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    marzo 29, 2024 | 7:40

    El destape de Duarte

    Publicado el

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    • Una mirada a la perversión periodística
    • Entrañas del destape extra oficial de César Duarte

    Frente al fresco del pintor Otto Campbell -el extinto y talentoso juarense, padre del ex rector de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez- la figura de Beatriz Paredes, entonces presidenta del PRI nacional, se pasea ostentosa después de dialogar con el extinto magnate del periodismo don Mario Vázquez Raña.

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    Ella no me conoce, pero me observa mientras cargo una gran cantidad de ediciones impresas del periódico El Mexicano de Ciudad Juárez, que entonces tenía bajo mi dirección. En cada edición, minuciosamente solicitada por una funcionaria de la OEM, aparecen las columnas periodísticas donde afirmo que César Duarte Jáquez, entonces diputado federal, es un ladrón, un mentiroso y una mala elección como candidato para el estado de Chihuahua.

    Estoy afuera de la oficina de don Mario, en la Ciudad de México, porque el equipo duartista, imagino que el maquiavélico y siempre doble Antonio García, actual coordinador de los regidores del PRI en Chihuahua, recopiló tan valioso material, opuesto a la ética política, que si hubiera sido del dominio de chihuahuenses no hubieran elegido al gobernador más corrupto de la historia de la entidad.

    Frente a la dirigente nacional del PRI, que acaba de informar a don Mario Vázquez Raña que César Duarte será el próximo candidato del partido, cargo mi orgullo, no mi vergüenza. Entonces me dirijo a la folklórica política, que acaba de concluir una llamada telefónica, para saludarla.

    Me presento simplemente como director en Ciudad Juárez de un periódico de don Mario. La pregunta a la lideresa es directa, ¿cuándo se decide el candidato para Chihuahua?

    En la recta final están solo dos personajes: César Duarte Jáquez y Héctor Murguía Lardizábal.

    La respuesta es matizada con una sonrisa sutil. No se aguanta decir que “eso lo acabo de platicar con don Mario, él ya lo sabe”. Luego viene la pregunta de rebote, ¿a ti quién le gustaría, director? Mi silencio es una respuesta contundente. Bajo mi brazo poseo argumentos sólidos que descartan a uno; el otro es de Ciudad Juárez, “es el bueno por conocido”.

    No alcanzo a dar mis argumentos, porque la lideresa del PRI tiene que entrar de nuevo con don Mario que había hecho un receso para que un médico le suministrara un medicamento.

    A los pocos minutos estoy, a solas, frente a un hombre que muestra una actitud de impaciencia. “¡Ni se siente, director, esto va a ser rápido…deje esos periódicos allí, en el suelo, no me interesa leerlos… ¿sabe por qué lo mandé llamar?”, pregunta el magnate de los medios que ese día, como todos, lleva un chaleco y que muestra unos ojos llorosos.

    No hay saludo de manos. Mantenemos la distancia, él del otro lado del escritorio y yo parado, como voceador con mi tambache de periódicos, frente a uno de los hombres más poderosos de México.

    “Supongo que por las columnas que he escrito sobre Duarte”, le respondo.

    “¿Quién le autorizó escribir esas columnas?”, señala el decano. Su voz es agitada y me advierte “esta es la última llamada de atención, a la próxima lo corro…Duarte va a ser el candidato del PRI en Chihuahua, lo acabo de platicar con Beatriz (Paredes) y yo lo voy a apoyar… ¿queda claro?”.

    “Si, señor, muy claro. Entiendo que usted no vive en Chihuahua y va a apoyar a un corrupto para la gubernatura…me queda claro”, respondo también con un dejo de indignación.

    “A ver, siéntese”, me dice don Mario. Y luego intenta darle una lección de cómo es la política real, la política que se negocia en los altos niveles. No recuerdo las palabras, ni las frases, pero en mi mente está la respuesta final que salió de mi indignación.

    “Y no se tiene que esperar tanto para correrme, ni quisiera trabajar bajo la presión de cuidar todo lo que escribo sobre Duarte, si gusta terminamos aquí la relación laboral. Por mí no hay problema”. Ahora sí me deja concluir las frases.

    Y a punto de levantarme de la silla, observo los periódicos a un lado del bote de basura. Me despido sin darle la mano, ni observarlo. La verdad no estoy molesto, estoy simplemente indignado.

    Acostumbrado a ordenar, me pide ir a platicar con uno de sus subalternos, precisamente el hombre más coherente que conocí dentro de la Organización Editorial Mexicana, cuyo nombre me reservaré en esta ocasión.

    Ahora estoy en otra oficina, mientras río y recuerdo las palabras de don Mario. Allí si se me permite decir que Duarte es un corrupto y que el periodismo está en una crisis terrible.

    Me niego a concebir la política y los medios como los entes corruptos que son en la actualidad. Estoy seguro que la caída estrepitosa del Heraldo de Juárez, Chihuahua y Delicias; la casi mortandad en la que está el Heraldo de Chihuahua y de Juárez; y así los demás impresos como el Juárez Hoy, el Sol de Parral. Y qué decir de las televisoras y las estaciones de radio. Cada día se encienden los micrófonos ante una famélica voz que se va apagando poco a poco, porque ya nadie cree en los medios de comunicación tradicionales.

    Nunca se había visto tal falta de respeto a los medios de comunicación y comunicadores. Sin saber el origen de la palabra y la anécdota a los periodistas nos dicen ‘chayoteros’; sin ser todos desleales a la ética de la comunicación nos dicen ‘corruptos’.

    Uno como periodista ya sabe a quién leer, a quién no prestarle atención en sus columnas y comentarios. Nos conocemos también, somos tan obvios que esas lecturas o vistas son una pérdida de tiempo.

    Y como colofón del destape de Duarte, es conveniente decir que las columnas que tanto molestaron a Duarte y a su numeroso equipo de seguidores, esas columnas donde se hablaba de una proclividad a la corrupción rapante, a la mentira, a los negocios sucios que hizo a la sombra del poder con su constructora de Parral y con su socio, Everardo Medina; de la forma en que ‘enfermó’ a Bertha Gómez, su esposa, para cobrar en la Cámara de Diputados, utilizando facturas falsas, el seguro de gastos médicos que se pagaba a los diputados, estaban ahora en la basura de don Mario, mientras el político chihuahuense se encumbraba en la cima del poder rodeado de una caterva de incondicionales.

    El regreso de la Ciudad de México a Ciudad Juárez fue incómodo. Pensaba en la enorme posibilidad que perdía el medio de comunicación para defender la dignidad de Chihuahua. Unos días después del incidente, me enteré que César Duarte se había reunido con un grupo de periodistas de Ciudad Juárez en el Sanborns y les había adelantado que mi salida como director del periódico era inminente, “lo hablé con don Mario”, les dijo en esa ocasión.

    Ese día, en la mesa del popular café, se escogió a mi sucesor, casi por votación unánime de los reporteros que lo acompañaban. Todos estuvieron de acuerdo. Entonces me alertaron de lo que ocurriría, pero pensé lo que siempre pienso: “estoy en manos de Dios, si me preocupo o no me preocupo de igual forma va a ocurrir lo que el Señor quiera”. Entonces guardé mi paz.

    Nada pasó en los próximos seis años. Sin embargo por los días del destape me enteré que se había hecho una labor quirúrgica que iba cooptando medio por medio de comunicación en donde el dinero fluía con toda normalidad. Se tejía una candidatura bajo la previsión orquestada de toda una red de complicidad que sirvió como escalón para el futuro gobernante.

    La OEM no me autorizó ni me limitó a informar acerca del ‘destape’ de Duarte, pero no pedí permiso. Publiqué en una columna que tenía información fidedigna y comprobada que el candidato del PRI al gobierno de Chihuahua era César Duarte Jáquez.

    En la ciudad de Chihuahua se jugaba ese perverso juego periodístico que se mueve entre la especulación y el embute, en donde se deja bailar la imaginación del que escribe, del que lee, del que aspira y de las legiones que se forman en torno a los candidatos. Aún se decía que el candidato del PRI no había sido electo y que habría que esperar el “humo blanco”.

    Sucede lo de hoy. Es perverso ese juego de los columnistas que apenas escuchan una versión morbosa de los destapes y los precandidatos y la publican como si fuera una realidad objetiva. El problema no son las plumas de los que escriben, sino la forma en que se mueve la política.

    Ya en la seriedad de los hechos. Si aplicamos el concepto ético ¿quién de los que se mueven en este momento en la política tienen la estatura moral para arribar a la gubernatura estatal? Allí está el juego perverso de los comunicadores, que sobreponen el concepto económico sobre los valores sociales.

    No hablo de una exclusión generalizada, sino de una medición objetiva –otra vez ética- de lo que necesita el Estado de Chihuahua. Pero una enorme verdad es que la escasez de recursos económicos abre el espacio para que los medios de comunicación ponderen más el “apoyo” monetario, a veces ilegal, y pongan en crisis al estado de Chihuahua y los municipios.

    Ese apoyo económico ilegal llega puntualmente a los medios convencionales de Chihuahua en cada elección. Soy testigo de esas negociaciones nefastas que se dieron en todos los medios de comunicación donde laboré.

    Esa es la parte sustancial del problema de la caída estrepitosa de tanto medio de comunicación que está por cerrar sus puertas, que se acostumbraron a vivir a expensas de los gobiernos corruptos. Mientras más desleal y sucio es el gobernante, más provecho se saca de la situación. Por eso Duarte llegó a donde llegó.

    El destape de Duarte, fue ampliamente difundido en mi columna. Cada frase lo aseguraba y eso intranquilizó al otro candidato del tricolor. De una memoria impecable, Teto Murguía se sabía de memoria el teléfono de redacción del periódico El Mexicano. Después de escribir el destape de Duarte, la extensión del teléfono de redacción sonó y contesté la llamada. Era el magnate de las pinturas Dekoro.

    “Oiga, Rafael ¿quién le dijo que Duarte es el próximo candidato del PRI?, porque quien le dijo le mintió. Yo voy a ser el candidato, estuve con Beatriz Paredes y me dijo que aún no se decidía y que el partido estaba pensando que yo era la mejor oferta”.

    Recordé la figura de Beatriz Paredes frente al mural de Otto Campbell. Entendí en ese momento que la política era así de mentirosa, injusta y doble. La dirigente del PRI, sin ánimos de derrumbar las esperanzas de Teto, no se atrevía decir al pre candidato Murguía que la decisión estaba tomada.

    En su ánimo de ser candidato aquel hombre nervioso, obsesivo en la política, iba y venía a México en busca de respuestas. Teto había sido compañero de Beatriz en el senado de la república.

    El ingeniero Murguía hacía entre 30 y 40 llamadas diarias para dialogar con la gente del poder cercana a él, con el único fin de ratificar lo que él deseaba tanto escuchar, ser candidato a la gubernatura. Todos los semáforos estaban en verde, según su visión. Desde México se veían en rojo.

    Le advertí que las candidaturas de Patricio Martínez y Reyes Baeza habían corrido la misma suerte. Se habían platicado antes con el magnate de la OEM porque el PRI no corría riesgos en cuanto a las personas que elegía a cargos de elección popular.

    El poder de la OEM en Chihuahua podía evitar o motivar la llegada de políticos a cargos de elección popular. Muchos medios habían sido causantes de caídas de candidaturas de políticos que no estaban a modo, que no eran del agrado de los dueños de medios en los Estados.

    En el pasado, los dueños de medios de comunicación, eran el “otro” sector del partido que se tenía que analizar a la hora de elegir a los abanderados.

    Teto Murguía estaba molesto por la columna. Me dijo, “Dígame ¿cuánto quiere perder? Le apuesto a que yo voy a ser el próximo candidato. ¿Un millón de pesos?”, de su boca salió la cifra.

    “Yo no apuesto, ni apostaría, ingeniero. Creo que usted perdería la apuesta”. Además yo no tenía un millón de pesos, la única cantidad cercana era una casa de interés social, el único patrimonio que poseo.

    “¿Cuánto quiere perder, Rafael?, dígame, ¿un millón de pesos?”.

    “Estoy tan seguro de lo que escribí, que acepto la apuesta”, le dije asediado por la insistencia. Sabía que si Teto resultaba ganador de la elección interna sería una tarea difícil de cumplir, llegar a casa y decirle a mi familia: “fíjense que perdí la vivienda, en una apuesta…”, pero estaba seguro que no perdería.

    Mi firmeza originó la reacción del ingeniero Murguía. Su obsesiva idea de la candidatura lo sostenía en pie. ¿A usted quién se lo dijo?, preguntó por enésima ocasión.

    Mis fuentes y circunstancias no fueron reveladas en ese momento. Antes de colgar me dijo… ¡un millón de pesos!”.

    La conclusión de la apuesta es más que obvia, ni fue candidato, ni pagó. Es político. Olvidó todo y se refugió por unos meses en su bunker en espera de respuestas que nunca llegaron. Me he enterado que ha regresado a la pelea política y que es un fuerte aspirante para el año 2021, podría decir que su posición política es envidiable en este momento.

    De César Duarte ¿qué decir? La primera vez que lo vi después de la plática que tuvo con don Mario Vázquez Raña fue antes de la grabación del programa ‘Cada Quien su Estilo’, donde participaba el dueño del Canal 5 de televisión, Rafa Fitzmaurice, el director de noticias del mismo medio, Eleazar Lara, el extinto periodista y amigo personal, Jaime Pérez Mendoza y un servidor.

    Duarte llegó rodeado de un séquito de incondicionales. Siendo candidato parecía ya el gobernador. Guaruras oficiales y aquellos políticos que se convierten en guardaespaldas oficiosos, que dan lástima, rodeaban la figura regordeta y simpática del político ahora preso.

    Cuando me vio me sacó del grupo y jalado del brazo del político llegamos hacia un lado del estudio que estaba vacío. Mientras platicaba me tomó la solapa de mi sacó y me dijo:

    “Estuve con don Mario, pero todo bien. Hablamos de usted, pero todo está bien”, me dijo. No quité la mirada de sus ojos. En la redondez de aquellos órganos visuales podía observar al Duarte que ya había conocido en sus acciones políticas, al hombre mentiroso, fantasioso y doble. Primera vez que estábamos frente a frente.

    Entonces vino mi reclamo “¿por qué fue y le dijo a don Mario que yo le pedí dinero si sabe que eso es falso? El rostro se le encendió. Intentó buscar a su jefe de prensa para corroborar que él nunca había hecho tal señalamiento, pero no lo encontró entre el grupo.

    “Yo nunca le dije eso a don Mario, alguien le dio una información falsa”, me dijo el político. Y en realidad en la reunión con el magnate de la OEM nunca se tocó directamente el tema del dinero, sino Vázquez Raña simplemente me preguntó si “le había pedido dinero a Duarte”, algo que negué instintivamente con una pregunta: ¿Y luego venir ante usted y poner una cara de santo?, ¡Claro que no!”

    A Duarte le inferí mi decisión que perduró por seis años. “Bueno, solo le quiero decir que eso no pasará nunca”. Aquel encuentro y a la conclusión del sexenio nos vimos escasamente 4 veces. La frialdad del mandatario hacia mi persona y hacia el medio que representé por 21 años fue más que evidente.

    Rafael Navarro

    Periodista y Analista Político.

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