Hoy, quince de enero nació uno de los próceres que marcó un hito en la historia de la humanidad, recordemos que fue un quince de enero de 1929 cuando nació en Atlanta Georgia, Martin Luther King Jr., un gran pacifista y activista en defensa de los derechos civiles de la población afroamericana en Estados Unidos, quien cayera víctima del odio racial y clasista. Sucedido esto en un año también emblemático para México en la lucha por las libertades, fue 1968 cuando la vergüenza cayó también como un manto ominoso sobre nuestro país.
Pero también es una fecha memorable para el estado de Chihuahua, pues un quince de enero de 1972 un grupo de jóvenes idealistas que intentaban cambiar el régimen opresor, fueron asesinados a sangre fría de manera extrajudicial, a manos del gobierno estatal encabezado en aquel entonces por el gobernador Oscar Flores Sánchez.
Estos hechos desencadenaron una enorme reacción de la sociedad chihuahuense, que a partir de entonces se sumó al movimiento juvenil y universitario, en respuesta a aquellos crímenes de lesa humanidad se provocó un alzamiento popular pacífico que se prolongó durante la década de mil novecientos ochenta. Sin embargo, la respuesta del régimen fue furibunda ante aquellos jóvenes que demandaban inclusión democrática para cambiar las estructuras sociales y políticas; a partir de entonces, se desató una intensa persecución por parte del Estado contra todo aquel luchador revolucionario que entendía claramente que la opción electoral era solamente mera simulación, que era materialmente imposible para estos jóvenes acceder a posiciones de poder político y que el idealismo en pos de la justicia estaba casi intrínsicamente ligado a la clandestinidad y con ello, la condena a rendirse o morir.
Para las generaciones actuales, los hechos del 15 de enero de 1972 son casi desconocidos, puesto que por aquellos años, el régimen monolítico y dictatorial del antaño PRI, se encargó de aniquilar a través del terrorismo de estado a la oposición verdaderamente representativa de los intereses populares, eran jóvenes inspirados en las luchas campesinas, obreras y estudiantiles, que desde principios de la década de los sesentas demandaban igualdad de derechos, no únicamente en México, sino en el mundo entero, al igual que Martin Luther King que reclamaba fuesen respetados los derechos civiles de los afroamericanos y quien sin jamás haber hecho uso de la violencia, fue cobardemente asesinado. Infortunadamente, algunas páginas de nuestra historia están manchadas de sangre, como cuando otros jóvenes estudiantes fueron masacrados el dos de octubre de 1968 en Tlatelolco y los caídos el jueves de Corpus en 1971.
De la historia oficial han sido literalmente borrados los actos heroicos de hace cincuenta años, pero peor aun, la esperanza de encontrar con vida a cientos de luchadores sociales desaparecidos, el esclarecimiento de la verdad sobre las detenciones ilegales, las torturas y hasta los asesinatos a manos del régimen fueron ignorados por todos los gobiernos anteriores al 2018. Apenas se ve ahora la luz al final del túnel en el gobierno actual, en primer lugar con el reconocimiento de que los hechos atroces fueron reales, y en segundo con el establecimiento de una comisión de la verdad, que encuentre, revele y repare las injusticias y daños cometidos por el régimen autoritario.
Pero también es una realidad que una gran mayoría de políticos, sobre todo aquéllos que se identifican con el ala conservadora de nuestro país y que ahora, paradójicamente han sido beneficiados por las causas enarboladas por los jóvenes mártires, me refiero a los ideales de democracia, de elecciones libres, y hasta de reconocimiento presupuestal en la lucha electoral y partidista; ignoran totalmente (o lo simulan muy bien), las luchas obreras, campesinas, estudiantiles y urbanas que son el precedente más reciente e importante para poder tener las libertades de las que ahora disfrutamos.
Avelina Gallegos, Mario Pérez, Inocencio Carrillo, Diego Lucero, Juan Gilberto Flores Díaz, fueron sacrificados por sus ideales; su única motivación era mejorar las condiciones de un gobierno opresor, buscaban recursos para financiar su movimiento político; el delito en sí, fue hacerlo de manera violenta; pero nunca se ha reconocido de manera oficial que la causa era noble, y que la rudeza contra ellos para acallar su protesta fue desmesurada. Esto ha sido ignorado por las generaciones actuales de políticos de la derecha que han llegado al poder gracias a un gran financiamiento público para la organización de los partidos, sus campañas y de los mismos organismos electorales, que ahora mismo se niegan a consultar al Pueblo, contradictoriamente por supuesta falta de dinero. Éste es el mundo al revés, muchos pagaron con sus vidas en la búsqueda de recursos para la democracia, mientras ahora otros pretenden abolirla a pesar de tener los recursos sobrados.
Por aquellos tiempos, incluso la iglesia católica se sumó al reconocimiento de que la lucha armada era consecuencia de otras violencias, muchas de ellas evidente y claramente institucionales, ejercidas en contra de los más vulnerables, del enriquecimiento desorbitado de unos cuantos unido al ignominioso racismo que ya era insultante; ante este escenario ellos representaban una alternativa para la transformación de las estructuras opresoras.
La creciente inconformidad de la sociedad chihuahuense derivó en la instalación del Tribunal Popular, un 26 de julio de 1972, que encontró responsable al gobierno de Oscar Flores Sánchez y a sus cuerpos policiacos de un uso desmedido e ilegal de la fuerza. La organización social derivada del Tribunal Popular, fue el punto de partida para alcanzar el cumplimiento de las demandas justas, principalmente con la apertura de más espacios para la educación, pero también para la organización de luchas políticas de izquierda; no obstante, la ferocidad del régimen siguió extendiéndose por varios años más.
Quienes somos herederos del pensamiento y los sueños de aquellos esforzados líderes y que ahora participamos en los procesos de transformación liderados incluso por sobrevivientes de aquellas luchas, no podemos olvidar su heroísmo y su entrega para combatir cualquier forma de injusticia.
Aunque la historia oficial haya pretendido borrar las huellas de las luchas libertarias y en favor de las igualdades, nos enorgullece ser producto de la semilla sembrada por las y los jóvenes revolucionarios de 1968 a 1980. Quienes participamos en MORENA, hemos sido inspirados por los movimientos genuinos que abrazaron los intereses del Pueblo, sin ellos, no habríamos podido darle cauce, en primer lugar, a la organización popular y desde luego, al proyecto alternativo de gobierno.
Pero, ¿Qué pasó con el movimiento popular en Chihuahua a partir de 1980? ¿Por qué electoralmente los frutos fueron recogidos por los representantes de la derecha? Irónicamente por quienes nunca fueron rebeldes ante las injusticias, por quienes entre su militancia era muy raro entre ellos que hubieran experimentado en carne propia los padecimientos ocasionados por la pobreza, la opresión, la segregación y un larguísimo etcétera.
Lo que favoreció a la derecha, fue principalmente el desgaste sufrido por lo arriba narrado, la represión, la estigmatización, pero también debido a que Acción Nacional se presentó con una careta de honestidad y democracia, dispuestos supuestamente a cambiar la realidad del estado. ¿Y qué ocurrió? Durante décadas la alternancia no fue más que simulación, no hubo una profunda diferencia entre los intereses del antaño PRI con el cambio prometido del PAN.
La verdad develada hace escasos meses, dio cuenta que nunca hubo diferencias reales entre los ahora aliados, y que aquéllos jóvenes reprimidos, en realidad tenían razón, no tuvieron opción, la alternancia política electoral y pacífica estaba cancelada. La supuesta oposición, era una farsa, un alcahuete, cuyos herederos hoy encabezan las más virulentas posturas conservadoras.
Empresario y político defensor de la cuarta transformación.
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