Desafortunadamente, en 1868 México aún no lograba una estabilidad económica para mantener las escuelas de Primeras Letras (Primaria), Secundarias y Preparatorias por lo que el proyecto fue rezagándose.
Uno de los intentos que se hicieron en 1870 para tratar de que la lectura estuviera al acceso de todos fue el periódico La Enseñanza donde se hablaba de la urgencia de educar al pueblo, en un principio fue dirigido al pueblo en general después fue más enfocado a la juventud.
Las bases estaban bien pensadas, pero sin dinero que las mantuviera simplemente no podían llevarse a acabo.
Este proyecto con el tiempo queda algo olvidado y hasta 1878 es retomado por Justo Sierra a partir de la ideología del positivismo para ser inculcada en la enseñanza preparatoriana, pues el joven con una educación primaria completa, ahora el estado ampliaría sus conocimientos en las ciencias y artes con un rigor estrictamente científico.
Hasta la llegada de Porfirio Díaz al dominio de México (1876) y con la potestad de la mano de hierro, logra la pacificación nacional.
Así mismo, se promovió la inversión extranjera y las arcas nacionales comienzan a tener estabilidad.
El gobierno al mando de Porfirio Díaz se enfocó en lograr un sistema educativo adecuado para toda la república, la cual tenía ciudadanos con más del 80% en el analfabetismo, no se podía seguir gobernando un país con pueblos que desconocían sus derechos y obligaciones, sin embargo; además las escuelas públicas son una forma de introducir el nacionalismo entre los ciudadanos y así lograr la unidad nacional que, como resultado, se obtiene un país progresista.
Entre más alfabetizados estuvieran los ciudadanos promedio producirían más y mejor.
En los primeros Congresos de Instrucción Pública de la década de 1890 se trató de que, para lograr el progreso cultural del país, había que implementar un modelo educativo uniforme, pero ¿Cómo hacerlo?
México tenía una gran heterogeneidad cultural era una sociedad de sociedades. Era una realidad.
Si más de la mitad de la población era rural y analfabeta sugería que muy posiblemente la gran parte de los mexicanos hablaban una lengua indígena y había primero que enseñarles a hablar castellano. Si se llegara a implementar un modelo educativo uniforme ¿Qué garantiza que los demás estados lograran ir a la par con la capital?, las condiciones climáticas, culturales y económicas de cada estado eran peculiares y las condiciones sociológicas complejas.
Los cuestionamientos anteriores tuvieron seguimiento en los congresos subsecuentes para darles solución resultando que en diciembre de 1896 se promulgara el reglamento interior de las escuelas nacionales de enseñanza primaria. La cual termina de consolidarse y en 1908 Justo Sierra puso como objetivo de la Escuela Primaria la educación física, intelectual y moral del alumno, pero en ese mismo año Sierra replantea su idea y dice que el estado no debe instruir al alumno sino educarlo en lo moral, intelectual, en lo físico y estético, lo que quiere decir que el estado no creara trabajadores mecánicos sino ciudadanos pensantes que desarrollaran un sentimiento nacional, altruista y un pensamiento científico.
En la gestión del general Porfirio Díaz se sentaron las bases de los dos pilares fundamentales de la educación mexicana moderna y contemporánea, pero no habría podido realizarse sin los aportes de los señores Gabino Barreda y Justo Sierra quienes aportaron la basa, el fuste y capitel ideológicas para la educación pública mexicana de las cuales aún perduran. Que son la escuela Nacional de Enseñanza Primaria, hoy Escuela Primaria y la Escuela Nacional Preparatoria. Para finalizar, la ley orgánica de Instrucción Pública abrió el camino para la creación de la Escuela Nacional Preparatoria y esta fue la base para la creación de la Universidad Nacional en 1910 que actualmente su legado es la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.
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