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    marzo 28, 2024 | 19:58

    CARTAPACIO | Cazadores de Cabezas

    Publicado el

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    No, no se trata de aquellos indígenas de la amazonia: LOS JIBAROS; quienes en el relato literario del norteamericano, Fritz W. Up de Graff, (1923), cuenta como estos aborígenes, quienes por cierto, nunca habían visto hombres blancos, hasta el momento de su incursión, tenían por costumbre, matar a sus enemigos, les cortaban las cabezas, y luego bajo un extraño proceso de cocción, con hierbas de aquellos lares, reducían hasta una quinta parte el cráneo de su víctima, y la lucían como un trofeo; pero además como un símbolo de terror, para atemorizar a los que se quisieran medir con ellos.

    La práctica de reducir cabezas o tzantzas, (así les dicen en su dialecto), se empleaba para bloquear los poderes del Mésak, o espíritu del guerrero muerto en la batalla.

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    Los shuar creían que haciendo esto se doblegaba al Mésak para evitar su maldición y obtenían su obediencia y voluntad.

    El relato del autor, fue producto de los datos obtenidos durante un viaje de aventuras, al Alto Amazonas, que duró siete años, a finales del siglo XIX.

    Entre sus experiencias, cuenta que fue el primer hombre blanco que exploró aquellos afluentes del Amazonas, y en su camino sufrió el ataque de los murciélagos vampiros; entró en contacto con los jíbaros, cazadores y reductores de cabezas; encontró ‘un arroyo de agua hirviendo donde se hacían huevos duros en cinco minutos’; y una región donde no se podía hablar en voz alta porque se desataban aguaceros torrenciales.

    Debo decir que su libro “Cazadores de Cabezas del Amazonas.” (1923) está agotado. Yo guardo una copia de su última edición y obviamente nunca se las prestaré.

    Pero el trabajo de hoy nada tiene que ver con esto. No.

    Esta entrada, sólo fue una cápsula cultural.

    Se trata del precio que han puesto a las cabezas de los hijos del Chapo Guzmán; Ovidio, Iván y Emali Guadalupe.

    Cinco millones de dólares, por cráneo.

    ¡Nomamespancho!

    En cualquier otro momento, podría desatar la codicia de los caza recompensas, pues son sumas muy atractivas. Pero hoy, la cosa cambia. No se trata de ningún criminal que ande suelto por ahí matando viejitos, o robando celulares en la calle.

    Se trata de una corporación criminal, quizás la más poderosa del orbe. Con una fuerza de sicarios, de enorme capacidad de fuego; con armamento igual o superior a cualquier ejército del mundo.

    Saltan a mi mente las imágenes de Keanu Reeves, en su saga, John Wick, cuando le ponen precio a su cabeza y una marabunta de asesinos lo persigue, pero se los despacha con mucha facilidad.

    En el caso de John Wick, la codicia gana sobre la factibilidad de la misión, pues los que hacen el intento, suponen que son igual de diestros que el personaje y se arriesgan, a que les meta un plomazo, les doble el pescuezo o los decapite con alguna katana que se le atravesara por el camino.

    Ponerle precio a las cabezas de los hijos del Chapo, es hilarante.

    De entrada, es muy poca lana. Porque si deveras quisieran despachar a la estirpe Guzmán, contratarían fuerzas especializadas como Black Water, y el contrato por estas tres cabezas, más el exterminio de sus larvas, cotizaría entre los 300 o 400 millones de dólares.

    Es un juego, una vacilada. Y créanme, los chapitos no traen las corvas tembeleques.

    Raul Ruiz

    Abogado. Analista Político. Amante de las letras.

    CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.

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