El 19 de enero de 1927 falleció en Chateau Bouchot la emperatriz Carlota de México a los 86 años. Murió atrapada entre nostalgia, locura, esperanza e ilusión de volver a ver a su príncipe de cabellos rubios Maximiliano, décadas después de que la aventura mexicana terminará en fracaso y tragedia. Por ello, recordemos un poco quien fue Carlota de México.
El nombre completo de la emperatriz Carlota era: María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans. Hija de Leopoldo I, rey de los belgas y la princesa Luisa María de Orleans.
Nació el 7 de junio de 1840 en Bruselas y a su nacimiento se le otorgó el título de princesa de Bélgica, pero al estar emparentada con las Casas Reales más poderosas de Europa, se convirtió en quizás la princesa europea más importante. Por lo que, a la vista de su padre, Carlota debía ser educada para gobernar y ser digna de poseer el título de emperatriz.
Carlota recibió una educación muy completa, estudió lo que hoy para nosotros vendría a equivaler Administración de Empresas y Públicas, Contaduría, Economía, Historia, Ciencias Sociales y Políticas, Arte, Matemáticas financieras e idiomas. Cuando ella conoció al entonces príncipe Maximiliano, quedó impresionada por lo culto y educado que era. No tardaron en contraer nupcias, se ha podido afirmar que fueron de las raras parejas reales que si se casaron por amor y no tanto por política.
El rey Leopoldo I, también era un hombre muy rico, así que la dote de Carlota fue una suma millonaria. Tanto así que con ese dinero Maximiliano mandó a construir un castillo en Miramar, Italia. Puesto que él era virrey del entonces reino de Lombardo-Véneto (Lombardía- Venecia). Su matrimonio con Maximiliano de Habsburgo, además de ser princesa de Bélgica, le dio los títulos de: Princesa de Lorena y Hungría, Princesa y Archiduquesa del Imperio Austrohúngaro, Condesa de Habsburgo, Virreina consorte del Lombardo-Véneto y posteriormente, Emperatriz de México.
Pero estos títulos, aunque muy llamativos, los colocaban en segundo lugar en todo. Por eso cuando la comitiva mexicana se presentó en audiencia con ellos, para ofrecerles el trono Imperial de México, fue ella quien convenció a Maximiliano de aceptar. A su llegada a México, tuvieron un recibimiento frío en el puerto de Veracruz, pero la suerte cambió cuando llegaron a la ciudad de Orizaba, el primer lugar que los recibió con calidez.
Carlota al igual que Maximiliano quedaron asombrados y maravillados por la exuberancia de los paisajes, la multiculturalidad étnica y de los antiguos palacios que aún resonaban el eco de la Nueva España.
Carlota aprendió a hablar náhuatl, fundó varios orfanatos, estuvo muy pendiente de la Academia Imperial de Artes y Ciencias, visitó comunidades indígenas y gustaba mucho de las piñatas, las posadas y el día de muertos.
Fue una mujer que gustaba de hablar de política, historia, arte y literatura en la Corte Mexicana, desafortunadamente sus damas y los caballeros mexicanos no estuvieron a la altura del intelecto de la emperatriz. Pese a ser joven, cuando el emperador Maximiliano salía por giras de trabajo, Carlota tomaba el control del imperio imponiendo su autoridad y haciendo que las cosas se hicieran. Incluso, vale la pena recordar que, gracias a ella, lo que hoy es el “Paseo de la Reforma” en la capital, fue llamado “Paseo de la Emperatriz”. Un obsequio que Maximiliano mandó a hacer para Carlota, el cual constó en hacer una avenida en la cual ella pudiera pasear y como avenida principal para la capital.
Cuando la situación del imperio se complicó demasiado, Maximiliano pensaba en abdicar, pero Carlota le convenció de que resistiera. No obstante, las cosas se complicaron tanto que tuvo que mandar a Carlota fuera de México con el pretexto de que buscará apoyo de Francia y el Vaticano. No sin antes pedirle un mechoncito de su cabello, el cual Maximiliano guardó en un anillo que siempre traía con él, hasta que las tropas republicanas se lo quitaron cuando lo aprisionaron.
Carlota no abordó los buques franceses que la llevaría a Europa hasta que no izaran la bandera de México y de aquella época, es la canción de “Adiós mamá Carlota”.
El trato que recibió en Europa quebró su mente, puesto que Napoleón III y el Papa negaron el apoyo al imperio. Fue entonces que su familia se enteró y la trasladaron a Bélgica confinándola en un castillo. Maximiliano fue avisado de la locura de Carlota, noticia que le afectó demasiado.
Después del fusilamiento del emperador Maximiliano, el príncipe de Metternich llevó a Carlota en un cofre, una parte del corazón de Maximiliano aun con las balas incrustadas. Carlota se negó a aceptar que eso pertenecía a su “Max”, ya anclada en el pasado, siempre escribía cartas a Maximiliano donde le preguntaba – ¿Cuándo podré volver a México? – Max ven por mí-.
Todas las tardes salía al pórtico a esperarlo, pues ella decía que “Max” le había dicho que regresaría por ella, y si, Carlota estuvo esperando por 60 años.
Postrada en su cama y en sus últimos momentos, le llegó un momento de lucidez y dijo: “Recordadle al universo al hermoso extranjero de cabellos rubios. Dios quiera que se nos recuerde con tristeza, pero sin odio”. Luego de su último suspiro, murió la emperatriz de México.
Su familia le dio el funeral que merecía, asistieron varias delegaciones, excepto la mexicana ya que por prudencia se decidió no estar presente.
Sin duda Carlota fue una mujer excepcional que llegó con todo su entusiasmo a esta tierra brava. Vale la pena recordar lo que hizo y valorar el gran sacrificio que implicó venir a México.
La aventura del II Imperio Mexicano y la pareja imperial, son una historia apasionante y trágica. Que por cierto, recomendamos ampliamente la novela “Noticias del Imperio” del ya fallecido escritor chihuahuense Fernando del Paso.
Ojalá Carlota esté en un lugar mejor con su “Max”, puesto que los restos de ambos permanecen separados.
Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.
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