Sostener la vida es una tarea indispensable pero poco reconocida. En estricto sentido, todos y todas tenemos derecho a cuidar, a ser cuidados/as y autocuidarnos, justamente el cuidado y el amor es una cuestión imprescindible para poder acceder y ejercer nuestros derechos humanos y dignidad.
Nadie puede solo, nadie. Las actividades íntimas, principalmente ejercidas mayoritariamente por mujeres y en mayor cantidad de horas nos sostienen como personas. Lo que hacemos, incluyendo nuestros logros, conlleva a alguien que ha cuidado de nosotros. El ser humano no nace autosuficiente, necesariamente fuimos cuidados y cuidadas. Somos sujetos de cuidar y con suerte, volveremos a ser cuidados ante nuestra incapacidad, hipótesis que no debe ser un privilegio.
Parafraseando el documento “El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente” de la Organización Internacional del trabajo, establece que los trabajos de cuidado, comprenden dos tipos de actividades superpuestas: las actividades de cuidado directo, personal y relacional, como dar de comer a un bebé, cuidar de un familiar en enfermedad, la crianza de niñas, niños y adolescentes; y las actividades de cuidado indirecto, como cocinar, limpiar y planchar. El trabajo de cuidados no remunerados sin recibir una retribucióneconómica a cambio. El trabajo de cuidados remunerados es realizado por trabajadores y trabajadoras del cuidado a cambio de una retribución o beneficio.
En México, el trabajo de cuidados no remunerado representa el 27.6% del PIB, según el INEGI, una cifra que supera sectores completos de la economía formal. Pese a ello, ni aparece en las cuentas nacionales ni en los discursos políticos. Son horas convertidas en fantasmas. Los cuidados siguen siendo parte de los estereotipos de género y una brecha de desigualdad
¿Quién cuida a quienes cuidan? Gran parte de estas actividades se hacen con muchísimo amor pero en el ámbito íntimo. La respuesta es dolorosa a la pregunta al inicio de este párrafo: casi nadie. El 72% de los cuidadores primarios en América Latina son mujeres, muchas sin protección social, sin salario, sin derechos. Su labor, etiquetada como “informal”, encubre una violencia estructural. Desde 2013, la ONU reconoce el derecho universal a cuidar y ser cuidado con dignidad, pero los Estados siguen tratándolo como un asunto privado, no como una obligación pública
Además del amor, los cuidados tienen una enorme connotación social y económica, la pirámide poblacional indica un envejecimiento demográfico que lleva a que adquiera mayor trascendencia, sin dejar de mencionar que es una labor que difícilmente puede ser sustituida por la tecnología, las máquinas y la inteligencia artificial.
Sin cuidados no hay humanidad posible, aun así, glorificamos los logros profesionales, deportivos, artísticos o intelectuales, etc. Sin embargo detrás de todos ellos: hay cuidados de quienes aseguran la vida y necesidades cotidianas. Es una cuestión de derechos humanos, de dignidad humana y justicia social.
Los cuidados deben reconocerse como pilar de la sociedad humana, lo que exige políticas concretas: sistemas nacionales de cuidados con presupuesto real, licencias remuneradas para cuidadores, infraestructura pública que alivie la carga. Pero también es necesaria una transformación cultural: nada más valioso que amar, ser amados, cuidar, ser cuidados y asumirlo como un compromiso colectivo.

Georgina Bujanda
Licenciada en Derecho por la UACH y Maestra en Políticas Públicas, especialista en seguridad pública con experiencia en cargos legislativos y administrativos clave a nivel estatal y federal. Catedrática universitaria y experta en profesionalización policial.
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