“No se puede escapar de la responsabilidad del mañana evadiéndola hoy”
– Abraham Lincoln
La activista sueca Greta Thunberg hace la advertencia ante la prensa internacional acerca de la catástrofe mundial que se cierne sobre la humanidad si no logramos revertir el proceso de calentamiento de la tierra antes de que el daño causado sea irreversible lo cual sucederá en menos de diez años. Lo dice con conocimiento de causa, con el respaldo y la información proporcionada por la sociedad científica más destacada el mundo la cual ha estado alertando a los gobiernos desde hace treinta años sobre esa situación.
Así mismo, esta adolescente hace énfasis en el hecho de que la población mundial no está al tanto de la verdadera gravedad del problema porque los gobiernos no quieren informarlo al público y se niegan a crear políticas que obliguen a las compañías más contaminantes del planeta a generar la tecnología necesaria para reducir sus emisiones de dióxido de carbono.
Ante esto, ella nos exhorta a informarnos debidamente sobre la situación y consecuentemente a hacer uso de la democracia para exigir a los gobiernos que actúen con la responsabilidad y la urgencia que esta emergencia ecológica requiere.
Es evidente que Greta Thunberg no solo es una chica con consciencia sino además y como ella misma lo dice, su posición económica le permite hacer lo que está haciendo. Ella no tiene que preocuparse por su futuro económico, ella es una de las pocas personas del mundo con una posición económica privilegiada cuya familia tiene los recursos y contactos necesarios para apoyarla.
Por otra parte, sus críticos intentan descalificar sus declaraciones diciendo que es una niña con deseos de llamar la atención, con cara de psicópata (haciendo alusión a que sufre del Síndrome de Asperger, el cual limita la capacidad de socializar y comunicarse correctamente) y que en el caso de Greta, no parece ser problema porque se planta ante la prensa y dice todo lo que tiene que decir sin ambages y sin miedo.
Esos escépticos patológicos deben vivir en un mundo paralelo donde no desaparecen 200 especies de animales diariamente, donde los glaciares no se están derritiendo, donde no existen mares con millas marítimas cubiertas por deshechos plásticos, donde la selva amazónica no está en llamas, porque si vivieran en el planeta tierra ya se habrían dado cuenta de que los jóvenes tienen toda la razón en exigir que se haga justicia a ellos y a la naturaleza ya que de eso depende el futuro de las nuevas generaciones.
“Quiero que entren en pánico”, dice Greta, pero ¿cómo lograr que una sociedad cínica que se piensa invulnerable, que vive casi en calidad de zombies, entre en estado de pánico?
Aquí, tendríamos que definir qué significa pánico para el ciudadano común aunque cualquiera diría que en éste y en cualquier contexto, pánico es no poder respirar, no tener más agua para beber, no tener absolutamente nada que comer. Pero no, para la sociedad moderna pánico es perder la señal de Wifi o, ni Dios lo quiera, perder el celular; pánico es no tener la dosis de droga de su preferencia, pánico es que los amigos los bloqueen en Facebook, pánico es no ser aceptado por esta sociedad enferma y torcida, para ellos eso sí es pánico.
También estamos aquellos que entendemos que la situación es grave, pero vivimos con la esperanza de que “alguien” haga algo al respecto, alguien que tenga influencias, que tenga dinero, que tenga tiempo.
“Alguien”… ¿Pero quién?
La verdad sea dicha, si quisiéramos, cada uno de nosotros podríamos hacer nuestra pequeña parte para ayudar a este pobre y castigado planeta a sostener nuestra apática existencia.
No hay que salir a las calles a exigir a nuestros políticos locales que se apliquen a crear reglamentos y políticas domésticas que estén a su alcance para prevenir el aumento de la contaminación en nuestras respectivas poblaciones (aunque podríamos), pero sí podemos dejar de fumar, reusar nuestra botella de agua, cuidar los árboles que tenemos y plantar más, evitar el uso contenedores desechables de plástico, denunciar a los establecimientos que sigan utilizando bolsas de plástico no-biodegradables, utilizar menos productos químicos en la limpieza de la casa, organizarnos de tal manera que no utilicemos el auto solo para ir a comprar un refresco al Oxxo, economizar el uso de agua al máximo posible, apagar los focos que no se estén utilizando, comer menos carne, reciclar la basura etc.
Aquí sí que querer es poder, pero, ¿realmente queremos hacerlo?
A manera de incentivo me permito imaginar a nuestros nietos sufriendo las consecuencias de nuestra apatía, en lugar de poner en ellos nuestra raquítica esperanza de un mundo mejor. ¿Que podrán hacer ellos sí les estamos heredando una bomba de tiempo? ¿De qué nos sirve invertir en su educación mientras malgastamos los recursos naturales que habrían de ser el verdadero sustento de sus vidas?
Preguntas retóricas, lo sé, pero también ineludibles si no queremos condenarlos a vivir las consecuencias de nuestra necedad.
Preguntas que tenemos que atender, no vaya a ser que nos maldigan cuando el destino los alcance.
Oriunda de Ciudad Juárez, es madre de tres hijas y abuela de cuatro nietos. Incursionó en la iniciativa privada, en la locución de noticieros, en la docencia de idiomas y en los bienes raíces en El Paso, Tx.
Empezó su búsqueda en el camino espiritual en el año 2002, estudiando Raja Yoga con la Maestra Hindú Didi Lavina Vaswani en El Paso Texas, donde vivió por 14 años, recibiendo Nombramiento de Maestra de Raja Yoga en el Centro de Retiros de Madhuban - Rajasthan, India, en 2002.
Es Miembro de la Universidad Espiritual Mundial Brahma Kumaris desde 2002 y Ministro Ordenada por la Hermandad Espiritual Mundial desde 2008.
Escribe la columna "El Rincón del Alma", en la revista semanal Weekend.
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