El santuario de dios sois vosotros mismos, el templo está en vosotros.
Existe un Templo del tamaño de nuestro mundo y es el Templo de la vida, el Templo de la naturaleza que para vos es conocida es el Templo donde se desarrolla la vida humana animal vegetal y mineral, para los humanos es de vital importancia trabajar en cuidarla y protegerla ya que es la principal fuente de alimento material., si conservamos el Templo de la vida estaremos conservando vuestra propia existencia y estaremos conservando uno de los templo en los que os desarrollamos como seres humanos parte de nuestro proceso de evolución, así como el cuerpo físico del hombre se constituye en el templo del espíritu humano, así la naturaleza es el templo donde se regenera la vida., evoluciona en sí misma y permite el trabajo de evolución.
Como seres humanos tenemos la obligación y el compromiso de cuidarla proporcionar su libre y espontánea regeneración, ya que un mal uso de sus recursos afectaría el equilibrio que permite la subsistencia del Templo de la vida.
Como espíritus ocupando un cuerpo físico el hombre está obligado a trabajar en este Templo. es parte del proceso de evolución., En nuestro arribo al Templo material somos dotados de herramientas de los elementales que gobiernan la naturaleza los instintos las emociones, las pasiones y nuestra propensión o debilidad, hacia los vicios. Sin duda que estas herramientas os permiten sobrevivir aunque en la mayoría de los casos, las empleamos de manera incorrecta y degeneramos su utilidad., Nos servimos de dichas cualidades en una forma grosera para acrecentar nuestros egos. Que se traducen en soberbia vanidad y orgullo.
Saber LEVANTAR TEMPLOS A LA VIRTUD y CAVAR POZOS SIN FONDO A LOS VICIOS, cuando se trata de establecer los principios básicos de las más elevadas doctrinas que os enseñan a edificar un verdadero TEMPLO ESPIRITUAL dentro de vuestras conciencias para luego llevar esos conocimientos de alta moral y haceos esa misma labor ante la humanidad desvalida., los Templo espirituales levantaos en aras de la SANA MORAL y en honor a la VERDAD SUPREMA no es posible edificarlo al ritmo rudo golpe DEL MARTILLO, ni mucho menos por medio de la acción PENETRANTE del hacha o de cualquier otra herramienta de hacer. Sino que la cimentación que sirve como base a esa grandiosa obra, debe descansar sobre la MORAL, la RAZÓN y sobre las VIRTUDES humanas, como principios que han de llevarse, hasta la mente de nuestros semejantes, por humilde que sea su actuación ante la sociedad, puesto que solamente de esa manera llegamos a conocer las DOTES de BONDAD, el espíritu de JUSTICIA y la nobleza del CORAZÓN de los hombres. En consecuencia, no hay que reconocer y tener seguridad, de que ninguna pasión moral ni material que satisfaga, nos puede proporcionar vanagloria, ni placeres tan puros ni duraderos como el orgullo inefable que sentimos al saber que hemos reconocido y corregido a nuestros propios errores o defectos, haciendo uso de nuestro libre albedrío, puesto que nos fortalece la personalidad y nos proporciona la suficiente voluntad para vencerse a sí mismo.
El santuario de dios sois vosotros mismos, el templo está en vosotros.
Así como la planta crece y progresa por medio de sus esfuerzos verticales, así también vosotros debemos levantar el templo a la virtud, levantándolo en vuestro interior con vuestra propia vida, el templo de la piedra cúbica son una misma cosa, esforzándonos en superar vuestros defectos y debilidades y en vencer y dominar vuestros vicios, instintos y pasiones, que son la esperanza de la piedra bruta, que representa vuestro estado de imperfección.
Caminad y esforzaos hacia la luz, buscad la verdad y establecer su dominio. Liberaos de todas las sombras, que oscurecen toda manifestación de la luz interior, que debe brillar clara y firmemente en cada uno de vosotros.
Para que así esta luz pueda ser transmitida naturalmente alrededor de vosotros en la vida toda. Así como en vuestros pensamientos y acciones, procura ser humildes ya que es el primer paso hacia la verdadera luz interior.
Por: Rubén Rodríguez Z.
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