Cada 25 de noviembre el mundo vuelve a nombrar lo que tantas veces se intenta minimizar: la violencia contra las mujeres no es “un problema privado”, es una emergencia que se alimenta del silencio, la impunidad y los estereotipos. La fecha no se inventó nada más por que sí. Se eligió para honrar la memoria de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, tres hermanas dominicanas asesinadas en 1960 por una dictadura que creyó que eliminando cuerpos apagaba el fuego. Décadas después, la ONU reconoció el 25N como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Es una jornada de duelo, sí, pero sobre todo de organización.
La violencia tiene muchas caras: la desigualdad. Empieza en los “así no se viste una señorita”, en las risas cuando un jefe “bromea”, en las entrevistas de trabajo que preguntan por maternidad, y se va escalando hasta los golpes, las violaciones, las desapariciones y los feminicidios. En México lo sabemos con dolor. Aquí ninguna mujer se salva del miedo a la vuelta de la esquina, de la mirada que nos mide, del “¿y tú qué hiciste?”. Y si eres mujer negra o afrodescendiente, la mochila pesa más.
A las mujeres afromexicanas se nos atraviesa la racialización en cada etapa de la vida. El color de piel se vuelve argumento para desacreditar, hipersexualizar o invisibilizar. En la escuela, el chiste “inocente” que te compara con caricaturas racistas. En el trabajo, la evaluación “por actitud” que casualmente castiga nuestros rizos, nuestros rasgos o nuestro acento. En la calle, el “piropo” que no es piropo, sino permiso para tocar y para violentar. Y cuando buscamos justicia, la puerta gira más lento: “no se ve como víctima”, “seguro exagera”, “así hablan ellas”. El racismo funciona como un candado adicional sobre la misma cerradura.
Por eso insistimos en mirar la violencia con lentes. No basta con decir “todas” si en la práctica unas cuentan menos que otras. La interseccionalidad no es una palabra de moda: es una metodología para que las instituciones, las escuelas, los hospitales y los ministerios públicos vean lo que siempre estuvo ahí. Si no se nombra, no existe; si no existe, no se atiende; y lo que no se atiende se repite.
También nos toca revisar la cultura que consumimos. La publicidad que exotiza cuerpos negros, las series que nos dibujan como “la amiga” graciosa, la historia patria que borró a la tercera raíz y después nos pidió “integrarnos” como si jamás hubiéramos estado. Todo eso educa. Todo eso legitima. Y todo eso se puede cambiar si dejamos de contarnos el país en blanco y negro y asumimos su paleta real.
Aquí en Chihuahua y en Ciudad Juárez la frontera nos atraviesa el carácter. Somos puente, tránsito y destino. También somos comunidad. Cuando una mujer afro se anima a autodescribirse, no es un gesto de moda; es reclamar un lugar que siempre nos negaron. Y cuando lo hace, la violencia cambia de estrategia: si no puede callarte, intentará ridiculizarte. Por eso necesitamos redes vivas y políticas públicas con presupuesto, no discursos vacíos. Necesitamos datos que se midan, funcionarios que se capaciten y protocolos que sí se cumplan. Necesitamos escuelas que enseñen historia completa, medios que dejen de perpetuar estereotipos y empresas que entiendan que la diversidad no es un póster, es una práctica.
El 25N no se resuelve con listones naranjas y frases bonitas. Se honra con rutas claras: prevención desde la infancia, atención con perspectiva de género y de raza, sanción efectiva y reparación que de verdad repare. Se honra escuchando a quienes han sido sistemáticamente ignoradas. Se honra reconociendo que la seguridad de las mujeres no es un “tema de mujeres”, es un indicador de democracia.
Desde Afromexicanos Chihuahua A.C. llevamos años empujando para que esta conversación se mueva del discurso a la acción. Damos talleres, acompañamos casos de discriminación laboral y educativa, abrimos micrófonos, abrimos espacios y, cuando toca, abrimos expedientes. Porque sí, la violencia también se combate con papeles bien hechos, con denuncias sólidas y con comunidades que sostienen.
Este 28 de noviembre queremos encontrarnos para seguir tejiendo. No para repetir lo de siempre, sino para afinar estrategias, compartir herramientas y mirarnos con dignidad. Si te mueve el tema, si te atraviesa, si te cansa y te enoja, ahí nos vemos. Trae tus preguntas, tu experiencia y, sobre todo, tus ganas de que a las niñas que vienen detrás les toque menos dolor y más futuro.
La memoria de las Mirabal nos recuerda que la violencia no es invencible. Es estructural, sí, pero también es humana, y lo humano se puede transformar. En esta frontera, donde tantas veces nos han dicho que todo se compra y se vende, apostemos por lo que no tiene precio: la vida de las mujeres, el derecho a caminar sin miedo, el orgullo de nombrarnos y existir.
Nos vemos para seguir haciendo lo que nos toca: convertir el “no estamos exagerando” en política pública, en justicia que llega y en comunidades que cuidan.
Invitación
Primer Foro Fronterizo de Afromexicanas y Afrodescendientes
Fecha: jueves 28 de noviembre
Hora: 10:00 a. m.
Lugar: Instituto Municipal de las Mujeres (Centro), Ciudad Juárez
Organiza: Afromexicanos Chihuahua A.C.
Porque vivir sin violencia no es una campaña de temporada. Es un derecho.

Ángeles Gómez
Fundadora en 2014 de Ángeles Voluntarios Jrz A.C. dedicada al desarrollo de habilidades para la vida en la niñez y juventud del sur oriente de la ciudad. Impulsora del Movimiento Afromexicano, promoviendo la visibilización y sensibilización sobre la historia y los derechos de las personas afrodescendientes en Juárez.


