“Conócete a ti mismo”, decía Sócrates. Esa máxima no solo aplica al individuo, sino también a los nuevos vínculos que construimos como sociedad. En el marco del Día del Padre, vale la pena detenernos a mirar con otros ojos una figura que está dejando de ser rígida y lejana para convertirse, cada vez más, en presencia amorosa, en corresponsabilidad cotidiana y en un pilar emocional real.
Hoy, ser padre no se reduce a proveer, mandar o imponer. Ser padre, en los tiempos que corren, implica estar, sentir, cuidar y decidir en equipo. Las nuevas paternidades están rompiendo con estereotipos que por siglos colocaron a los hombres como jefes ausentes y a las mujeres como cuidadoras naturales. Esa lógica ya no encaja con la sociedad que aspiramos a construir: una donde criar sea una tarea compartida, y amar sea una decisión diaria basada en acuerdos, no en costumbres caducas.
Vivimos una época en que muchas mujeres han salido al mundo laboral, a conquistar espacios, a construir independencia y a brillar con luz propia. Pero esa transformación no puede recaer solo en ellas. El cambio profundo comienza cuando los hombres se atreven también a mirarse y cuestionar qué tipo de masculinidad están ejerciendo. No se trata de ceder poder, sino de compartir responsabilidades. No se trata de ayudar “cuando se puede”, sino de entender que la paternidad es también lavar los platos, preparar la lonchera, correr al pediatra, sentarse a llorar con un hijo, o explicar con paciencia los límites de la vida.
Las nuevas paternidades no son una moda. Son una evolución. Y como toda evolución, exige introspección y voluntad. Una masculinidad consciente no teme mostrar ternura, no se siente menos por pedir ayuda, no huye del diálogo ni se aferra a una autoridad vacía. Al contrario, se enriquece cuando es capaz de convivir con la feminidad sin competir con ella, cuando se sabe parte de un todo y no el centro del universo.
Por eso, también es vital que dejemos de hablar de “el padre que ayuda” y empecemos a hablar del padre que educa, que participa, que comparte. Que no es héroe por cambiar un pañal, sino por formar parte activa de un hogar donde las decisiones se toman en conjunto. Cuando los roles se negocian desde el respeto y no desde la imposición, nace una familia más fuerte, más feliz y más libre.
En esta nueva forma de ser padre, las palabras clave son empatía, presencia y equidad. Las nuevas generaciones están observando, aprendiendo. Ver a su papá lavar, cocinar, abrazar, llorar, cuidar, reír… es para ellos una clase de humanidad. Y también una enseñanza de que ser hombre no es sinónimo de dureza, sino de conciencia y compromiso afectivo.
No se trata de eliminar lo masculino o lo femenino, sino de reconciliarlos en una danza de igualdad. Como decía Simone de Beauvoir, “no se nace mujer: se llega a serlo”. Lo mismo podríamos decir de los padres: no se nace sabiendo, pero se llega a serlo desde el amor, la apertura y la humildad.
Festejemos a esos hombres que han decidido transformar la paternidad en una forma de presencia plena. Que no temen abrazar su sensibilidad ni compartir el camino de la crianza. A ellos, nuestro reconocimiento hoy. Porque están criando no solo hijos, sino un futuro más justo.

Mayra Machuca
Abogada, Activista, Columnista, Podcaster.
Especializada en análisis y asesoría jurídica, cuenta con experiencia administrativa y jurídica con habilidades destacadas en la resolución de problemas y coordinación de tareas. Experta toma de decisiones estratégicas. Activa en Toastmasters y Renace y Vive Mujer.