Cada año se repite la misma escena: Gobernantes, legisladores, líderes de cámaras y asociaciones preparan su “informe”. Se reserva el salón más vistoso, se invita a los personajes clave, se ensayan discursos que suenan bien, y llega el día: luces, fotografías, saludos, abrazos y un micrófono que sirve más para reafirmar lo sabido que para decir lo que nadie se atreve a decir.
El ejercicio nació como un mecanismo de rendición de cuentas: el Ejecutivo ante el Congreso y la ciudadanía, los legisladores ante sus distritos, las organizaciones ante sus agremiados. En teoría, debería ser el momento de transparencia, evaluación y ajuste. En la práctica, muchos de estos informes se han convertido en un ritual vacío, una puesta en escena donde lo importante no es lo que se dice, sino a quién se saluda y cuántos aplausos se reciben.
El guion repetido, todos llegan vestidos de gala. Se habla de logros, avances, programas implementados, inversiones anunciadas…. todo positivo, todo perfecto; como si viviéramos en un país sin carencias, sin rezagos, sin violencia, sin desigualdades.
El problema es que cuando todo es positivo, entonces nada es verdad.
Hace mucho que no escuchamos un discurso de informe que realmente inspire, que confronte la realidad con honestidad y con visión. Lo que escuchamos son enumeraciones de cifras “convenientes” y frases de autoelogio.
Lo que se oculta tras la narrativa oficial mientras se presumen inversiones o proyectos de infraestructura, la otra cara se esconde:
En México, el 48% de la población vive en condiciones de pobreza o vulnerabilidad, somos la 15ª economía mundial, pero ocupamos el lugar 126 de 142 países en percepción de seguridad, la inversión en infraestructura es de apenas 0.6% del PIB, cuando la OCDE recomienda al menos 1.5% para sostener la competitividad. En competitividad regional, estados como Nuevo León y Querétaro duplican la atracción de inversión extranjera directa frente a regiones fronterizas rezagadas.
Estos datos deberían estar en el centro de un informe. No escondidos en anexos técnicos.
Informar no es aplaudirse, informar es reconocer las luces y las sombras. Es admitir lo que falta, lo que se intentó y no funcionó, lo que está pendiente. Porque ahí, en esa autocrítica, nace la posibilidad de mejorar.
Un informe que solo celebra logros es una rendición de aplausos, no de cuentas.
El valor de un informe no está en los halagos que arranque, sino en las conversaciones que provoque, en las propuestas que despierte, en la capacidad de incomodar para transformar.
La diferencia entre cumplir y transformar, hoy tenemos todos los medios digitales para difundir informes: redes sociales, transmisiones en vivo, correos electrónicos. Pero el medio es lo de menos, lo que importa es el contenido.
La diferencia entre cumplir con un protocolo y construir futuro está en el espíritu crítico, en estar dispuestos a mostrar los logros, sí, pero también los pendientes, los fracasos y los retos. Eso no debilita: fortalece. Porque solo así se abren las puertas al diálogo y a la construcción conjunta.
Un informe con datos duros, con comparativos internacionales, con metas claras, con visión de largo plazo, tiene mucho más valor que un discurso lleno de aplausos.
No se trata de estar en contra, el contrapeso no significa oposición. Significa pensar críticamente, analizar con rigor, proponer con valentía. Significa tener el valor de decir lo que incomoda, no para destruir, sino para corregir el rumbo.
Los informes de gobierno, los de los legisladores, los de las cámaras empresariales, deberían ser momentos de encuentro verdadero con la ciudadanía y con sus agremiados. Momentos donde se hable de los avances, sí, pero también de las deudas. Donde se tracen horizontes de futuro y no solo se repitan slogans.
Lo que deberíamos exigir de nuestros gobernantes, de nuestros legisladores, de nuestros líderes empresariales y sociales; no queremos informes que nos hagan dormir. Queremos informes que nos hagan pensar, que nos incomoden, que nos reten.
Porque lo que necesita México no son más eventos sociales disfrazados de informes, lo que necesita son mensajes que inspiren, basados en realidades, con visión y con propuestas: informes que sirvan de brújula, no de espejismo.



