Imagínate que un día te despiertas siendo funcionaria pública en la frontera. Vives en Baja California, trabajas todo el tiempo por el bienestar del pueblo, y dices: “¿Por qué no cruzar la línea para un buen desayuno?” Te lanzas por unos pancakes en Denny’s, con su salchichita al lado, el huevo volteado perfectamente y esa fuente inagotable de mieles que harían llorar de frustración a cualquier influencer fit. Luego, ¿por qué no?, un rato de shopping. Porque te lo mereces: estás trabajando todos los días para que tu estado rompa récords Guinness, como el del pastel más largo, el desfile más ruidoso o el mega tamal más democrático.
Más tarde, la cereza del día: un paseo por el puerto de San Diego, con brisa fresca, y ese momento romántico cuando tu esposo —amoroso y espléndido— te suelta un “¡Vámonos a Sephora, hermosa, porque tú trabajas más que los diputados en sesión de viernes!”
Todo es perfecto… hasta que un sábado cualquiera te despiertas, te arreglas, te echas tu base, tu rubor del bienestar y tu delineado más patriótico, te pones tu chamarra fashion de Ross y dices con emoción: “¡Vámonos al otro lado, viejo!” Y ¡chingate!: la visa ya no sirve. Cancelada. Invalidada. Not WELCOME. Dañada emocionalmente y espiritualmente. Y como si fuera poco, la prensa ya lo sabe. Y ahora todos, desde el Congreso hasta los lives de TikTok, se preguntan con drama, con café en mano y con ganas de cortar leña de árbol caído:
¿Por qué Marina ya no puede ir a tomarse la foto con el marinero grandote que besa a la enfermera en la Marina de San Diego, con esa pose de “Unconditional Surrender” que parece más bien un “Surrendered Visa”?
Pues todo esto le pasó a Marina —la gobernadora del estado fronterizo de Baja California— el jueves 9 de mayo (sí, justo antes del fin de semana de Día de las Madres, qué ironía), y en menos de lo que canta un gallo, ya lo sabía medio México. En redes, en los periódicos, en los noticieros nacionales… hasta en los chats de tías. Las grandes figuras del espectáculo —perdón, quise decir del acontecer nacional— ya comentaban: “A Marina no la dejan cruzar a La Marina.” Así como lo leen.
Y lo mejor: sales tú bien valiente, bien institucional, y le dices al mundo entero: “No se preocupen, esto seguro es un error administrativo.” Pero… ¡aja! No sólo ya se venía diciendo desde hace rato. Varios reporteros lo habían insinuado, especialmente ese —sí, ese— el que se cree que tiene el copete de Peña Nieto, ese que nuestro paisano le dio las gracias y que lleva chingue y jode con lo mismo desde hace meses. Como que traía la exclusiva, o el antojo.
Y entonces ¡pácatelas otra vez! A las pocas horas no sólo confirman lo de la visa, sino que también se les informa que les cerraron las cuentas bancarias en Estados Unidos. ¡Tómala! Que seamos francos, nosotros como buenos fronterizos sabemos que estas cosas pasan. ¿Quién no tiene un amigo, primo, exsuegro, conocido lejano que una vez saludaste en una posada, que de pronto ya no puede cruzar por “motivos internos”? (Y si están leyendo esto las autoridades gringas, es broma eh, jajajaja… nervios).
El punto es que sí, pasa. Revocan visas sin motivo aparente todo el tiempo. Pero lo intrigante aquí no es la revocación en sí. Lo que levanta cejas es que estamos hablando de una gobernadora. Una funcionaria de alto perfil. ¿Ustedes creen que en la embajada no sabían quién era? ¿Que no hay coordinación, mesas de trabajo bilaterales, acuerdos transfronterizos?
Claro que puede ser un error administrativo. Pero en política, los “errores” se leen como mensajes. Y si el mensaje es ambiguo, se presta para lo peor. Y si encima vienes arrastrando escándalo tras escándalo, pues peor tantito. Porque si algo saben hacer los adversarios es buscar carne fresca… y con lo que está pasando, ya hasta le están poniendo sal y limón.
Y nada, que también resulta y resalta —así como dice la señora del TikTok con su voz de drama— que el chisme llegó hasta los oídos de nuestra presidenta, la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo. Porque claro, esto no era un asunto menor: se trataba de una gobernadora fronteriza a la que de pronto le dicen “usted ya no puede pasar”. Y como era de esperarse, el tema salió en la mañanera. Todos los medios querían saber qué estaba pasando, y pues un gobierno que se respete tiene que reaccionar. Sheinbaum, muy institucional ella, dijo que se investigará el caso y que se hablará con las autoridades estadounidenses… cuando ellos digan algo, porque de momento no han dicho nada.
Pero una cosa sí es clara: a ver, seamos francos. Si la gobernadora de Baja California no tiene visa, ¿eso qué cambia en su trabajo diario? Nada. Absolutamente nada. Sigue siendo gobernadora. No tiene una oficina en Chula Vista ni debe gobernar desde Otay. Mientras el pueblo no se lo demande y no haya una resolución oficial en su contra, ella sigue en su puesto.Que si cruza o no cruza a Estados Unidos, eso no debería quitarnos el sueño. Pero seamos honestos… sí nos interesa. Porque eso ya no es chisme de pasillo: es tema internacional, y puede tener implicaciones más grandes.
Y sí: habrá que esperar. A ver si las autoridades americanas sueltan prenda, y si hay elementos, pues que se abra una carpeta de investigación aquí también. Porque si el Departamento de Estado toma medidas tan drásticas como quitar visas y congelar cuentas, no es para nada. Pero mientras no haya pruebas ni acusaciones formales, todo esto son especulaciones, rumores y cortinas de humo.
Morena, por su parte, ya salió a decir que hay que tener cuidado con la desinformación. Y tienen razón. Hasta el momento, decir que Marina tiene nexos con “Los Rusos” o que está metida en cosas turbias es tan real como un TikTok mal doblado. No hay pruebas. No hay un documento oficial. Solo muchas ganas de hacer leña del árbol caído.
Y la oposición… bueno. Les dieron cinco minutos de juego y ni así supieron qué hacer. Se emocionaron, brincaron, mandaron comunicados, pero siguen sin saber cómo ser oposición. En vez de dar argumentos, se victimizan. Parecen esperando que alguien más venga a hacerles la tarea. Ya de plano podrían invitar a algún ex del PAN o del PRD, de esos que sabían cómo pegar donde dolía en los tiempos de Peña Nieto, a que les den un curso intensivo, porque lo de ahora no es oposición: es comentario de Facebook con membresía.
Y hablando de cercanos al poder, Carlos Torres, esposo de Marina del Pilar, no es precisamente nuevo en esto de la grilla. Inició en el PAN, fue diputado federal durante el sexenio de Felipe Calderón, tan cercano a él que hasta Margarita Zavala fue madrina en su primera boda. También fue delegado de Sedesol y director del Seguro Popular en Baja California, hasta que terminó votando a favor de la famosísima Ley Bonilla, esa que intentó extenderle el mandato al gobernador de Morena… o del PT… quién sabe, con tanto cambio de camiseta uno ya se confunde. Pues esto le costó la expulsión del PAN. Pero no se quedó sin partido: brincó a Morena, donde ha tenido cargos “honorarios” —según dicen— en el gobierno de su esposa. ¿Y ahora? Pues está en el ojo del huracán porque también a él le revocaron la visa y le congelaron las cuentas en Estados Unidos. Sin acusación formal, sí, pero con un mensaje que huele más a política internacional que a trámite administrativo. Porque si algo sabemos, es que cuando el Tío Sam te voltea a ver… no es para saludarte o sí… ya no sabemos…
Una de las cosas que más nos impresiona es que estamos hablando de Baja California, un estado cuya relación comercial con Estados Unidos no solo es cercana, es vital. Para que se den una idea: más del 90% del comercio internacional de Baja California se realiza con EE.UU., y solo por la garita de Tijuana-San Ysidro cruzan más de 25,000 vehículos particulares y 15,000 peatones diariamente, según datos del INEGI y de CBP. Es una locura. Imaginemos que eso pasara aquí en Chihuahua —¡nos volvemos locos!— porque aquí, como allá, dependemos totalmente de esa dinámica binacional. Por eso es que este asunto con la gobernadora se siente tan raro. ¿Cómo serán ahora las reuniones interinstitucionales con autoridades estadounidenses? ¿Le darán un permiso especial? ¿Se atreverá a pasar así nomás? Tiene que haber una explicación, porque tanto ellos como nosotros nos necesitamos. Y la líder de un estado estratégico como Baja California no es cualquier funcionaria. Hay que recordar que la economía del estado de California (EE.UU.) por sí sola sería la cuarta economía más grande del mundo si fuera un país independiente. Imaginen nada más el derrame económico que eso significa para Baja California. Así que si esto se confirma como algo negativo, con sanción, visa cancelada y cuentas bloqueadas, estaríamos hablando de un golpe diplomático serio, que va a hacer temblar a más de uno… sobre todo a los que pensaban que los gringos no estaban mirando.
Esto no ha llegado a su fin, si acaso, apenas va comenzando. Veremos, a partir de aquí, actitudes de todo tipo: desmarques, silencios incómodos, comunicados tibios y discursos apasionados. Porque de un día para otro, esto podría marcar un antes y un después en la política nacional. No estamos hablando de una exfuncionaria ni de un escándalo de pasillo: estamos hablando de una gobernadora en funciones, con mucha especulación detrás, y eso —nos guste o no— no es bueno para el clima de negocios ni para el fomento económico de Baja California. A los inversionistas les pone a pensar, y al gobierno federal lo pone en una posición incómoda. Algo se va a tener que hacer. Y ojalá esto quede como una anécdota más del folclore político mexicano, una de esas que luego se cuentan con café en mano y risas nerviosas. Porque si no es así… entonces, tristemente:
“La Marina seguirá abierta… pero no para Marina.

Daniel Alberto Álvarez Calderón
Político y abogado chihuahuense con experiencia legislativa y empresarial. Exsubdelegado de PROFECO, ex dirigente del PVEM en Ciudad Juárez y cofundador de Capital and Legal. Consejero en el sector industrial y financiero, promueve desarrollo sostenible e inclusión social.