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    mayo 5, 2024 | 21:31

    El botón rojo y el mito de la extinción

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    Seguramente muchos de ustedes no lo sepan, pero aquellos que tenemos ya cierta edad habremos crecido o escuchado un sinfín de veces que como civilización humana nos encontrábamos en un punto de inflexión ante el riesgo de que las dos súper potencias en ese momento enfrentadas entre sí, pulsaran el botón rojo desatándose así una guerra nuclear que acabaría con la vida en el planeta tierra.

    Visto a la distancia y al tiempo, esta creencia producto de la guerra de la fría pudiera parecer un tanto excesiva, pero por muchos años para todos los politólogos la consecuencia natural del conflicto era un estallido donde las armas nucleares entrarían en acción con un terrible daño para la vida misma.

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    Con el desmantelamiento de la antigua Unión Soviética y el llamado fin de la guerra fría, el miedo a un holocausto nuclear se desvaneció, se instauraba una nueva era. El fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama daban muestras de ello, una singular tesis en la que el politólogo afirmaba que la lucha de las ideologías había terminado con el triunfo de la democracia liberal que se imponía en todo el mundo.

    Inaugurándose con ello una era de paz y progreso para el mundo, lo cual, por supuesto no ha sido así, pero lo que sí supuso el fin de la guerra fría fue disipar por varios años el fantasma de la devastación nuclear.

    A pesar de que la carrera armamentística inició antes de la Primera Guerra Mundial, es durante la guerra fría cuando se encarniza la polarización y el enfrentamiento trayendo con ello un despliegue brutal de desarrollo y acumulación de armamento, con especial énfasis de tipo nuclear bajo el argumento de que esto se hacía como medida disuasoria para evitar ser atacado por la contraparte.

    Y si bien, grandes han sido los esfuerzos emprendidos desde las Naciones Unidas por la NO proliferación de armas nucleares y luego por el desarme nuclear desde finales de los años 70´s, la realidad es que el número de armas y de países que las poseen no han dejado de incrementarse. De acuerdo al último reporte de la Asociación del Control de Armas en enero de 2022 en el mundo existen actualmente 3 mil 080 bombas nucleares en todo el mundo, siendo Estados Unidos y Rusia los que poseen el mayor número de ellas.

    Las armas nucleares se clasifican en “tácticas” y “estratégicas”. Las primeras, también conocidas como “pequeñas”, son aquellas diseñadas para objetivos y ocasiones determinadas, se transportan en pequeños misiles o aviones de caza, mientas que las “estratégicas” o “poderosas” son aquellas como que se conocen como “misiles intercontinentales” y su tamaño supera a un edificio de 7 pisos.

    Todos sabemos que si se produjera una guerra nuclear en el mundo las consecuencias serían terribles, los principales efectos serían: millones de víctimas mortales de forma inmediata o en el muy corto plazo, principalmente población civil. Reducción de la temperatura global por el carbono liberado que subiría a la atmósfera absorbiendo el calor del sol. Destrucción de la capa de ozono con lo cual los habitantes del planeta quedarían expuestos a un sin número de enfermedades respiratorias y en la piel. Crisis alimentaria aguda, por la destrucción de las tierras de cultivo y la contaminación del suelo y el agua. Crisis humanitaria sin precedentes por grandes olas migratorias y de desplazados sin capacidad para atenderlos. Además de la caída de una noche permanente en la tierra por la cobertura de los rayos del sol, lo cual nos sumiría en la oscuridad impidiendo a la mayoría de las especies vegetales realizar su proceso de fotosíntesis lo que causaría su muerte y desaparición, la contaminación del aire aumentaría, siendo este factor otra causa directa de muerte.

    Pero si usted ha llegado hasta aquí se ha de estar preguntando; ¿a qué viene tan deprimente relato? Pues este relato viene a cuento tras la declaración hecha por el Presidente ruso Vladimir Putin el pasado miércoles 21 de septiembre en que anunció que convocaría a 300 mil reservistas en activo para una movilización militar para sumarse a la invasión a Ucrania.

    Pero lo que ha puesto a todos de cabeza ha sido la parte del mensaje en que afirmó: “aquellos que intentan chantajearnos con armas nucleares deben saber que los vientos predominantes pueden girar en su dirección”. “Quiero recordarles que nuestro país también cuenta con diversos medios de destrucción y en algunos componentes más modernos que los de los países de la OTAN”. “Y si la integridad territorial de nuestro país se ve amenazada, sin duda utilizaremos todos los medios a nuestro alcance para proteger a Rusia y a nuestro pueblo”.

    ¿Y qué decir del: “no estoy blofeando” que repitió dos veces?

    Más que una alusión a la capacidad nuclear rusa, sus palabras suenan a velada amenaza. La lectura que occidente ha querido dar a este mensaje es que, ante la desesperación, Putin está perdiendo la cabeza y lanzando amenazas descabelladas.

    Yo creo que eso es parte de la propaganda occidental y que de estar perdiendo la cabeza nada, lo que pasa es que cada que tiene estas salidas de tono le funcionan, así que ha dado una nueva vuelta de tuerca y metido más presión a una OTAN cada día más dividida ante la falta de gas ruso, y la incomodidad de sus ciudadanos por bañarse con agua fría.

    Es propaganda y él lo sabe, ¿qué por qué lo hace? Pues porque puede, pero eso es tema de otro artículo, lo que hoy nos ocupa es ese sobresalto que de golpe nos remonta a los momentos más tensos de la guerra fría, el tema de las armas nucleares vuelve a los titulares de los medios de comunicación, a los discursos políticos y a las mesas de café.

    Ese sentimiento de vulnerabilidad humana y sentir que cualquier decisión precipitada nos coloca al borde del abismo es también la oportunidad de entender lo frágil que es la paz y lo importante de mantenerla. ¿Estamos ante el riesgo de que se desate una guerra nuclear? La posibilidad es realmente muy baja, pero no es cero.

    Los líderes de los principales bandos dicen que una escalada nuclear es impensable a pesar de sus propias declaraciones, es propaganda es estirar la liga hasta donde sea posible, jugar con las palabras y las interpretaciones. Nadie quiere una escalada nuclear, pero a todos se les dificulta encontrar un espacio propicio de acción.

    El argumento que Putin esgrime es que la ayuda de occidente a Ucrania vulnere la seguridad del territorio ruso, y aunque suene paranoico esto tiene mucho que ver con ese sentido de imperio que tiene Rusia, sobre su obsesión por las fronteras. Las cosas se le complican al Kremlin, es cierto, pero si algo ha aprendido Putin es que el territorio es sagrado para los rusos, por ello vuelve a esgrimir que la OTAN lo acorrala con una base cercana a sus fronteras, (lo cual sea dicho de paso, no es una mentira). El territorio como valor de supervivencia es el espíritu del imperio que ha pretendido por siglos vivir en la autarquía relacionándose con otros solo para dominarlos.

    Lo que es innegable es que las palabras tienen consecuencias y el mensaje de Putin escala la guerra en Ucrania, ahora los líderes de la OTAN van a tener que modificar sus estrategias, lo que alarga cada día más la salida de Rusia. La guerra va para largo, Europa corre el riesgo de congelarse, las alianzas se debilitan y la presión sobre los principales actores aumenta.

    Europa pide a Estados Unidos una respuesta más contundente, Biden no lo hace, no está en posibilidades de hacerlo, no quiere hacerlo. Europa sabe que si bien, es casi imposible un ataque nuclear estratégico. Pero ahora ya no lo está tan convencida sobre los ataques nucleares tácticos; ataques breves, dirigidos a blancos específicos pero que pueden hacer un grave daño a Europa antes de que haya siquiera tiempo para una respuesta.

    Nadie apoya una guerra nuclear ni siquiera China, el amigo y aliado de Putin, quien por cierto es el país que más ha acumulado armamento nuclear en los últimos años. Pero ahora cualquier error, cualquier precipitación nos acerca a ese botón rojo que por pequeño que sea un conflicto nuclear conlleva un riesgo de escalar, de salirse de las manos.

    Estoy convencida de que una guerra nuclear con la OTAN es improbable, esto llevaría a la destrucción mutua y no crea que ni los rusos ni los europeos son tan románticos como para morir por la patria. Los intereses y la ambición han probado a lo largo de la historia ser el verdadero espíritu del poder. El discurso cambia y con ello las estrategias. Lo que estamos presenciando es una nueva reconfiguración del orden mundial donde los que sufren y mueren es la población más vulnerable. Mientras otros son controlados por el miedo al botón rojo.

    Claudia Vazquez Fuentes

    Analista Geopolítica.

    Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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