La Guardia Nacional puso en disonancia cognitiva a más de un seguidor de la Cuarta Transformación. ¿Esquizofrenia política, o imposición de la realidad?
Lejos, muy lejos ha quedado en la memoria de la base de apoyo de Andrés Manuel López Obrador, aquel líder, Presidente de Morena, precandidato y candidato presidencial, que con vehemencia y energía exigía a los entonces Presidentes Peña Nieto y Calderón, sacar al ejército de la calles y regresarlos a los cuarteles, pues “No se resuelve nada con el uso del Ejército, de la Marina, de las policías, con cárceles, con amenazas de mano dura, con leyes más severas.” (AMLO dixit)
La realidad vino a rebasar a la política en materia de seguridad del gobierno federal. El Ejecutivo tuvo que recular, y frente al incremento de los homicidios dolosos derivados del conflicto con el narcotráfico, digamos “ajustó” (siendo generosos) su política de seguridad.
Lo alarmante no es el cambio de parecer, sino que el Presidente en televisión abierta y cadena nacional, no haya podido aceptar que se estaba contradiciendo. No obstante, retó al Periodista Joaquín López Dóriga, a demostrarle que él prometió en alguna ocasión sacar al ejército de las calles.
No hace falta ser un experto en informática ni en Comunicación. No hay que descubrir el “hilo negro”. Apreciable lector, usted puede fácilmente acceder a internet y buscar las múltiples ocasiones en las que el entonces candidato sostenía su postura anti ejército y pacifista. Un perfil acorde con las ideas de izquierda.
Pero sin entrar en el debate ideológico, en la práctica, ganó el modelo Calderón-Peña. Si bien es cierto que los homicidios van a la alza desde que el ejército se ha atribuido mayores responsabilidades en la vida civil, sería impensable no querer utilizar a la fuerza pública para combatir la delincuencia.
El problema es que se quiso enfrentar un problema sin las reformas ni las estructuras institucionales, y se agravó hasta el punto de convertirse en una crisis. La captura del Estado a manos de la delincuencia organizada, ha propiciado un terreno en donde se pierde más por una estrategia mal implementada, pero con objetivos loables.
De ahí que en los albores del sexenio pasado surgió la Ley de Seguridad Interior que buscaba regular el actuar de las Fuerzas Armadas y darles un marco jurídico apegado a los Derechos Humanos. Lamentablemente fue derogada debido a deficiencias en su estructuración.
Es así que el nuevo gobierno con mayoría en ambas Cámaras prometió que en sus irrisorias y poco o nada sustentadas consultas ciudadanas, pondría consideración de la gente la conformación del cuerpo de la Guardia Nacional. Ya se iban a imprimir las boletas cuando el legislativo aprobaba presupuesto para su conformación.
Lo que muchos desconocen es que en la cuarta transformación se ha implementado la telepatía nacional, que permite al Presidente saber qué quiere y no quiere la gente, leyendo sus mentes. No ya en serio. La GN nos viene a hacer evidente que hoy los cuerpos destinados a la seguridad de los mexicanos simplemente no alcanzan.
Frente a un panorama adverso, las fuerzas políticas tuvieron que decir sí a la Guardia Nacional, pero el debate versó en su perfil de mando. La oposición, la academia y diversas organizaciones civiles identificadas con los Derechos Humanos buscaron que la GN fuese dirigida por mandos civiles. En una maniobra burda, vulgar y con tintes de autoritarismo, el Ejecutivo nombró 3 de 4 mandos, incluyendo la Comandancia, para perfiles militares y no civiles.
Las leyes reglamentarias aún se debaten en el poder legislativo. El problema de la delincuencia está y sigue creciendo, a pesar de que el Presidente “tenga otros datos”. La GN será una realidad. Esperemos que las fuerzas políticas logren un consenso y no un mayoriteo. Que se anteponga un marco constitucional apegado a Estado de Derecho, y se realicen las transformaciones institucionales necesarias que acompañen este esfuerzo.
Que venga otra serie de reformas, como una policial y de impartición de justicia, y se atiendan las causas de la delincuencia. La Cuarta Transformación replica el modelo de Calderón; sin apasionamientos, esperemos que logren mejorarlo.
Lic en Ciencia Política. Diplomado en Políticas Públicas y Prevención del Delito. Estudiante de Maestría en Administración Pública. Funcionario público municipal.
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