Imagine el siguiente escenario: es usted un reputado corredor de bolsa y CEO (Chief Executive Officer, o “Director ejecutivo”) de una gran empresa de operaciones financieras, donde se manejan enormes cantidades de información acerca de los movimientos bursátiles y económicos diariamente.
Esta empresa tiene a su servicio una buena cantidad de analistas que duran 10 horas al día pegados a los monitores de sus computadoras comparando variables, contrastando resultados y prediciendo el comportamiento de las bolsas de valores, todo en aras de tomar las decisiones más inteligentes y que redunden en el mayor beneficio posible tanto para la empresa como para los inversionistas.
La comunicación entre su empresa y otras empresas del ramo, corredores de bolsa y otros analistas alrededor del mundo es en tiempo real, expedita y es sumamente valiosa tanto por la calidad como por la pertinencia de la información que se recibe: un desfase de unos cuantos minutos hace que la toma de una decisión sea exitosa o errónea, y significa millones de dólares en fondos de inversión, acciones y créditos.
En la dimensión de la mayoría de los ciudadanos, lo anterior se traduce en empleos, pensiones, seguros y la diferencia entre darle a Danielita la quinceañera de sus sueños en Cancún o llevarla al MacDonalds por una cajita feliz. Usted seguramente esta consciente que la seguridad digital de la información que maneja su empresa y las comunicaciones que mantiene es de enorme trascendencia, por lo que trata de asegurarse que el departamento de sistemas mantenga todo en perfecto estado: que el mantenimiento preventivo sea contínuo, las computadoras sean las más recientes y que sus programas estén actualizados y sean de los más modernos.
Si en este momento le pidiera a su ingeniero de software que le hiciera un reporte de los recursos digitales utilizados por la empresa y la antigüedad de los mismos para decidir qué es lo que se requiere actualizar, con toda seguridad se llevará una gran sorpresa al saber que el núcleo de instrucciones de los sistemas informáticos centrales está codificado en un lenguaje de programación de 1959.
El COBOL (acrónimo de Common Business-Oriented Languaje, o Lenguaje Común Orientado a Negocios) es un lenguaje de programación cuyo nacimiento se dió a finales de la década de 1950, y su arquitectura fue concebida en una época en la que no había demasiadas opciones para programar las poquísimas computadoras que en aquel entonces existían, y que además eran sumamente costosas y delicadas, y sólo las grandes corporaciones y gobiernos las tenían.
Por supuesto que en todos estos años las actualizaciones, modificaciones y correcciones han sido la constante en el corazón de COBOL, pero hasta la fecha es de los lenguajes de programación más utilizados en los medios de negocios (tip para los jóvenes que están buscando algo que estudiar: el salario de un programador en COBOL puede ser hasta del triple del de un profesionista promedio recién egresado).
Usted, como CEO responsable, pero a la vez ignorante de cuestiones de programación, probablemente ordene inmediatamente la sustitución de ese vetusto COBOL con lo más reciente en lenguajes informáticos, pues sin duda hay grandes avances en la materia desde 1959 a la fecha. Y aunque efectivamente los hay, su ingeniero se negará rotundamente por las mismas razones que usted no ha cambiado el Windows XP de la computadora de su mamá, pues es fiable, ha sido probado una y otra vez y por tanto es muy bien conocido por su cabecita de algodón (trate de hacerlo y prepárese para una ola de protestas, recriminaciones y probablemente un emplazamiento a huelga de tortillas de harina, esas que su mami le hace los fines de semana). Y no solo es porque el ser humano promedio le tiene terror al cambio, sino que éste es costoso.
Esa es la razón por la que la NASA retiró el uso de los transbordadores espaciales para su programa espacial hasta el 2011, siendo un programa estructurado en los 60s: aún cuando eran vehículos maravillosos, dignos de la mayor admiración y sumamente útiles ya significaban riesgos y costos muy elevados. Aunque las renovaciones eran constantes, el corazón de su tecnología databa de los albores de 1970.
La próxima vez que su hijo o nieto se burle de usted porque no sabe configurar su smartphone, consuélese pensando que usted probablemente hizo lo mismo con su padre cuando le regaló aquella videocasetera a la que tuvo que enseñarle a programar la fecha y devolver la cinta del cassette.
¡Alea iacta est!
Marcos Delgado Ríos
Ingeniero Químico y Licenciado en Educación, con Maestría y Doctorado en Ingeniería Ambiental.
Catedrático universitario y empresario emprendedor en productos con valor científico agregado. Analista político y Rector de la Academia Superior de Estudios Masónicos (ASEM) de la Gran Logia “Cosmos” del Estado de Chihuahua. Líder del Comité de Participación Política “Salvador Allende”.
*La suerte está echada
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