Para las multitudes esta Pascua fue una verdadera resurrección después de dos años de pandemia que paralizaron las celebraciones de la Semana Santa.

Ante decenas de miles de católicos reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano para asistir a la Misa de Resurrección, escuchar al Papa y recibir su bendición, Francisco apeló a la paz y describió la fecha como una “Pascua de guerra”.

En su mensaje Urbi et Orbi (De la ciudad al mundo) el Papa pidió el regreso de la paz a Ucrania, arrastrada a un guerra insensata y cruel, llamó al mundo a no acostumbrarse a la guerra. “Pronto amanecerá una nueva esperanza”, dijo.

Que haya una decisión por la paz, que dejen ya de medir fuerzas mientras la gente está sufriendo, dijo Francisco, y exhortó a todos a clamar por la paz desde los balcones y las calles para que los líderes de las naciones escuchen el llamado de la población.

El Papa expresó que sus pensamientos estaban con la víctimas ucranianas, los millones de refugiados, los desplazados internos, las familias divididas, los ancianos que han quedado solos, las vidas rotas y las ciudades arrasadas.

También elogió las muchas señales alentadoras de caridad y la bienvenida que han dado familias y comunidades a los migrantes y refugiados ucranianos en toda Europa.

Hoy más que nunca escuchamos la proclamación de Pascua de los cristianos del este: “¡Cristo ha resucitado!”, dijo Francisco, y añadió que todos lo necesitamos al finalizar una Cuaresma que ha parecido interminable.

El Papa llamó a observar otras situaciones de conflicto y sufrimiento en muchas áreas del mundo que no deben pasarse por alto ni olvidarse, como el Oriente Medio, Libia, Yemen, Afganistán y Myanmar. Además, mencionó a todo el continente africano y la asistencia que necesitan muchas personas en América Latina por sus condiciones sociales.

Francisco concluyó su mensaje de Pascua con poderosas palabras: “La paz es posible, la paz es un deber, la paz es la principal responsabilidad de todos”.