.

    Siempre pensé que tal argumento era fácil de comprender y poseía una cierta condescendencia con la afición. Al fin y al cabo, hay personas totalmente intransigentes que desprecian al fútbol sin piedad. Pero durante estas semanas de Mundial he comprobado que la crítica hacia el fútbol, aunque no sea hacia el deporte en sí, despierta dos reacciones principales en la audiencia. La más común es la indiferencia. Quién no responde para evitar la confrontación pero intuyes que está pensando mal de ti. Después están los que se asumen la crítica como una ofensa personal.

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    Cada individuo es libre de pensar y sentir como desee. Ninguno poseemos la razón absoluta. Pero me resulta triste encontrar posiciones defendiendo el fútbol por encima de todo. Como si el Mundial y la emoción del partido estuvieran situadas en una esfera más allá del bien y del mal. Y lo que es peor, cuando tal actitud proviene de personas inteligentes, profesionales cualificados y con una cultura envidiable. Esa clase de gente a la que uno estima y cree capaz de hacer la simple diferenciación propuesta: que se puede disfrutar del fútbol y a la vez preocuparse por lo que sucede alrededor. Personas que incluso tienen (o tuvieron) conciencia crítica y social. La actitud que, en resumidas cuentas, defiendo. Lo cual hace más incomprensible su molestia.

    Escucho que no mezcle el fútbol con política. Y llevan razón. Fútbol y política son cosas totalmente diferentes. Sin embargo, ¿una no aprovecha burdamente los momentos de debilidad social que ofrece la otra? ¿No resulta esto reprobable?

    Escucho que el fútbol es lo mejor que se ha inventado. ¿De veras alguien puede creer esto?

    Escucho también que la política no vale para nada. ¿Acaso los derechos, libertades y beneficios sociales que pudiéramos adquirir o perder emanan del “once titular”?

    Escucho que el fútbol une a la sociedad. Eso sería maravilloso sino fuera porque esa unión desaparece a los noventa minutos. O cuando terminan las celebraciones de la victoria. ¿Y después? ¿Qué problemas ha solucionado el fútbol en ningún país? ¿No sería mejor que los ciudadanos intentásemos buscar mejores y más duraderos nexos de entendimiento para progresar?

    Escucho que el fútbol siempre es fiesta y motivo de celebración. Excepto cuando el equipo de uno pierde y el país entra en una depresión colectiva. Y ya sabemos que no todos saben sobrellevar bien las derrotas y comienzan peleas y disturbios.

    Escucho que quiénes criticamos al fútbol siempre repetimos lo mismo. ¿Son los argumentos de sus defensores más originales y profundos?

    Escucho que como no me gusta el fútbol no tengo derecho a opinar. ¡Cómo si el ser humano criticase únicamente lo que le gusta!

    Mi intención de esta semana no era arremeter contra el fútbol, la verdad. Siempre acepté que mi desinterés hacia el “deporte rey” jamás sería una fuente de amistades. Y tampoco deseaba conceder al tema más importancia de la que realmente tiene. Mis opiniones jamás lograrán que alguien para quién el fútbol es un eje gravitatorio existencial vea que existe vida más allá. Y las opiniones respetabilísimas de los demás tampoco iban a convencerme.

    Entonces Alemania vapuleó a Brasil en las semifinales y el mundo comenzó a mofarse de la anfitriona. Los titulares sobre la vergonzosa derrota y las bromas con los siete goles circulaban a la velocidad de la luz. El resultado me era indiferente y sus consecuencias también. Hasta que leí un artículo donde explicaba que la derrota estaba siendo percibida en Brasil como “tragedia nacional”. No pude evitar enfurecerme y, ahora sí, despreciar al fútbol en todos sus aspectos. ¿Pero de qué tragedia hablaban? ¡La pobreza es la tragedia! ¡La violencia es la tragedia! ¡El analfabetismo en la tragedia! ¡La existencia de las favelas es la TRAGEDIA!

    Perder por siete goles o por quinientos es una tontería cuando la vida de tantísimos millones de personas está siendo despreciada. Esa es la “humillación nacional”. ¿Cómo no mezclar política y fútbol cuando el interés por una menosprecia la importancia de la otra? ¿Cómo no indignarse cuando unos manifestantes brasileños pacíficos son detenidos y les llaman “terroristas” mientras que unos borrachos encabronados por la derrota le prenden fuego a las cocheras de los autobuses públicos y sólo les llaman “vándalos”? ¿Cómo no resentirse de que muchos diarios generalistas publicaran en sus portadas la palabra “VERGÜENZA” con la foto de algún jugador brasileño llorando en vez de poner ese titular al recrudecimiento del conflicto palestino- israelí? Porque mientras el estadio “Mineirao” lloraba, los primeros misiles israelíes estaban cayendo sobre Gaza otra vez. ¿Donde está la verdadera vergüenza?

    Y el fútbol no es el culpable de los problemas del ser humano, ni mucho menos, pero a veces saca alguna de sus facetas más feas. Siempre escuché del fútbol que es evasión. Estoy de acuerdo en que no se puede vivir preocupado por todo. Las personas necesitamos respirar para evitar caer en la locura. Mi crítica es hacia aquellos que viven desolados por siete goles y les importa una mierda que miles de personas estén siendo masacradas al otro lado del planeta. O muriéndose de hambre en su propia calle. Eso me parece imperdonable. Ahora, si lo desean, pueden empezar a dispararme su rabia. El Mundial ha reforzado mis posturas.

    Carlos Redondo

    Diplomado en cine e imagen en Madrid, desde siempre compaginó la escritura con la fotografía. Ha rodado varios cortometrajes de bajo presupuesto y participado en diversas exposiciones colectivas e individuales. También colabora con varios medios locales periodísticos y radiofónicos, tanto españoles como estadounidenses. Habitualmente publica algunos de sus trabajos en el blog www.desfabricadoenchina.blogspot.com.

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