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    abril 18, 2024 | 0:06

    GEN Z | ¿Cuál es el papel de la juventud en la política?

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    A petición del coordinador de este espacio editorial, Gen Z: “jóvenes en la política”, donde, semana con semana, un representante chihuahuense de cada partido político PRI, PAN, INDEPENDIENTES Y MORENA, abordamos el mismo tema nacional, estatal o local desde una visión militante y sin falsas pretensiones de objetividad en virtud de lo evidente del lugar de enunciación de cada uno y su posición política en el mundo.

    En esta ocasión, hemos llegado al consenso de darle tratamiento a la pregunta: “¿cuál es el papel de la juventud en la política?” y cada uno dar nuestra opinión al respecto.

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    Pues bien, una vez enmarcado el contexto del cual surge el tema, partimos de una premisa que resulta imprescindible para entender el porqué es importante la participación de la juventud en la política: La juventud es subversiva por sí misma.

    El elemento subversivo que permea el concepto de “juventud”, tiene, como una primera consideración que si entendemos por “status quo”, “establishment”, “orden”, “lo establecido” o bien, unas ciertas reglas del juego que no cambian en el tiempo y exigen respeto absoluto de los gobernados sin el derecho de cuestionarlo; la juventud tiende a la subversión de esa idea de concebir el sistema-mundo en clave política conservadora de lo establecido por unos cuantos y la pone entre signos de interrogación.

    Cuando el elemento subversivo se actualiza con un momento político, el entrecruzamiento de ambos genera que una conciencia colectiva que identifica a la juventud como movimiento impugne el orden establecido y por consiguiente a la clase política, sus detentores para visibilizar el agotamiento de un sistema de partidos con una profunda fractura institucional, su perversión, su incapacidad de gestionar las demandas populares y, por el contrario, satisfacer las de élites económicas que utilizan al Estado para saquearlo, desmantelarlo y ponerlo al servicio de su grupo selecto de amigos en términos de clase social privilegiada.

    El papel de la juventud en la impugnación histórica de un momento determinado del devenir político tiene, necesariamente, su elemento de transformación social en virtud de que representa el despertar de toda una generación que tiene la capacidad de lograr alcanzar parte del poder por la vía electoral-institucional o bien, en casos más revolucionarios, por vías quizá más antidemocráticas pero no por ello menos legítimas según el agravio cometido contra ellos desde el poder.

    Puestos sobre la mesa, el contexto, el elemento subversivo y sus efectos transformadores, debemos agregar que el elemento coyuntural tiene una especial relevancia en la actualidad. Porque, cuando menos en México, podemos ubicar un momento político importante en 2012, con el movimiento #YoSoy132, constituido por jóvenes universitarios que impugnaron el orden establecido en el sistema político mexicano dominado por un PRI hegemónico, sustentado por la oligarquía, proyectado por el duopolio televisivo y que cumplía el objetivo de hacerse de una sola voz oficial que suprimiera toda voz disidente, de lo cual, de ser necesario, el aparato militar serviría para dicha misión sin importar los métodos y sus alcances.

    Cuando en la IBERO, se le gritó al entonces candidato priísta, Enrique Peña Nieto “fuera”, “cobarde”, “corrupto” entre abucheos, gritos, y ademanes, lo que en realidad estaba pasando era el inicio del momento político, donde una masa compuesta por jóvenes, trastocaron la investidura casi monárquica de “intocable” del representante de ese régimen y por tanto cuestionaron en colectivo al candidato junto con todo lo que representaba, lo cual provocó una efervescencia social y el contagio de libertad fue inevitable.

    Así, de manera exponencial, tras aquellos gritos de “fuera”, se creó todo un movimiento denominado #YoSoy132, que exigieron la democratización de los medios, porque entendieron, que si no están en los espacios donde se pueda disputar el sentido común, si no hay más voces y prevalece solo la que nos dicen en el noticiero de las 10, entonces, no hay posibilidades de transformación social sin dar la batalla cultural y poner al centro todas aquellas demandas sociales históricamente colocadas al margen para llevarlas al centro del debate público.

    A pesar de que el movimiento #YoSoy132 se desarticuló por distintas razones, entre ellas, replicar al interior del movimiento prácticas que se denunciaban al exterior, la falta de compresión de las demandas y falta de claridad en el objetivo.

    A pesar de todo ello, la democratización digital, su contenido pluriverso y la incrustaciones de jóvenes en los medios de comunicación permitieron romper con viejas inercias, surgieron nuevas formas de comunicar y la pérdida de legitimidad, credibilidad y respeto por la comentocracia hegemónica fueron el germen que permitieron que el primero de julio del 2018 se le cuestionara al bipartidismo canalizando el descontento en las urnas representado por un líder popular que enarbolaba a todos esos sectores al margen: mujeres, pobres, campesinos, trabajadores, adultos mayores, trabajadoras, personas LGTB y jóvenes.

    No podemos pensar que la victoria de Andrés Manuel López Obrador se debe únicamente a raíz de la campaña electoral del 2018, no. Sí debemos reconocer que su triunfo tiene detrás de sí, sus derrotas ilegítimas, el capital político que logró con ello, su creciente simpatía en paralelo con la decreciente credibilidad del PRI y del PAN, también está lo que, hasta entonces, no se había visto, un movimiento juvenil, donde la clase pequeñoburguesa, el estudiantado que tenía el privilegio de estudiar discursos del poder, se dieran cuenta de que a pesar de cumplir con su parte dentro del contrato social, es decir “hacer una carrera como imperativo categórico”, la sociedad no le iba a regresar de vuelta el favor sino: empleos precarios, subcontratación, falta de derechos sociales, incertidumbre y la imposibilidad de obtener un patrimonio, sin derecho a una pensión. Sin el derecho de vivir una vida digna y la violencia como el pan de cada día.

    Todos estos factores motivaron a que el conjunto de las universidades a nivel nacional utilizaran sus saberes en favor de las mujeres, los pobres, participación en medios de comunicación, participar en todo aquello que se sabía estaba reservado para la clase política integrada por una mafia en el poder conformada por personas que tienen monopolios, casos multimillonarios de corrupción y que han utilizado el Estado en favor propio.

    La segunda premisa que quiero poner encima de la mesa podrá parecer contraintuitiva, pero es necesaria: La juventud necesita de dirección política, un liderazgo que no tiene que ser en estricto sentido un joven, lo importante es que represente y sostenga los agravios de los jóvenes con la promesa de mejorar su situación estructural.

    Lo que hizo Andrés Manuel López Obrador fue traducir ese momento político, nombrar las cosas, que implica aforizar, decretar, legislar en lo político y enmarcar a quienes pertenecían a la mafia del poder y quienes eran pueblo.

    Construyó Pueblo a través del discurso y logró que un partido movimiento lograra llegar al poder a través de las urnas. No se puede entender la victoria de López Obrador sin la participación de las juventudes mexicanas.

    Con un bono democrático enorme, legitimidad política y un coto juvenil mayoritario, la Cuarta Transformación tiene una lucha permanente, ya no por el aparato del Gobierno, donde hay un creciente número de jóvenes que están en las instituciones del Estado, lo cual no significa que la juventud tomó el poder, pues solo tiene una pequeña parte de todos los elementos que comprenden el poder.

    Dadas las condiciones adversas, toca dar la lucha en uno de los pilares del poder, los medios de comunicación, porque es en los medios escritos, redes sociales, radio y televisión donde, si no hacemos política, nos la hacen.

    En ese tenor, nos hemos percatado en la práctica, que los medios hegemónicos aún responden a las viejas lógicas de las anteriores administraciones y, en su gran mayoría, siguen operando en favor de los factores reales del poder económico por lo que, titular a titular, publican en clave de golpeteo político para desgastar la administración de AMLO a punta de billetazos de posverdad, fake news y tergiversaciones.

    Bajo ese panorama, la importancia de una juventud militante en medios de comunicación, que ocupe un espacio y explique, objete, opine defendiendo el proyecto de nación contra una comentocracia enojada porque perdió los viejos privilegios que la mafia en el poder le garantizaba para legitimarla desde un micrófono al servicio de las elites, la juventud López Obradorista tiene el inexorable deber histórico de luchar contra las injusticias, el hambre, la desigualdad, la protección de sus derechos políticos y el reforzamiento de la democracia.

    La juventud es el detonante de la revolución de las conciencias y el sujeto transformador de nuestra realidad hacia tierras más tranquilas.

    Incentivar a la participación política de la juventud es incentivar al cambio social, es por esas razones que su criminalización es el camino que debemos evitar si queremos alcanzar senderos más democráticos de relacionarnos con el mundo y entre nosotras como personas.

    Para terminar, recordemos las palabras que Antonio Gramsci daba a las juventudes italianas de inicios del siglo XX:

    “Instrúyanse, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia.

    Conmuévanse, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo.

    Organícense, porque necesitaremos toda vuestra fuerza.”

    Gramsci sabía del potencial transformador de la juventud en política; ahora en México, nuestro deber es hacérselo saber a aquellas personas jóvenes que aún no descubren el poder que tienen al conglomerarse y señalar lo que está mal con la responsabilidad de cambiarlo.

    Entender que la juventud no tiene que pedir permiso para llegar a las instituciones, los medios y los partidos, tiene que hacer política activa porque si no nos la harán en contra de nuestros sueños, legítimos intereses y necesidades más próximas.

    Tenemos el poder de escribir sobre el papel que queremos tener en la historia con tinta de oro y la mano de toda nuestra generación labrando cada trazo.

    Fernando Chacon

    Desde los 17 años ha escrito en diferentes medios en México y Estados Unidos, como El Diario o San Diego Red.

    Actualmente es asesor parlamentario en el Senado de la República y ha participado como analista político en W Radio con Loret de Mola, NTN24 en televisión colombiana, Nación 321 y El Francotirador con Nacho Lozano.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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