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    abril 23, 2024 | 7:51

    La historicidad en la historia

    Publicado el

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    La historicidad es la comprobación real de un hecho histórico

    Antes de comenzar con esta historia, debemos dejar en claro que la historicidad es la comprobación real de un hecho histórico.

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    Ahora sí, comencemos. Una de las némesis constantes de la historia es la subjetividad, pero no siempre ha sido así.

    El rigor de la historia se encuentra en su método que durante el siglo XVII lo afinó gracias a dos órdenes monásticas: los benedictinos y el grupo de los “bolandistas”, gracias a la conquista del dato duro y a la interpretación de este. Cosa interesante porque poco tiempo después Jean Batista Vico venía postulando algo similar en su libro La Ciencia Nueva. Dos centurias después eso mismo se convertiría en su baluarte durante la época del positivismo con los máximos exponentes que fueron Neinbuhr, Ranke y Mommsen.

    En ese mismo sistema positivista, la historia tuvo un fallo metodológico que se venía arrastrando desde la Ilustración y FW. Hegel lo debatió con Immanuel Kant el representante vivo en el siglo XIX de dicho movimiento.

    Para Hegel el mayor error de la Ilustración fue haber dividido el conocimiento en ciencias y áreas del conocimiento ya que este no es fraccionado, es un conjunto o un todo. La cual tiene magistralmente expuesto en uno de sus primeros libros La Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas. El arrastre ilustrado provocó que la concepción de conocimiento científico se encasillara solo en lo comprobable, demostrable y contable. Claro, Comte postula en su obra Discurso del Espíritu Positivo que las ciencias positivas deben cumplir las primeras dos características antes mencionadas. Pero con el paso del tiempo el sistema Positivista fue directo a la exageración y al exigir que el conocimiento científico también debía ser contable, lo que hoy son las humanidades quedaron relegadas.

    Antes de que el positivismo se “radicalizara”, Hegel se coronó como la máxima autoridad intelectual en la primera mitad del siglo XIX, tanto así que su gobierno en el conocimiento era dictatorial. Pues se sobrepuso a los argumentos de Kant, añadiendo que el contexto político, económico y social era otro. Durante el liderazgo de Hegel la historia ocupó un lugar privilegiado, pues él redefinió el método de la historia como absoluta, es decir, que lo abarca todo. Hegel al igual que otros teólogos laicos tienen esta visión de la historia como la ciencia de Dios, pues desde el idealismo alemán, el libro más sagrado de Occidente es la Biblia, en el cual está la palabra de Dios y la autoridad que él le dio al Hombre sobre el mundo por ser la joya de la creación. Por lo tanto, la historia es divina y absoluta, lo debe abarcar todo. En efecto, la historia por su carácter polisémico lo puede hacer, pero es muy complicado.

    A la muerte de Hegel, esta concepción de la historia se fue quedando atrás y los historiadores en su apresurado intento de no perder el estatus de científico, olvidaron algo imprescindible para las Humanidades: la interpretación del dato. Afortunadamente en la segunda mitad del siglo XIX el historiador del arte Jacob Burckhardt comenzó un nuevo camino metodológico hoy llamado Historia Cultural, la cual tiene como premisa la interpretación a partir de las ideas y la cultura, sin olvidar que la Historia es una ciencia que estudia el género Humano, sus sentimientos, pasiones, deseos y sueños bien explicado y concluido en su obra Reflexiones Sobre la Historia Universal a finales del siglo XIX.

    A su muerte quien tomó el relevo en este maravilloso camino metodológico e historiográfico fue W. Dilthey en su libro Introducción a las Ciencias del Espíritu, que cerró el siglo XIX (1893) en el cual continúa el trabajo revisionista de las ciencias positivas, la labor de las humanidades y de fundamentar el estudio de la sociedad y de la historia, muy ad hoc entrado el siglo XX que comenzaba lleno de cambios y con mucho que explicar. Reconociendo la complejidad del género humano y de la gran labor de las ciencias y de quienes las practican, para explicarnos a nosotros mismos. En el año de 1940 justo cuando se tradujo esta obra al español, el debate sobre la interpretación en la historia que seguía siendo algo mal visto, era algo muy acalorado, incluso el entonces joven historiador Edmundo O’ Gorman llegó a desafiar en un congreso de historiadores en la Ciudad de México esta postura, diciendo que la historia es la más subjetiva de todas las ciencias.

    Para ello el historiador debe estar capacitado de un conocimiento erudito para comprender sucesos diferentes de actores siempre diversos, pero lo más importante de acuerdo con el historiador argentino José Luis Romero: para que el historiador pueda interpretar las fuentes históricas, primero debe vivir, no se puede hacer historia sino se vive. Esto, pienso yo, es la historicidad en la historia.

    Marduk Silva

    Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.


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