Que tal si iniciamos semana desmitificando el concepto de riqueza.
Es importante dilucidar la idea que se tiene sobre esto.
No confundir riqueza con opulencia, o abundancia en dinero.
Riqueza en valores, salud, educación, conocimiento, es lo de hoy.
Aunque sí, para obtener estos recursos, necesitamos invertir.
En la década de los noventa, uno de los más relevantes futuristas contemporáneos, Alvin Toffler, describía en su obra, La Tercera Ola, que el concepto de riqueza había cambiado.
Dijo que ahora la riqueza se tasaba en conocimiento. O sea, entre más cosas sabes, más rico eres.
Luego, en el 2006, en otro de sus libros: la Revolución de la Riqueza, asegura, que la construcción de la riqueza, no se da al parejo, se erige entre varios tiempos y velocidades.
No todas las sociedades prosperan bajo la idea de construir al mismo ritmo, una economía de avanzada… a la misma velocidad.
Y asegura que para construir una economía avanzada, se necesita una sociedad avanzada.
Y él entiende como sociedad avanzada aquella colectividad que se maneja dentro de los esquemas de la teoría de la congruencia.
Tema que dejaré de lado por hoy, porque el punto neurálgico es otro.
Resulta que esas sociedades de avanzada tienden a potenciar no sólo el conocimiento en tecnología, innovación, inteligencia artificial y esas nuevas brujerías, sino en virtudes y cualidades que enaltecen al individuo y lo llevan a conseguir mejor bienestar y comodidad en la vida.
La pandemia nos dejó mucha enseñanza.
El deterioro económico mundial, dejó por un lado a muy pocos ricos en dinero.
Y una enorme mayoría de los supervivientes, ricos en salud, en entendimiento.
Pero también hay qué decirlo, muchos empobrecidos en dinero y bienes pero además, pobres en conocimiento.
Hoy día, el que conserva salud, ostenta una riqueza invaluable.
La mejor inversión poscovidiana es sin duda, la salud.
Y si mucho me apura, inversión en imagen personal y conocimientos sobre protocolo y etiqueta, que será el distintivo de las sociedades de avanzada.
Abogado. Analista Político. Amante de las letras.
CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.
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