Estimado señor presidente. Agradecido como siempre que lea lo que esté simple mortal le escribe. Contrario a lo común, este día lo quiere felicitar por haber reunido en palacio a los ‘príncipes truhanes’ de México, auténticos bellacos; qué bueno que les dio croquetas de pejelagarto y ese brebaje tan mexicanísimo color rosa (¡No se midió, presidente… que vago es usted!) aunque esos miserables e ineptos gobernadores no se merecen ni agua.
Aunque en su diálogo ‘buena onda’ me va a decir que son chidos y que no todos son iguales, pensaré siempre lo mismo: que la acendrada autonomía de los gobernadores tienen al país hecho garras pues muchos de ellos no tienen ni capacidad, ni ética, ni ganas de gobernar.
Alabo el hígado que tiene para sentarse a la mesa con los responsables de la desgracia social y política de este país y estoy seguro que muchos de ellos, como la gobernadora de Sonora, el futbolista que no sirve para nada y su correligionario de Puebla, por citar a algunos, no sirven para nada y todavía se aferran al poder. Muchos de ellos acudieron a la comida con la cola entre las patas al saber que han sido desnudados en su auténtica realidad.
Con sus visitas presidenciales ahora sabemos que tienen sus estados en quiebra total, en un abandono doloroso; nos enteramos, como en el caso de Chihuahua, que son como los perros falderos: ladran pero no muerden, gritan pero al final terminan moviendo la cola.
Le platico, señor presidente. Desde joven he convivido con gobernantes de todas las calañas. Y para serle franco por ninguno de ellos meto las manos al fuego. Conocerlos es lo peor que le puede pasar a un hombre de mi edad, periodista por 38 años, porque al final de la carrera terminamos por considerar que la política es la peor basura con la que lidiamos los mexicanos.
Una disculpa por lo que a usted le toca, don AMLO, pero está en la política y no se salva de la ambición de mentir y de ser corrupto, aunque usted diga que no, que es santo y puro.
Sin embargo, antes de que me diga ‘fifi’ y emisario de la mafia del poder, le diré que algo bueno vemos en usted, dentro de todas sus incongruencias. Nos cae bien, presidente, por lo espontáneo, por lo necio que es y por su pasión por los pobres. Dios quiera que fructifique lo del Insabi y que los corruptos gobernadores no le tuerzan la mano.
Espero algún día voltee a Chihuahua y convierta la ley mexicana en retroactiva. Hay tanta necesidad de justicia, de sentirnos respaldados por un gobierno que piense igual que la mayoría del pueblo.
Y es que al observar lo que ocurre en nuestra entidad nos enardece el recuerdo del pasado porque sentimos que Chihuahua merece un mejor horizonte. Aunque a veces no entendemos porqué los partidos políticos escogen tan mal a quienes llegan a la preeminencia burocrática.
Dese una idea, presidente. Desde mis comienzos he convivido directamente con 8 gobernadores y siete presidentes de la república. Un asco sus vidas personales, sus sucias fortunas marcadas por las canonjías empresariales y por sus nexos con el crimen organizado.
El último que gobernó no es peor que los demás. César Duarte sólo fue el más obvio. El creía que usted perdería la presidencia -otra vez- y que su alfil, un desangelado candidato a la gubernatura, Enrique Serrano sería su tapadera en el gobierno. Gracias a Dios no ganó, aunque creo que al final nos fue peor con el huevón que tenemos. Nada resultó y ahora el corrupto Duarte corre mientras es ocultado en Estados Unidos donde gasta la fortuna que nos robó a los chihuahuenses.
Y luego, como le digo, nos llegó el ‘huevón de las rayadas’, señor presidente. Tan incongruente y megalómano como nadie. Ya lo caló usted en el desayuno que tuvieron en la casa que se robó. Así es Javier, incongruente y corriente.
Y para atrás ni voltear. Imagínese al saqueador del Issste, que por desgracia lo tuvimos como gobernante. En Chihuahua le decimos ‘el huevos tibios’, porque fue un omiso frente al crimen organizado. Un día se le metieron los mafiosos hasta la misma cocina de la casa de gobierno y el famoso Reyes Baeza estuvo a punto de hacerse pipí. A causa del susto se le torció la cara; descubrió que el miedo no es un buen amigo en el gobierno, pero el nunca lo superó.
Antes que Reyes Baeza nos gobernó Patricio Martínez García, uno de los más ambiciosos gobernadores que ha tenido el estado de Chihuahua. Figúrese, presidente, le dieron un balazo en la cabeza y si antes ya estaba loco después del balazo ¡Dios nos libre!, Chihuahua se convertido en un manicomio.
El problema de Patricio es que no se le pueden adjudicar actos delictivos, derivados de su impresionante corrupción, porque seguramente el juez lo considere inimputable.
Antes de Patricio fue el tiempo de Francisco Barrio, el songo panista que ahora nada en su fortuna. De ser un mediocre empresario ahora cuenta sus recursos en el haber de sus dividendos políticos. La supo hacer el viejo y tan songuito, que ahora pasa desapercibido y sólo aparece cuando su ahijado, el huevón de palacio, le manda hablar.
Señor presidente, creo que usted se encuentra en un serio predicamento. Cómo va a lidiar con esa caterva de gobernadores que, dicho sea de paso, muchos de ellos son unos imbéciles que llegaron al cargo como un regalo de sus jefes políticos. Y ninguno se salva, ya lo dijo usted al referirse a los de Morena y advertirles que no están amparados por siglas y derechos de picaporte.
Lo que esperamos de usted es que se deje de tanto jueguito meloso. El país no está para tener a un ‘cepillín’ en palacio y a un ‘tío gamboín¿ dando buenos consejos a medio mundo. Requerimos firmeza, razonamientos de justicia. No encuentro otra forma de acabar con los abusos que se cometen en un país de profundas desigualdades.
Usted sabe que no se reunió con simples gobernadores. Entre la bola, señor presidente, hay rufianes, mafiosos, ladrones e incapaces. En la medida que se derrumben esas ambiciones, esos cotos de poder, podremos creer que México va en pos de la Cuarta Transformación.
Hasta mañana, señor presidente.
Periodista y Analista Político.
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