En diciembre, Ciudad Juárez se disfraza.
Se iluminan avenidas donde el resto del año reina la penumbra, se habla de paz en una ciudad marcada por la violencia y se invoca la esperanza como si pudiera concentrarse en una sola noche.
La Navidad llega puntual, envuelta en villancicos, consumo y buenas intenciones.
Pero también llega con una factura que casi nadie quiere leer.
Ahí aparece el Grinch. No como caricatura antipática, sino como la voz incómoda que pregunta cuánto cuesta realmente esta Navidad y quién paga el precio cuando se apagan las luces.
Santa Claus representa el desborde; mesas llenas, regalos comprados a crédito, alcohol servido como si fuera consuelo social y una felicidad que parece obligatoria.
Durante un día, la fe y la esperanza se exhiben con orgullo.
El problema es el calendario: ¿qué ocurre con los otros 364 días?
En Ciudad Juárez, alrededor de una de cada cuatro personas vive en situación de pobreza.
No es una cifra menor ni un matiz estadístico; es la realidad de miles de familias que llegan a diciembre con ingresos insuficientes, carencias en salud, seguridad social o vivienda, y que aun así sienten la presión de “cumplir” con una Navidad digna.
El resultado es un enero de deudas, ansiedad y frustración que rara vez se menciona en los discursos festivos.
Mientras Santa Claus reparte esperanza simbólica, el Grinch recuerda que Juárez cerró años recientes con más de mil homicidios anuales, con niveles de impunidad que superan el 90 por ciento.
La violencia no entra en tregua por decreto emocional.
La ciudad que se desea en Navidad no es la ciudad que se vive el resto del año.
La violencia intrafamiliar es otro rostro incómodo de esta temporada.
Más de una quinta parte de los delitos registrados en el municipio están relacionados con violencia familiar, y diciembre no reduce esa estadística; al contrario, suele intensificarla.
El alcohol, el estrés económico y la convivencia forzada en contextos de precariedad convierten muchas mesas “familiares” en escenarios de conflicto.
Y el alcohol —ese invitado permanente en las fiestas— tiene un costo tangible. Durante las celebraciones decembrinas, los accidentes viales se incrementan de forma significativa, en algunos periodos hasta en un 60 o 70 por ciento, de acuerdo con tendencias nacionales que también se reflejan en Juárez.
Los hospitales lo saben; aumentan las intoxicaciones etílicas, las lesiones por accidentes y las urgencias por indigestiones severas, consecuencia directa del exceso de comida y bebida en pocos días.
El sistema de salud se satura, los servicios de emergencia se tensionan y las familias enfrentan pérdidas que no caben en ninguna postal navideña. Ese es el costo social de una celebración concentrada, desbordada y poco reflexiva.
Santa Claus llega una noche.
El Grinch se queda todo el año.
Porque cuando termina diciembre, Juárez regresa a su realidad cotidiana; colonias sin servicios, jóvenes atrapados entre la falta de oportunidades y la violencia, mujeres viviendo agresiones constantes, niños cuya única experiencia de abundancia ocurrió durante una jornada de reparto.
La fe se archiva, la esperanza se pospone y la solidaridad vuelve a ser estacional.
Esta no es una invitación a cancelar la Navidad.
Es una exigencia a dejar de romantizarla.
A cuestionar una cultura que concentra la empatía en un día y tolera la desigualdad el resto del año.
No necesitamos más Santas de temporada ni discursos huecos de unidad; necesitamos políticas públicas constantes, prevención real de la violencia, atención a las adicciones, seguridad vial efectiva y combate estructural a la pobreza.
Si de verdad creemos en la fe y la esperanza, que no duren 24 horas.
Que no dependan del consumo ni del calendario. Que no sean un espectáculo anual.
Porque una ciudad no se transforma con una noche de regalos, sino con 364 días de justicia, coherencia y responsabilidad colectiva.
Y eso, aunque incomode decirlo, no lo trae Santa Claus. Eso se construye.

Guadalupe Parada Gasson
Economista, experta en comercio exterior, periodista y docente con amplia trayectoria en sectores público y privado. Ha dirigido medios impresos y digitales, liderado proyectos de comunicación y formación, y se ha desempeñado en ventas, publicidad y relaciones públicas. Destaca por su perfil multidisciplinario, visión estratégica y compromiso con la gestión social y educativa. Recientemente presidenta de Rotary Club Juárez Real (2023–2024).


