Un viaje al pasado de la masacre de Huitzilac revela cómo la violencia y la impunidad han sido herramientas constantes en la política mexicana.
Ciudad Juárez, Chih. (ADN) – En octubre de 1927, la masacre de Huitzilac sacudió las bases políticas de México, poniendo fin a una rebelión política. El evento, aún envuelto en el misterio y el silencio, pone de manifiesto cómo la violencia y la impunidad han sido usadas como herramientas por el Estado mexicano.
La rebelión liderada por el General Francisco R. Serrano y el General Arnulfo Gómez fue brutalmente reprimida, con la ejecución sumaria de los líderes y numerosos simpatizantes, sin el debido proceso. Estos hechos, aunque oscurecidos por otros acontecimientos en la época, como la Guerra Cristera, marcaron un precedente en la política nacional.
La investigación iniciada por el presidente Lázaro Cárdenas en los años 30 no buscaba justicia para las víctimas, sino la exoneración pública del sistema político mexicano. Las razones detrás de la investigación incluyeron el intento de consolidar el régimen y enviar una señal de institucionalidad y rendición de cuentas. Sin embargo, el resultado fue una confirmación de lo que ya se sabía, sin verdadera justicia o responsabilidad.
Este episodio es una representación clara de cómo la violencia selectiva y la consolidación del Estado han sido dos caras de la misma moneda en México. Desde los primeros días del PRI hasta el presente, actos de violencia selectiva han asegurado la paz y la estabilidad en el país.
Violencia e impunidad no son simplemente una señal de debilidad, sino un instrumento estratégico de control y consolidación de poder, utilizado de forma consciente y calculada.
Los eventos de Huitzilac no son únicos. Actos de violencia como los ocurridos en Tlatelolco, Ciudad Juárez, Ayotzinapa y otros han sido perpetrados o permitidos por el Estado. La violencia en México existe en un espectro y no se limita a los actos físicos. La impunidad y la falta de rendición de cuentas también son formas de violencia.
El problema no es simplemente un síntoma del proceso de democratización electoral en México. Las raíces de la violencia están profundamente entrelazadas con los cimientos del sistema político moderno del país. La falta de fe en los gobiernos y en la protección y justicia del Estado es corrosiva para la relación entre el Estado y la sociedad.
La masacre de Huitzilac resalta que los compromisos hechos en aquellos días, incluyendo la autorización para matar disidentes en nombre de la estabilidad, aún persiguen al presente. La violencia y los asesinatos no son simplemente una señal de debilidad, sino un instrumento estratégico, y México debe enfrentar esta dura realidad para avanzar hacia una verdadera democracia y justicia.
Adaptación del trabajo original investigado y escrito por Sarah Osten para Mexico Violence Project Resource.
Transparencia: El Proyecto de Recursos sobre Violencia en México tiene su sede en el Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California en San Diego. Fue fundado en 2020 por Cecilia Farfán-Mendez y Michael Lettieri con el objetivo de reunir a investigadores, políticos, periodistas y activistas para reflexionar sobre el tema de la delincuencia y la violencia en México.
Sarah Osten es profesora asociada de Historia en la Universidad de Vermont. Su investigación se centra en la política revolucionaria y la violencia política en el México del siglo XX.
Foto: Fototeca Nacional/D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

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