En esta semana todos los mexicanos vivimos con interés un evento singular: la Auditoría Superior de la Federación (ASF), el organismo dependiente de la H. Cámara de Diputados cuya función principal es fiscalizar el buen ejercicio de todos los programas públicos de Gobierno, después de prender todas las alarmas, al informar que el costo de cancelar el Aeropuerto de Texcoco era tres veces mayor a la estimación oficial realizada por el Gobierno, muy pronto reconoció que sus cálculos estaban errados.
En un boletín oficial aceptó que sus cuentas sobrestimaban el costo real de la cancelación de ese aeropuerto, que el origen del desacierto era una falla metodológica y anunció que había comenzado una profunda investigación para identificar el origen de lo que más que una cuenta parece un cuento. Literal porque es mucho más realista suponer que la ASF imaginó un cuento, una realidad paralela, alejada por entero de las cuentas claras que debió ofrecer a todos los mexicanos.
Esta historia ficticia sobre las acciones del Gobierno de la 4T no tiene precedente, es inconcebible que corresponda a un error metodológico, porque las metodologías, se diseñan con tiempo. Antes de aplicarse se prueba su eficacia, en este caso, para medir la magnitud de la mencionada cancelación. En ningún campo del conocimiento jamás se adoptan a la ligera y menos en un ejercicio profesional como el que se practica en la contabilidad gubernamental.
Un cambio de metodología para estimar el valor de un proyecto cancelado primero se discute, se debate, se prueba su viabilidad, después se pasa a los ensayos de su implantación y al diseño de los controles que tendrá su aplicación. Todo esto puede llevar meses, quizá años, pero siempre un proyecto de esta naturaleza debe estar dirigido por el capitán del barco, quien debe tener un conocimiento pleno de los alcances de un procedimiento para estimar el valor e impacto financiero de una decisión que se mide en miles de millones de pesos. No es una bagatela, son grandes números que mucho tienen que ver con el destino de una nación.
Tampoco puede aceptarse un error circunstancial, un cálculo equivocado a lo hora computar los números. La imaginación no alcanza para suponer que la hoja de cálculo se rebeló en la última hora, porque después de las sumas y restas los resultados se analizan, se interpretan e invariablemente se tiene la oportunidad de auditar sus resultados; pero, en fin, parece que a la ASF, a su ejecutivo mayor, el verdadero significado de este concepto se le ha escapado.
Por ello al final nos quedamos con la impresión que al máximo auditor de nuestra nación le ganó su vocación literaria, que por cierto desconocemos si goza de algún reconocimiento; pero su informe es una joya que debe ser valorada, porque, lejos de la objetividad, la imparcialidad, precisión y exactitud que lo debía caracterizar, se muestra como una historia, una ficción mal intencionada, que deliberadamente fue construida para alimentar a los peores críticos de AMLO, sobre lo que acaso sea el tema más importante en lo que va de su gestión.
Pero también en esta historia, de la cual el Señor Colmenares Páramo ya ha publicado los dos primeros capítulos, hemos conocido un hecho tan singular como el gran error que nos ocupa: se trata de la conducta de nuestro Presidente que nos ha dado una prueba de respeto al trabajo realizado por un organismo autónomo que depende del poder legislativo, en particular de la H. Cámara de Diputados.
Cómo advertir esta prueba de respeto, que en mucho enaltece su vocación democrática, muy simple: AMLO tuvo toda la oportunidad y un supuesto poder para inducir a su favor el informe de ASF, sobre todo, tratándose de un asunto de la envergadura del Aeropuerto de Texcoco, y no lo hizo. También pudo enterarse de un resultado tan negativo para su gestión, antes de que este fuera publicado y tampoco lo hizo. O acaso se enteró y respetando el ejercicio pleno de las funciones de la ASF, no impidió su publicación.
En cualesquiera de estas situaciones tenemos la evidencia de que nuestro presidente, al no obstruir la publicación del informe, nos ofrendó una prueba de respeto al ejercicio pleno de la función de Auditoría que corresponde al poder legislativo; lo cual nos habla de una conducta muy alejada de lo que pregonan sus críticos, donde no cabe la duda de que AMLO respeta la autonomía de los poderes y con ello la de sus órganos de control y vigilancia.
Con esta manifestación de respeto a las instituciones nuestro presidente nos ha dado una prueba más de la honestidad que lo define y eso es fundamental en esta hora que vivimos todos los mexicanos, pero en especial los Chihuahuenses.
Empresario y político defensor de la cuarta transformación.
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